Gracia Baldovino
Faltaban quince minutos para que empezara la función y no quedaban butacas vacías en el Aula Magna de la Universidad Austral de Valdivia. De pie a un costado del escenario, una joven veinteañera de piel blanca y pecosa esperaba pacientemente, escuchando los susurros de casi 500 personas que esperaban con expectación lo que pronto iba a comenzar. Las luces se apagaron lentamente y los cristales de sus grandes lentes ópticos destellaron en la oscuridad. Acercó tímidamente el micrófono a su boca y agradeció al público por asistir. Luego, dejó el micrófono y fue caminando a su asiento en primera fila junto a sus padres. Ella estaba nerviosa, era la primera vez que su película se vería en Chile. Como si fuera un presagio de lo que sucedería un par de días más tarde, De jueves a domingo comenzó después de una ovación del público.
La cosecha del 2012
Tres días más tarde, Dominga Sotomayor recibió un llamado telefónico con el que le avisaban que ella era la ganadora del premio a la mejor película internacional del Festival de Cine de Valdivia. Subiéndose a un avión con destino a Noruega, no alcanzó a dimensionar completamente la noticia y partió enfocada en la reunión que sostendría con quienes producirían su próximo largometraje, Tarde para morir joven, el que antes de comenzar a rodarlo ya negocia para que sea distribuido desde París.
La buena racha de 2012 comenzó, dice, desde que De jueves a domingo se estrenó en el Festival de Cine de Rotterdam. Después de eso, la película no ha parado de exhibirse en una decena de festivales en países tan disímiles como Noruega, Inglaterra, Austria y Japón. “Todo mi año ha sido así”, cuenta Sotomayor quien viaje tras viaje, de festival en festival, ya cuenta con tres premios –Nuevo Horizonte de Polonia, Indie Lisboa de Portugal y Valdivia– en la categoría mejor película del año.
El gran viaje de la infancia
Una escapada de fin semana como última posibilidad de mantener unida a una familia es el argumento central del primer largometraje de Dominga Sotomayor. Dentro de un auto azul, antiguo y a mal traer, Lucía de diez años y su hermano menor viajan con sus padres al norte de Chile durante un fin de semana largo. Los juegos en el auto, las adivinanzas, los sándwiches compartidos, las peleas murmuradas de sus padres y su eventual separación son elementos de la travesía, situación que para los más cercanos a Sotomayor tiene una relación autobiográfica con la cineasta.
Sotomayor explica que si bien el origen de todas sus historias está en sus propias experiencias, éstas luego se vuelven autónomas y, de paso, únicas. “Las historias nacen y tienen algo de mí. Pero siempre hay una distinción entre mi persona y los personajes que construyo. Soy fiel a contar su perspectiva, su propia historia”, explica.
En el caso de De jueves a domingo, todo partió a raíz de una foto de ella junto a su hermano sentados en un auto. A partir de esa imagen fue que imaginó y construyó la historia del viaje familiar a Punta de Choros, en el cual un matrimonio se derrumba mientras sus hijos observan el desastre desde el asiento trasero.
“Todo parte de unos viajes que hice cuando chica. Tenía la idea de hacer un registro en que la memoria no fuera capaz de rescatar todo, como una foto que se comienza a velar”, explica Sotomayor.
A pesar de declarar la independencia de sus personajes respecto a su biografía, la cineasta reconoce que su infancia es una gran fuente de inspiración para su trabajo. Criada en la Comunidad Ecológica de Peñalolén, ella recuerda su niñez como “algo realmente especial”. Fue la primera hija de la familia, la primogénita que a los nueve años vio llegar un intruso a la familia: Pascual, su hermano.
En ese instante sus días de hija única jugando sola entre las malezas se acabaron. “Todos esos años ayudaron a que la Dominga desarrollara un gran mundo interior”, asegura su madre, Francisca Castillo.
La familia Sotomayor Castillo llegó a la Comunidad Ecológica de Peñalolén cuando había apenas una decena de casas y las relaciones eran estrechas entre los vecinos. De entonces, Sotomayor recuerda haber estado siempre muy atenta a su entorno, observando todo lo que pasaba a su alrededor. “Era consciente de todo ese mundo, donde existía una relación horizontal entre niños y adultos, y cuando mis observaciones de niña quizás hasta me angustiaban”, recuerda Sotomayor, quien desde esos días conserva su predilección por la soledad y el silencio.
La vida antes del cine
“Nunca tomé la decisión de que esto era lo que tenía ganas de hacer con mi vida. Sólo sucedió orgánicamente. Me la tuve que creer”, dice Sotomayor, quien al salir del colegio, confundida por la cantidad de áreas que le interesaban, decidió estudiar Bachillerato en la Universidad Católica. Entonces, pensó continuar literatura, sociología o teatro, pero en segundo año –cuando tenía que decidir qué seguir– la universidad abrió una carrera poco conocida y que llamó su atención: Dirección Audiovisual. “Aunque fuera un conejillo de Indias, me gustaba la idea de ser parte de una primera generación”, dice hoy Sotomayor.
Una de sus compañeras y amigas más cercanas en la UC, Catalina Marín, recuerda que los trabajos de Sotomayor siempre estuvieron marcados por temas personales relacionados a su familia. Le gustaba tomar recuerdos antiguos y traspasarlos a sus propias filmaciones. Marín recuerda con especial nitidez un trabajo de Sotomayor en que ella mostró a sus abuelos reinterpretando una escena filmada muchos años atrás por el hermano de su abuela, el artista plástico y escritor Adolfo Couve.
“La mezcla entre lo que grabó la Domi y el material antiguo filmado cuando sus abuelos eran jóvenes dio un resultado realmente hermoso. Muy íntimo”, cuenta Catalina Marín.
Pese a los viajes y a los premios del 2012, hoy Dominga Sotomayor asegura que se está tomando las cosas con calma. A veces piensa, dice, que le gustaría pasar algún tiempo lejos del cine para quizá dedicarse a la fotografía o a las video instalaciones. Porque, el cine le da todo, menos una de las cosas que más le gusta. La soledad.
Sobre la autora: Gracia Baldovino es alumna de tercer año de Periodismo y este artículo es parte de su trabajo en el curso Taller de Prensa Escrita, dictado por el profesor Sebastián Rivas.