Su representante legal es Pablo Rodríguez Drake, ingeniero civil de la UC, hijo de Luis Rodríguez Maluenda. Cuando este último habló con los fiscales, les contó que Nolli había llegado pocos minutos después del tiroteo a su oficina, diciendo que unos “sicarios que se hicieron pasar por PDI” habían intentado matarlo. Según Rodríguez, Nolli le explicó que querían sacarle dinero para dejarlo en paz.
El dueño de Goycolea declaró que no le creyó a Nolli, que eso lo desesperó y que el pistolero le empezó a gritar:
—Te dije que los Hernández iban a tender una trampa para perjudicarme, y que a ti te quieren sacar de Madeco y quizás hasta quieran matarte.
Alejandro Hernández, de la empresa Socorex Spa –dedicada a la exportación, comercialización y recuperación de excedentes industriales–, es quien supuestamente aparece citado en la declaración de Rodríguez. Se lo nombra, porque según Nolli, Hernández pretendía tenderles una trampa para poner fin a su vínculo con Madeco.
Después de discutir con Luis Rodríguez, Nolli salió rumbo a su departamento ubicado en el número 442 de Ricardo Cumming. Allí recuperó su arsenal: tres pistolas Glock calibre 40, dos Taurus, una de 9 mm con su respectivo cargador y otra .357 Magnun; una Norinco calibre 9 mm, además de 16 cargadores y 885 cartuchos para los tres calibres. A su pareja –Mercedes Vallade, quien desde el asiento del copiloto vio lo que pasó en La Divisa– le ordenó que preparara un bolso con algunas pertenencias personales: una muda de ropa, agua mineral. Nolli guardó todo y partió en su camioneta, solo.
La huida fue por Santiago Centro a la hora de almuerzo. Toda la ciudad estaba enterada de la muerte de los detectives en San Bernardo. Las radios de carabineros y de la PDI repetían la descripción del pistolero prófugo que conducía una camioneta Ford, modelo F-150, color rojo, patente YV-1108.
La policía interceptó a Nolli en la esquina de Avenida Balmaceda con General Bulnes, pero él –disparando a través de la ventana de la camioneta– se abrió paso hasta Cienfuegos con Agustinas, donde lo esperaba una muralla de policías y armas.
Atrincherado en su vehículo, Nolli nunca dejó de responder el fuego hasta que dos disparos –uno en la cabeza, otro en el tórax– lo liquidaron.
En la chaqueta de la sastrería Cubillos que Nolli llevaba puesta, había una suerte de diario de vida que, luego de ser descifrado por detectives, revelaría los detalles de su negocio. Ahí aparecían las cantidades de metal vendido, su pureza, el peso, el comprador y la fecha en que se había efectuado cada entrega.
El prontuario
En 1987 Nolli trató de matar a su entonces esposa. Pero no literalmente.
Casado en segundas nupcias con María Farías López, dueña de casa, tres hijos pequeños, un día Nolli le pidió a la mujer que se tomara unas vacaciones y se fuera al sur con los niños. Mientras ella y sus hijos descansaban en Villarrica, Nolli tramaba un plan para cobrar un seguro de vida que le había contratado a María Farías López por 2.500 UF, equivalentes a 8.356.175 pesos de la época. Además de ese seguro, había otro, también a nombre de la mujer, firmado con la compañía norteamericana Western Life Insurance Company y que estaba tasado en 100 mil dólares, unos 20 millones de pesos de entonces.
Para no levantar sospechas, Nolli fingió el funeral de su mujer. Compró un espacio en el cementerio y un ataúd que rellenó con piedras. En la funeraria explicó que su mujer había muerto de una enfermedad sumamente contagiosa y, por eso, el féretro debía ser sellado.
muy buen articulo aunque esperaba ver más de sus antecedentes pasados de nolli , como si algo lo afecto en su niñes para actuar así ante los de la pdi si tuvo episodios fuertes o que lo impulso a matar tan facil , etc. muy buen articulo pero mucho enfoque en lo que es dinero.