Rosario Góngora / Fotos Isidora Fernández

Roxana Miranda está preocupada. El Doctorado de Ciencias Sociales de la Universidad de Chile organizó un debate entre candidatos presidenciales a las seis de la tarde y ella ya va una hora retrasada. “El último que se baja paga”, le dice riéndose Cristián Cepeda, encargado de prensa del comando, quien se baja del taxi primero. Lo sigue Roger Amigo, dirigente de la Asociación de Deudores Habitacionales (Andha) de Renca. Roxana, es la última que queda al interior del taxi. Con su billetera en mano saca los últimos cinco mil pesos que le quedan para ese día. Aún le faltan dos mil para terminar de pagar. Cristián desde afuera del auto comenta riéndose: “así de mal estamos”.

Desde que a mediados de agosto pasado oficializó su candidatura presidencial, Miranda se pasa el día en entrevistas y reuniones. La mayor parte del tiempo recibe llamados en sus dos teléfonos celulares, un Nokia negro financiado por el Partido Igualdad y un Samsung blanco que ella paga y que solo ocasionalmente tiene plata. El primero recibe llamadas de periodistas relacionadas a asuntos de su candidatura y el segundo, principalmente, lo utiliza para temas relacionados a los deudores habitacionales.

La jornada de Roxana Miranda partió muy temprano y al mediodía estaba citada a una entrevista en El Mercurio. Bárbara Orellana, dirigente de Andha por Macul, afortunadamente no tuvo clases en la mañana y pudo llevar a Miranda desde San Bernardo a Vitacura. El auto de Roger Amigo –el que comúnmente es utilizado para transportar a Roxana–, se echó a perder, por lo que el traslado de la candidata durante las próximas semanas deberá ser en taxi, metro o micro.

“Mi vestido, ¿dónde está mi vestido?”, pregunta Miranda más tarde. Bárbara saca de la parte de atrás del auto un vestido húmedo y arrugado de franjas naranjas y negras. “Es el único formal que tengo”, explica. Roger toma el vestido que será usado por la candidata en las escenas de la franja electoral. Ambos caminan juntos; van a reunirse con el gremio de trabajadores de la Empresa de Ferrocarriles del Estado (EFE), que busca que sus demandas sean incluidas en el programa de Gobierno de la candidata.

Miranda cuenta con 238 mil pesos cada mes. A través de una asignación familiar recibe 38 mil pesos y el resto corresponde a dinero que le entrega su expareja y padre de sus cuatro hijos. “Tengo que ser una economista para distribuir la poca plata”, explica la candidata. Si bien el dinero que recibe principalmente está destinado para la alimentación de sus hijos, reconoce que no siempre es así: “Muchas veces he tenido que movilizarme por la campaña con plata de la comida”, dice.

La reunión con EFE finalizó una hora después de lo esperado y la candidata tiene que volver a General Jofré, en la comuna de Santiago, a la oficina del Sindicato Interempresa Nacional de Trabajadores de Contratistas y Subcontratistas (Sintrac). “Tengo que cargar la Bip”, dice la candidata cuando llega al metro Estación Central. Cristian y Roger la esperan mientras hace una fila larga en la boletería del metro. Ya en el trayecto, nadie la mira diferente, nadie se acerca a saludarla. Al parecer, ningún pasajero se dio cuenta de que había una candidata presidencial en el vagón.

A diferencia de la campaña presidencial de Michelle Bachelet, quien en septiembre de este año solicitó un préstamo al Banco Estado de cinco millones de dólares –es decir, alrededor de 2.500 millones de pesos– para el financiamiento de su campaña, la de Miranda, solo cuenta con 2 millones de pesos, tope que el Partido Igualdad estableció gastar. La imposibilidad de pedir dinero al banco por la falta de un aval llevó a la candidata y al Partido Igualdad a solventar la campaña por medio de la autogestión. “No tenemos cómo financiarnos, ni tampoco como compararnos con campañas más grandes”, asegura Miranda.

En promedio, los partidarios de Igualdad desembolsan alrededor de 15 mil pesos al fondo común de las campañas electorales. Según cuenta Sergio Flores, candidato a senador por Santiago Poniente y tesorero del partido, por lo menos una vez al mes piden una colaboración a los cerca de 36 mil partidarios para que aporten a las campañas de la colectividad. “Cada uno pone lo que puede, no se le exige a nadie”, comenta el postulante al senado.

La última semana de septiembre el Servicio Electoral traspasó –según lo estipulado por la Ley N°19.884, sobre Transparencia, Límite y Control de Gasto Electoral– una suma de dinero para la campaña de cada partido político, según los votos obtenidos en la última elección. Al Partido Igualdad le correspondieron 50 millones de pesos. El dinero se dividió entre los 120 postulantes a consejeros regionales, diputados, senadores y la campaña de Roxana Miranda. A cada candidato le correspondieron 400 mil pesos que fueron utilizados principalmente en traslados y publicidad, según cuenta Sergio Flores, tesorero del partido.

En la oficina del Sintrac no hay movimiento. Desde hace más de dos meses que el Partido Igualdad utiliza las dependencias para reunirse. La oficina del comando, ubicada en Pasaje Huérfanos 1460 permanece cerrada la mayor parte del tiempo. El gran costo que significa mantenerla todo el día funcionado llevó al partido a solicitar un lugar del Sintrac. Miranda saluda a un par de personas y se sienta en la mesa central del sindicato lista para hacer una pausa de su agitada mañana. Dos integrantes del Sintrac preparan en ese mismo instante el almuerzo para quienes acaban de llegar. En total son siete personas y solo cuentan con cuatro platos de arroz, hamburguesas y huevos. Cuando le entregan uno a la candidata ella se para a buscar un plato más para separar su comida. “Si lo repartimos alcanza para todos, compañeros”, comenta a los presentes.

Por la tarde el ritmo de Miranda baja por un momento. Javiera Bruna, dirigente del Movimiento de Pobladores por la Dignidad de Lo Barnechea, arregla la bandera del Partido Igualdad que se rajó cuando la pasaron a llevar en una fonda el pasado 18 de septiembre. Sobre una silla están las 30 poleras que mandaron a hacer para la campaña. Bajo la cara estampada de la candidata se lee la consigna del partido: “Que el pueblo mande”. Javiera puso 130.000 pesos de su bolsillo para pagar las poleras y ahora todos deben pagarle cuatro mil pesos.

—No tengo ni pa’ pagar la Bip —le comenta Roger a Javiera.

—Yo tampoco —le responde la dirigente y ambos se ríen.

Javiera, además de ayudar en las campañas de otros candidatos del Partido Igualdad, está encargada de pegar los afiches de Miranda en las calles. El día anterior, junto a un grupo de jóvenes adherentes al partido, recorrió Santiago pegando afiches de la candidata. La “Campaña de la Ventana”, denominación que le dio el partido a esta acción, busca colgar afiches de la Roxana en las ventanas de las casas. Un mes atrás el partido recibió una donación de 100 mil impresiones de afiches. Miranda asegura desconocer de quién fue ese aporte.

“El partido trata de hacerse las lucas para que ella pueda viajar, pero casi siempre lo hace sola porque no tenemos ni uno”, comenta Roger Amigo. Los traslados de Miranda a actividades fuera de Santiago, según explican sus cercanos, son costeadas por el movimiento. En relación a la posibilidad de alojarse en regiones por eventos de la campaña, Amigo explica que el partido coordina con otros militantes para que la candidata puedan dormir en sus casas.

Miranda reconoce que no tiene esperanzas de ganar y cree que la próxima presidenta será Michelle Bachelet. Ella cree haber contado con menos cobertura que el resto de los candidatos en los medios de comunicación y lamenta no haber tenido el suficiente dinero como para llegar a todo el país. A pesar de eso, dice sentirse favorecida al no estar “botando la plata en la calle. No estamos haciendo justamente lo que tanto criticamos”. Para Roxana Miranda, la diferencia en las campañas no es más que un reflejo en miniatura de un problema gigante: la desigualdad en Chile.

Sobre los autores: Rosario Góngora es alumna de cuarto año de Periodismo y este artículo es parte de su trabajo en el curso Taller de Prensa Escrita, dictado por el profesor Sebastián Rivas. Las fotos son de Isidora Fernández, y corresponden a su trabajo en el curso Taller de Fotografía Periodística, dictado por la profesora Consuelo Saavedra.