Texto y fotos por Juan Pablo Casado

A comienzos del siglo XX, Francia se imponía como una de las capitales culturales y económicas de Europa. Artistas y filósofos como André Bretón, Paul Gauguin o Jean-Paul Sartre ganaban fama internacional gracias a la publicación de sus obras. En arquitectura, Gustave Eiffel ya gozaba de prestigio internacional por haber encabezado la construcción de la Torre Eiffel en 1889.

En Sudamérica, inspirados por el espíritu parisino, diversos gobiernos intentaron emular a la capital francesa. Perú, Bolivia, Brasil, Colombia, México, Panamá y Argentina contrataron a Eiffel para construir diversas obras de infraestructura. Tal como relata el cronista Roberto Merino en su libro Santiago de Memoria, la Estación Central fue creada en 1863 y remodelada en 1897, bajo el mandato del presidente Federico Errázuriz Echaurren. Se encargó a la empresa francesa en la que trabajaba Eiffel, Schneider Co Creusot, la edificación de una bóveda de acero que uniera bajo un techo todos los andenes. En esos años la estación se consideraba el límite sur poniente de Santiago.

 Hoy el terminal ya no se sitúa como un límite geográfico de la capital. El crecimiento metropolitano terminó por absorber la estación, ubicándola al centro de la ciudad.

Según el documento de recorridos patrimoniales de Santiago, patrocinado por el Consejo Nacional de la Cultura y Las Artes y publicado por la Organización Cultura Mapocho en 2011, en 1900 la Estación Central era el portal que conectaba el mundo campesino con el urbano. Viajeros provenientes del sur llegaban a la capital seducidos por los avances de la modernidad y las oportunidades de trabajo. Fue así como alrededor de la estación se fueron desarrollando diversos centros urbanos, tales como las comunas de Santiago, Quinta Normal, Pudahuel y Maipú, las que aprovecharon los trenes para comerciar.

En la Estación Central es donde se mueve el mayor flujo de pasajores de la red de trenes de Chile.

A pasos de la Alameda, hoy el terminal, nombrado Monumento Nacional el 29 de junio de 1983, ya no se sitúa como un límite geográfico de Santiago. El crecimiento metropolitano terminó por absorber la estación, ubicándola al centro de la ciudad.

El periódico oficial de la municipalidad de Estación Central asegura que en la actualidad la estación transporta: “una población flotante estimada de 300.000 pasajeros diarios”, entre buses y trenes. A pesar de que hoy la Empresa de Ferrocarriles del Estado trabaja a pérdida (el 2014 se perdieron más de 80 mil millones de pesos), es en este lugar donde se mueve el mayor flujo de pasajeros de la red.

20 metros sobre el piso, justo al centro del terminal, un reloj marca la hora de llegada de los trenes. Son las seis de la tarde y una docena de pasajeros se sube a uno de los vagones que va en dirección a San Bernardo. Los asientos vacíos superan los utilizados. A las 18:15 hrs. el tren toca su bocina para indicar que partirá su viaje. Cinco minutos más tarde, la bocina vuelve a sonar y el tren emprende marcha hacia su destino.

Sobre el autor: Juan Pablo Casado es alumno de último año de periodismo y escribió este artículo como parte de su trabajo en el Taller de Edición en Prensa Escrita, impartido por el Profesor Enrique Núñez Mussa.