Por Matías Rivas/Fotos: Domingo Abelli

Su primera novela (La ciudad anterior) ganó el concurso de la revista de libros de El Mercurio en el año ‘91. Vendió cerca de 40 mil ejemplares, transformándolo en uno de los escritores más emblemáticos de la llamada Nueva Literatura Chilena de la década de los noventa. Sin embargo, desde la publicación de su cuarta novela (La ley natural), el éxito y las críticas no han estado de su lado. En contraste, con la recepción que han tenido autores chilenos contemporáneos a quiénes Contreras critica por su “prosa sin olor ni color” y por ser el grupo literario más “organizado, institucionalizado y academizado” del país.

Contreras se sitúa a sí mismo en otra vereda. Dice estar alejado de las exigencias del mercado. Vive solo, en un departamento tapizado de literatura clásica. Asegura que le gusta la gente inteligente, divertida, con sentido del humor y culta: “Digamos que si yo le digo a alguien… José Donoso, que no me pregunten ¿y él quién es?”.

El origen

— ¿Cómo llegó a la literatura?
— En mi casa tuve una muy buena biblioteca, gracias a mi padre, quien era un gran lector. Balzac, Flaubert, Stendhal, los grandes clásicos, estaban ahí; la lectura de ellos fue crucial; y luego, de repente, uno se pregunta: ¿Por qué yo no?

— ¿Por qué no ser escritor?
—Claro, yo desde los 13 años que escribo. Me acuerdo que le mostré algunos cuentos a Poncho Vergara, cura del San Ignacio; él fue uno de mis primeros lectores. Luego, en un momento dado, me dije que iba a ser escritor, porque yo no quería hacer otra cosa.

—Y entonces viajó a Europa y recorrió países como España y Francia
—Así es. Mi idea era romper el puente… cruzar el puente y luego volar el puente, de modo que yo no tuviera la oportunidad de volver a retomar nada de lo que, en su momento, se había iniciado como unos estudios de periodismo en la Católica, que no terminé, pues estuve ahí sin ningún interés.

—¿Conoció a escritores chilenos estando allá?
—A José Donoso, quien fue muy generoso conmigo cuando estuve en Madrid. Leyó algunos cuentos míos y me encontraba muy D.H. Lawrence, escritor que nunca me ha gustado.

—¿Vio algo particular en la figura de Donoso?
—La imagen de alguien que había decidido tempranamente ser escritor, como un modo de vida. Pepe era de los pocos escritores chilenos que uno podía decir que realmente vivieron de la literatura, por lo que desde entonces vi en la escritura un camino posible.

En 2013, Contreras, publicó Mecánica Celeste, después de nueve años sin lanzar un libro.

Diagnósticos de la literatura chilena actual y el oficio del escritor

—¿Cuál es el diagnóstico que hace de la literatura chilena de hoy?
—Lamentablemente se hace cargo del déficit del lector y pone las cosas con una simpleza que no es más que complacencia y servidumbre. Eso no tiene nada que ver con el enérgico acto artístico. El mundo de hoy es muy hostil para el arte, porque para hacer arte necesitas tiempo y paciencia, dos cosas que hoy apenas existen. Ese concepto de “hacerla”, que está tan presente en los jóvenes, deberían erradicarlo. El camino de la literatura es largo.

“La recompensa son algunos lectores a los cuales tú llegas, lectores que han podido leerse a sí mismos en un libro tuyo”.

—¿A qué “jóvenes” se refiere?
—Por ejemplo, algunos jóvenes de mis talleres literarios, que piensan que encontraron un atajo o algo por el estilo. Ellos entran al tiro en conflicto conmigo.

—Ese “largo camino” del que habla, ¿tiene alguna recompensa recorrerlo?
—Sí, la recompensa son algunos lectores a los cuales tú llegas, lectores que han podido leerse a sí mismos en un libro tuyo. No existe otra recompensa.

—¿Usted cree que la novela, en su estado puro, corre peligro de extinción?
—Yo me lo temo. Creo que soy de los últimos de una especie. No queda más remedio que asumirlo, cuando la cultura de hoy supone que las series de televisión son la más alta expresión artística, cuando te dicen que Los Soprano tiene la misma calidad que Hamlet. Yo estoy en contra de esas estupideces. Para mí la novela es el instrumento más eficiente y sofisticado de representación de la realidad.

—¿Y cuál debería ser la postura del escritor?
—Yo soy un escritor en estado salvaje y esa es la única postura que debe tener el escritor. Hay que salvar la pureza de la obra, todo el resto es mierda. El éxito en el sistema de la moda…hay que estar fuera, porque entras y te hacen picadillos.

“Para mí la novela es el instrumento más eficiente y sofisticado de representación de la realidad”.

—¿Y la postura del lector?
—La lectura precisa de tiempo, tiempo interno, el que no lo tiene… ¡que no lea! El verdadero placer de la lectura está reservado para aquellos seres que se pueden sustraer al tiempo y enfrascarse profundamente en las páginas. Si tú vas a leer por encima, dedícate a otra cosa, ve House of Cards.

—Usted está en contra del éxito, pero tuvo mucho éxito en los noventa
—Y no sirve de nada, no tiene nada que ver con la obra. El éxito es el sida del artista, nadie resiste el éxito, y yo me encargué de estropear el mío. Lo que siento ahora, en cambio, es una sensación de que he triunfado sobre la obra, pero ojo, ese triunfo es siempre incompleto, por lo tanto mi afán es seguir escribiendo para tratar de colmar ese vacío.

—Pero según lo que acaba de decir, ¿cómo explica, por ejemplo, a un poeta como Pablo Neruda, tan exitoso desde temprana edad?
—Es un caso bien paradigmático de éxito en vida, como pocos artistas en el mundo. Probablemente Neruda es “el caso” de éxito temprano, pero a un Neruda no lo cuentas dos veces, es decir, un poeta con la proyección de Neruda, imposible contarlo dos veces. Sostengo que el éxito no es bueno y seguramente tampoco le hizo bien a Neruda.

“Estoy terminando una novela, que empecé el 12 de noviembre del año pasado. Escribo a un ritmo de cuatro páginas diarias”.

—¿Recomendaría a los jóvenes prescindir de la nueva literatura chilena?
—Yo no recomiendo nada a nadie.

—¿Y qué autores lee hoy?
—A Proust y algunas cosas de James. Pero sobre todo a Proust. Entre el 2013 y 2014 leí En búsqueda del tiempo perdido por tercera vez. No bajo de esas lecturas.

—¿Por qué ha vuelto tanto a esa obra?
—Porque es una máquina de imágenes que tiene una férrea estructura de tiempo. La obra de Proust es una mina de oro en términos de elaboración poética y cuando digo esto me refiero a lo que Bloom llama la riqueza metafórica. Dicha riqueza no la encontrarás en una escritura plana como la de Zambra.

El nuevo proyecto literario

—¿Ha vuelto a escribir desde la publicación de Mecánica Celeste?
—Estoy terminando una novela, que empecé el 12 de noviembre del año pasado. Escribo a un ritmo de cuatro páginas diarias.

—¿Algo que nos pueda adelantar?
—Mi mamá murió el año pasado y desde ahí me han llegado imágenes de ella. Estoy haciendo una novela que tiene que ver con gente joven, de treinta años en el año ‘63, donde el mundo era espectacularmente sensacional, donde todo era esperanza. Esa novela ocurre en los albores de la muerte de Kennedy, donde no había ni una nube negra en el horizonte.

Sobre el autor: Matías Rivas es alumno de quinto año de periodismo, y es creador y editor de la sección de entrevistas a escritores Ágora literario como parte de su trabajo en el Taller de Edición en Prensa Escrita, impartido por el Profesor Enrique Núñez Mussa. Domingo Abelli es alumno de quinto año de Dirección Audiovisual y sacó las fotos como colaborador de Km Cero.