Así fue como Ünger comenzó la década de los 90, sola. Se fue a vivir al sector del Arrayán, donde, recuerda, podía estar más tranquila, en contacto con la naturaleza y con ella misma. Pero su cambio no estuvo exento de momentos complejos:
—Yo estaba sola, mi hermano no podía entrar al país porque era exiliado económico, murió mi mamá, a los nueve meses murió mi papá. Ahí caí en un hoyo.
Logró superar esa etapa, pero aún le faltaba algo: “paz”. Cada vez que conocía alguna técnica que le pudiese ayudar, empezaba a practicar. Se interesó por la digitopuntura, la reflexología, el método de control mental Silva, la meditación trascendental, el reiki. Buscaba, buscaba, buscaba.
Actuar ya había dejado de ser su prioridad, y en 2001 anunció su retiro del teatro y las teleseries para dedicarse por completo a ejercer como terapeuta de reiki y bioarmonía. El último trabajo teatral al que se dedicó fue la obra Anatomía de un caballo, dirigida por Ana María Zabala. Yael fue la protagonista y encarnó a Delia del Carril, la segunda esposa de Neruda, más conocida como “La Hormiguita”.
En eso estaba, cuando un día de 2003 abrió una revista y apareció Isha: una gurú espiritual que realizaría un seminario en Santiago junto a sus maestros. En esa oportunidad, enseñaría su técnica para “elevar la conciencia, alcanzar la paz y autosanarse”. Justo lo que Ünger andaba buscando.
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—Cierren sus ojos, respiren y repitan mentalmente “alabanza al amor por este momento en su perfección”, llevando la atención al corazón. Si viene algún pensamiento, lo dejamos ir, son como olas. Dejamos un espacio y volvemos a repetir.
Así comenzaban la primera etapa de trabajo los alumnos nuevos que tomaron el seminario con Isha, el 8 de junio pasado en el teatro del Club Providencia. Hasta el lugar llegaron cerca de 700 personas de distintas regiones de Chile en busca de algo: la felicidad. Así también llegó Ünger hace diez años.
Isha, es una gurú espiritual australiana de 50 años que diseñó un sistema para autosanarse y elevar la conciencia, según se lee en su página web oficial. A través de su Fundación Isha Educando por la Paz –compuesta por ella y sus maestros–, enseña en distintos países que “el amor-conciencia es quienes somos en el nivel más profundo; y sin embargo, lo hemos perdido de vista”.
El sistema consiste en repetir mentalmente y con los ojos cerrados cuatro facetas, frases consideradas verdades absolutas. Es una práctica similar a la meditación a la que llaman “unificar”. Lo ideal es que los alumnos unifiquen una hora, beban al menos 1,5 litros de agua y realicen media hora de actividad física todos los días.
Yael comenzó la práctica del “sistema” en 2003 y pronto decidió hacer la maestría. Dejó todo lo que tenía en Chile y partió a Santa Marta, ciudad ubicada en la costa caribeña de Colombia, donde estaba el Centro Isha. Cuando se convirtió en maestra, cambió nuevamente su nombre por Ishani: “reina del paraíso, diosa imperial, la perfecta encarnación de la conciencia crítica en forma femenina”.
La Fundación Isha Educando para la Paz hoy posee dos centros llamados “La I”: uno en Bahía Manzanillo, México y el otro en Costa Azul, Uruguay. Este último lugar es donde ahora Ishani –antes Yael– vive la mitad del año, junto a otros maestros y estudiantes. A estos centros acuden quienes deseen practicar de forma intensiva “el sistema”.
Matías Came es un universitario paraguayo que vive en Buenos Aires. Él realizó el programa de seis meses en “La I” de Uruguay, donde conoció a Ishani:
—Nunca supe que era tan conocida en Chile, no tenía una postura de famosa, ni un poco de arrogancia. Por ahí es un poquito controladora, o estructurada podría decirse. Pero es muy dulce y paciente. Lo que sí queda de sus días de pantalla es su andar elegante, es fina, coqueta.
Los maestros del sistema son 30. Ellos viajan por el mundo enseñando sus herramientas y realizan labores sociales como parte del programa de la Fundación Isha Educando para la Paz. En Chile la organización realizó un convenio con Gendarmería el 17 de mayo de 2011 –luego de estar enseñándoles su método a internos desde 2005– para ofrecer el Sistema Isha en todas las cárceles del país. El acuerdo establecía un plan de dos meses en los que se enseñaría “el sistema” y se realizaría un seguimiento a quienes lo practicaran.
Los maestros no tienen sueldo, pero reciben dinero para sus gastos personales. Esto, entre otras cosas motivó una serie de demandas por explotación por parte de antiguos maestros y estudiantes, quienes también dijeron que habían sufrido cuadros depresivos y psicóticos a causa de la práctica. Ishani no le otorga mayor importancia al asunto:
—La gente que habla mal de Isha o de su sistema es porque no ha podido atravesar algo. Entonces para justificar el no atreverse a llegar más lejos apuntan al resto. Este camino no es para cualquiera, porque te encuentras con cosas que nunca quisiste mirar en ti —asegura Ünger.
Cuando viene a Chile, Ishani vive junto a otros maestros en un departamento de Avenida Las Condes. En otro departamento de ese mismo edificio se quedó Isha los días previos y posteriores al seminario de junio pasado. En una sala de la recepción, vestida de negro con una boina roja, Ishani cuenta que son cinco los maestros, incluyendo a Isha, los que han experimentado la iluminación.
—También puedes llamarla conciencia humana completa y es lo más alto a lo que puede llegar una persona. Y no es algo para elegidos ni nada por el estilo, tú eliges enfocarte en eso —explica Ünger.
Ishani, Yael o Julia, termina de decir eso y mira el reloj. Su tiempo es poco, dice, porque tiene que responder llamados, correos, mensajes en Facebook, contactos vía Skype. Debe estar pendiente de un computador y un teléfono para los estudiantes, para resolver sus dudas y apoyarlos si están en un momento de estrés. No puede fallarles porque eso no es parte de la excelencia. Y hoy ese es su foco, nada más, asegura: “ser excelente”.
Sobre la autora: Carolina Álvarez Rossat es alumna de quinto año de periodismo y este trabajo corresponde a su trabajo en el curso Taller de Edición en Prensa Escrita, dictado por el profesor Rodrigo Cea.