Texto y fotos por Amanda Marton
Annie Luypaert (69) veía el matinal cuando escuchó el ruido. Era una mañana helada en Santiago, el invierno se acercaba y su hija había salido a tomar la micro en Las Perdices para ir a la universidad. Luypaert estaba sola en su casa cuando a las 10:30 hrs. sintió los gritos de los vecinos: el aluvión había llegado. La tragedia de la Quebrada de Macul ocurrida ese 3 de mayo de 1993 dejó a 23 fallecidos, 307 viviendas destruidas y 5.610 personas damnificadas.
La construcción de esas casas había sido autorizada por el gobierno. Se encontraban a menos de cincuenta metros de la quebrada: el aluvión afectó a tres poblaciones en los alrededores de la avenida Las Perdices. Con el temporal de ese día, el suelo sufrió erosión y al no haber vegetación nativa, ya que la zona fue deforestada para urbanizar, los desechos y piedras de la cordillera se deslizaron, destruyeron casas y ocasionaron la muerte de personas inocentes.
Debido a la fuerte lluvia de ese día, la hija de Annie no logró tomar la locomoción colectiva. “Ni quiero pensar qué podría haber pasado”, dice Annie. Veintidós años han pasado desde entonces y en la actualidad el Ministerio de Vivienda y Urbanismo permite que la población viva a una distancia que varíe entre 20 y 150 metros del borde de la quebrada donde ocurrió el desastre; en el lugar, dos inmobiliarias están construyendo casas de hasta 120m².
Annie Luypaert, es la actual vocera de Red Precordillera, un grupo de activistas que busca detener la urbanización irresponsable en esa área de Santiago. Ella se asombra ante los proyectos inmobiliarios que se desarrollan a lo largo de la precordillera santiaguina. Cree que sólo la preservación de los bosques en esas áreas evitará que otra tragedia como la de 1993 vuelva a ocurrir. “Esa mañana el aluvión destruyó los hogares de mis vecinos cercanos, fue terrible y estuvo tan sólo a cuatro cuadras de destruir mi casa”, dice.

Dos inmobiliarias están construyendo proyectos habitacionales en los bordes de la Quebrada de Macul.
Edificar en la precordillera hoy
Según Lucio Cuenco, vocero del Observatorio Latinoamericano de Conflictos Ambientales, (OLCA), las construcciones en la precordillera son una irresponsabilidad y un peligro para la población. “Si hay un aluvión, son los árboles los que van a retener el material que viene en caída. De no ser por ellos, toda esa tierra y rocas llegarían a la ciudad”, asegura Cuenco.
El estudio Los desastres no son naturales del cientista político inglés Allan Lavell dice que cuando la urbanización no responde a una planificación que considere las amenazas y vulnerabilidades, las ciudades se ven más expuestas a peligros naturales y desastres que se vuelven cada vez más mortales y frecuentes. Esto ocurre hoy en la precordillera capitalina.
Se estima que la periodiciad de una aluvión es de uno cada 50 años, pero en la precordillera ya han ocurrido dos en menos de diez.
Según el profesor de urbanismo en la Universidad del Desarrollo Alex Nohra, la periodicidad de los aluviones a los pies de la Cordillera era de uno cada cincuenta años y por eso no es requisito que las construcciones en ese sector tengan una protección contra ese tipo de inundaciones. Sin embargo, la Región Metropolitana ya ha sufrido dos aluviones desde la catástrofe de la Quebrada de Macul: uno en Lo Barnechea en el 2009 y el otro en el Cajón del Maipo, en 2013.
La probabilidad de que la precordillera se vea afectada por una inundación aumenta con el paso del tiempo como consecuencia del cambio climático. En un área en que antes sólo nevaba, hoy también llueve, lo que según la geógrafa de la Universidad de Chile Francisca Carrasco, aumenta el riesgo de que caiga el material acumulado en la cumbre de la Cordillera. Ella considera de suma importancia conocer el número de habitantes en la precordillera para medir la magnitud que podría tener un aluvión.
Pero esa cifra no está disponible. Los problemas en la obtención y tratamiento de los datos del Censo 2012, han llevado a que no existan registros de cuánta gente vive hoy en áreas susceptibles a aluviones y erosiones. Eso significa que hay un desfase de diez años en términos de control de la urbanización en el área precordillerana, ya que el último Censo disponible es el de 2002.

El problema de urbanizar en la precordillera es que se elimina la vegetación que puede detener los escombros que podría acarrear un aluvión.
Crecen las áreas urbanas
A fines de 2013 el Ministerio de Vivienda y Urbanismo aprobó un nuevo Plan Regulador que añadió cerca de 10 mil hectáreas de suelo agrícola a las 70 mil hectáreas de la ciudad de Santiago. Es decir, si el área urbanizada era equivalente a más de 109.000 canchas de fútbol, hoy corresponde a 125.000. El área que se incluyó en las nuevas normas es la precordillera. “Es un modelo de desarrollo que incrementa las amenazas socio ambientales y terminará por colapsar la ciudad misma”, opina el antropólogo del Instituto de la Vivienda de la Universidad de Chile Walter Imilán, sobre la iniciativa del nuevo Plan Regulador Metropolitano.
Red Precordillera clama por la expropiación del cerro y la creación de un parque público, mientras Gesterra intenta negociar con los ministerios de Vivienda y Urbanismo y de Obras Públicas el permiso para construir en el terreno.
Vicente Navarrete adquirió en los ’80 una superficie de 600 hectáreas en la zona precordillerana de La Florida, conocida como el bosque Panul. El metro cuadrado en ese sector cuesta hasta 2 UF (actualmente unos $50 mil), por lo que el terreno hoy vale $294 millones de pesos. Los hijos de Navarrete son dueños de la inmobiliaria Gesterra, que a partir del 2006 intentó construir 1.302 casas en ese fundo. Ese mismo año se enfrentaron con la Red Precordillera dirigida por Annie Luypaert, que desde su perspectiva intentan prevenir que ocurra en el Panul lo mismo que en la Quebrada de Macul.
Desde entonces, ambos grupos han defendido su interés en el área. Red Precordillera clama por la expropiación del cerro y la creación de un parque público, mientras Gesterra intenta negociar con los ministerios de Vivienda y Urbanismo y de Obras Públicas el permiso para construir en el terreno. El primero de ellos afirma que sólo dará el visto bueno si Gesterra demuestra con un estudio de terreno que puede urbanizar esa área.
El costo en infraestructura tras el aluvión de la Quebrada de Macul alcanzó los 26 millones de dólares de la época.
El arquitecto de la Universidad de Chile, Osvaldo Moreno, advierte que un proyecto mal planificado en un área susceptible a catástrofes como el Panul puede significar: “una pérdida importante para la propiedad privada y también para la propiedad pública, ya que la reparación de los daños corre por el Estado”. En el caso de la Quebrada de Macul, se estima que el costo en infraestructura alcanzó los 26 millones de dólares de la época.
“La eficacia de los Planes Reguladores Comunales y del Plan Regulador Metropolitano de Santiago depende de los mercados inmobiliarios y de la eficiencia de los funcionarios públicos municipales y sectoriales en la supervisión y aplicación de la norma”, afirma Mario González, encargado de la Unidad de Coordinación Provincial y Comunal del Ministerio de Vivienda y Urbanismo. Debido a esos planes reguladores, hasta el momento Gesterra no ha podido implementar su megaproyecto en el cerro. Mientras, Red Precordillera sigue atenta a las amenazas a la naturaleza precordillerana que puedan poner en riesgo a la población local.
Sobre la autora: Amanda Marton es alumna de quinto año de Periodismo y este reportaje es parte de su trabajo en el curso Taller de Prensa impartido por el Profesor Juan José Lagorio. El artículo fue editado por Valentina Araya como parte de su trabajo en el curso Taller de Edición en Prensa Escrita impartido por el Profesor Enrique Núñez Mussa.