Pablo Álvarez Y. / Fotos Martín Corvera

Aunque lleva nueve meses como presidenta de la Central Unitaria de Trabajadores (CUT), a Bárbara Figueroa (34) le faltaba un estreno. Su prueba de fuego fue el 1 de mayo pasado, un día de muchos hitos. Después de doce años, fue el primer Día del Trabajo sin Arturo Martínez a la cabeza de la multisindical; el primero en la historia con una mujer a la cabeza de la CUT y el primero en cuatro décadas –desde el liderato de otro Figueroa, Luis– con un militante PC como máxima representante de los trabajadores.

Ese miércoles 1 de mayo, la Central proclamó tres ejes de su gestión futura –un nuevo código laboral, una reforma tributaria y el término del sistema de AFP–, ante un número de participantes en el que no hubo acuerdo: 150 mil según la CUT y 25 mil para Carabineros.

En las redes sociales, sin embargo, el foco no estuvo en la cantidad ni en los planteamientos formulados ese día, y la conversación en Twitter estuvo marcada por las críticas a Figueroa por el uso de una chaqueta deportiva de la marca The North Face, aunque ese día vistió una blusa roja. Las fotos en la que aparecía con la prenda outdoor correspondían al 11 de abril, día de la primera marcha estudiantil del año.

En el patio de la CUT, Figueroa hoy se toma el tema con humor y cuenta que ya pidió que le hicieran otra chaqueta. “Quiero que me hagan una de la CUT, pero sin el logo de la ENAP (como hoy lucen las institucionales). No será tan abrigadora como una North Face, pero bueno”, bromea.

—La llegada de una mujer a la presidencia de la CUT no estaba en el mapa, ¿cuál es el aporte femenino en una Central con históricos liderazgos masculinos?
—No es tan descabellado que se haya elegido a una mujer para encabezar la Central. Es el reflejo del cierre de una etapa. Los cambios dan cuenta de un estado de agitación en el país, donde la necesidad de cambios estructurales se pone a la orden del día. Y lo que nosotros le hemos puesto a la CUT no es solo un cambio de rostro: Le hemos propuesto un cambio de mirada, un cambio de perspectiva, de ejes distintos en torno a los contenidos que el mundo sindical ha madurado.

—¿Qué tan difícil es ser presidenta de la CUT? Arturo Martínez dijo a este mismo medio que era más difícil ser secretario general: Que la labor política la hacía él y la presidenta estaba para la imagen.
—(Ríe) Probablemente ser secretario general es más pega que ser presidente en algunos aspectos, que son más de la vida institucional, más de la vida administrativa de la Central. Y por cierto que la presidencia tiene la responsabilidad de ser la cara más pública de la Central.

La CUT y la política

En 1973 Salvador Allende se convirtió en el último Presidente de la República en participar en un acto del 1 de mayo. Desde entonces la relación con los políticos oficialistas no ha sido fácil. Incluso, en 2010, la exministra Carolina Tohá, junto a algunos parlamentarios de la Concertación, recibieron escupitajos de los asistentes.

Este año, 20 días después del Día del Trabajador, en la CUT estuvieron – aunque sin muchas expectativas– muy atentos a la última cuenta pública del gobierno del Presidente Sebastián Piñera.

—¿Cómo recibió la CUT el discurso presidencial del 21 de mayo teniendo en cuenta los tres ejes planteados por la Central el Día del Trabajo?
—Nosotros lo habíamos dicho previamente. No teníamos expectativas, porque obviamente si estos temas no se abordaron en los tres primeros años del gobierno, difícilmente estas grandes transformaciones van a lograr ser resueltas en los seis u ocho meses que en la práctica le van quedando a esta administración. Ni siquiera se hizo una evaluación abierta respecto de por qué el gobierno no pudo cumplir con sus promesas de campaña.

—¿Cuáles?
—La ley de universalización de las salas cuna, la ley de seguridad minera por trabajos pesados, que fue muy bullada al calor del rescate de los 33 mineros; el multi RUT y el salario mínimo. No hubo una proyección ni tampoco una evaluación y eso nos parece preocupante.

—¿Por qué?
—Porque es una señal de alerta al movimiento sindical, ya que da cuenta de que el gobierno ha optado por los sectores más conservadores. La señal es que el sector más tecnocrático es el que está tomando las riendas de la última etapa de gobierno y eso tiene un impacto evidente.

—¿En qué se puede observar ese viraje?
—En que dar entender que el único tema sobre el cual debemos avanzar es la capacitación, como si los trabajadores o trabajadoras estuviéramos en el mejor de los mundos, no solo es poco realista, sino que es lisa y llanamente una mentira. Hoy no estamos con mejores empleos de los que había antes del terremoto y tampoco estamos con contratos que garanticen la protección de los trabajadores. Por lo tanto, nos parece que hubo un exitismo excesivo.

—El gobierno evalúa como un éxito laboral la creación de 800 mil empleos.
—En Chile no es suficiente el empleo como fuente de superación de la desigualdad. De acuerdo a los datos de la encuesta Casen, sobre el 70% de los pobres en nuestro país son asalariados y, por lo tanto, tener empleo no es sinónimo de salir de la pobreza o tener mejores condiciones. En un reciente seminario de la OIT, la economista Andrea Repetto entregó cifras muy gráficas: El 50% de los trabajadores en Chile, independientemente del sistema en que trabajen, no recibe rentas superiores a los 307 mil pesos, y el 25% de los trabajadores no recibe ingresos superiores a los 199 mil pesos. O sea, cuando acá Chile crece, como está creciendo, es producto precisamente de la desvalorización del trabajo. Se abaratan los costos del salario para obtener más ganancias.

—¿La cartera de Trabajo estuvo en deuda el 21 de mayo?
—La ausencia de la ministra Evelyn Matthei en la cuenta del 21 de mayo, independiente de las explicaciones por enfermedad u otros, es una señal decidora. Porque, en definitiva, el gran ausente ese día terminó siendo el mundo del trabajo.

—¿Cómo evalúa su relación con ella, teniendo en cuenta que por primera vez coinciden mujeres en el Ministerio del Trabajo y en la presidencia de la CUT?
—La relación que nosotros establecimos con el Ejecutivo, más allá de que hoy día nos corresponda a dos mujeres encabezar las máximas organizaciones, tiene que ver con los proyectos. Y en eso evidentemente hay distancias.

Vida partidaria

Bárbara Figueroa, profesora de Filosofía, separada, un hijo, cuenta con una larga vida partidaria. Fue militante de las Juventudes Comunistas desde los 15 años y hoy integra el comité central del partido, el que el 25 de mayo pasado optó por apoyar la opción presidencial de Michelle Bachelet.

Profesora de filosofía, Figueroa milita en el PC desde los 15 años.

—¿Comparte ese apoyo?
—Siempre expresé que era necesario que se escuchara la voz del colectivo. Lo que el pleno del comité central hizo fue, en base a las necesidades y a las prioridades, avanzar en políticas no sólo progresistas sino que de avanzada en torno a la democratización del país. Lo fundamental es ver cómo rompemos con las trabas que aún tenemos todavía de la dictadura, cómo avanzamos en un Chile democrático con justicia social, cómo se puede incidir más hoy día para avanzar en ese camino y, en ese marco, la definición del PC de apoyar a Bachelet es certera, ya que avanza hacia un gobierno de un nuevo tipo.

—¿Ve posible alcanzar esas metas en un eventual gobierno de Bachelet?
—Es evidente que no todo se va a alcanzar en un período. Chile está entrando en un nuevo ciclo y, por lo tanto, de eso es lo que uno tiene que hacerse cargo, no solo del apoyo a un candidato presidencial para los próximos cuatro años. Acá hay un desafío mayor.

—¿La definición del PC le ha significado críticas dentro de la CUT?
—No. Los dirigentes sindicales tenemos claro que nuestro rol como militantes –en la CUT hay miembros del Partido Socialista, radicales, democratacristianos y comunistas–, es distinto al rol que tenemos en la organización social. Acá lo que debemos resguardar son las definiciones del colectivo. Y, en el caso del movimiento sindical, la definición que ha seguido madurando es que no queremos más derecha en el gobierno, pero eso no significa apoyos, compromisos ni menos cheques en blanco a ningún candidato de oposición hoy día. Además, entiendo que la definición del PC no es vinculante para ninguna de las organizaciones donde hay militantes comunistas.

—¿El PC debiera integrar un eventual gabinete de Bachelet y quedar en sus manos la cartera del Trabajo?
—El tiempo en el que estamos es el tiempo en que esperamos debatir ideas antes que cupos o repartición de ministerios. Lo prioritario es saber si hay voluntad política para avanzar en las grandes transformaciones que necesita el país. Después discutiremos lo otro y, por cierto, lo primero es ganar la elección antes de ponerse a repartir cupos o espacios. Ese debate sería el peor en que podrían caer los partidos.

—Luego de haberse reunido con los candidatos de la Concertación, ¿qué planteamientos de la CUT son los que generan menos consenso?
—La mayor distancia con los candidatos de la Concertación es el tema previsional. Las propuestas han sido claras por parte de algunos candidatos respecto de una AFP estatal o alternativas mixtas dentro del sistema. El planteamiento nuestro es que queremos un nuevo sistema previsional de carácter público, con pilar solidario, no de capitalización individual y con un elemento clave: No puede ser un sistema con carácter lucrativo.

—¿La capitalización individual es el problema?
—Hay un problema estructural. De cada 10 pesos que los trabajadores cotizan hoy en el sistema de AFP, por lo menos cuatro se van a costos de administración y, por lo tanto, se ve bastante mermado nuestro aporte al fondo de cuenta individual. Ahí hay una cuestión que para nosotros es de peso. Otro de los elementos clave es que no puede ser un sistema con carácter lucrativo, porque de lo contrario se produce la distorsión actual, en el que los trabajadores pagamos los costos por las malas decisiones de los administradores de fondos de pensiones, y ellos –a pesar de eso– obtienen grandes utilidades igual.

—La reforma al Código laboral es otra de las demandas complejas hechas por la CUT a los presidenciables.
—Y ahí planteamos el reconocimiento al sindicato como el único instrumento negociador e incentivos para que los sindicatos tiendan a ser más grandes y más representativos. Hoy día ni los trabajadores del mar, ni de la construcción, ni los temporeros tienen derecho a negociación. Eso hay que garantizarlo, al igual que la negociación interempresas, sectorial y ramal.

—¿Cómo van a lograr incluir estos temas en los programas de los presidenciables?
—Primero, planteando estos postulados en todas las instancias. Y, en segundo lugar, esto se va a ser visible en la medida que se acompañe fuertemente de movilizaciones.

—Para el 11 de julio tienen programado paro nacional productivo. ¿No es arriesgada esa convocatoria teniendo en cuenta que no todos los sectores adhieren a estas paralizaciones?
—Entre enero y abril de este año hemos tenido paros solidario de los trabajadores de los puertos, movilizaciones de los forestales, de la Junji, de Integra y un paro histórico de los trabajadores del cobre. Si uno mira todos esos elementos, evidentemente que creemos que hoy día hay condiciones favorables para poder proyectar una movilización nacional como la que nos hemos planteado.

—La Confech llamó a una marcha multisectorial para el 26 de junio. ¿La dirigencia estudiantil se contactó con ustedes?
—Hasta ahora no hemos tenido ningún contacto por parte de la directiva de la Confech para ese día, pero tenemos toda la disposición. No se trata de restar, sino que de sumar, para avanzar en distintas plataformas. En eso nadie se pierde.

Sobre el autor: Pablo Álvarez es alumno de cuarto año de Periodismo y este artículo es parte de su trabajo en el curso Taller de Prensa Escrita, dictado por la profesora María Olga Delpiano.