Emilia Duclos / Fotos Camilo Muñoz

Gabriel Rodríguez tenía 12 años cuando le mostró a su madre el dibujo de un hombre cortado por la mitad con un hacha incrustada en la cabeza. La imagen era técnicamente perfecta, pero María Eugenia Pérez no sabía si elogiar a su hijo o llevarlo al siquiatra. Menos podía saber que más tarde él se convertiría en el dibujante y coautor de Locke & Key: el cómic más vendido en Estados Unidos en 2011.

Está casado hace 12 años, es padre de dos hijos de 9 y 3 años y proviene de una familia de siete hermanos. Aunque estudió arquitectura en la Universidad Católica, hoy su cabeza está puesta en lo que más le apasiona: el cómic. A sus 38 años, por el trabajo que realiza en su oficina en Santiago, ha sido nominado dos veces –como mejor dibujante y por mejor serie única, Locke & Key– a un premio Eisner, el equivalentes a los Oscar de las historietas, y ahora está entre los favoritos para llevarse un Hugo, uno de los galardones más importantes de la disciplina que se entregan en Estados Unidos.

La carrera de dibujante de Rodríguez comenzó después de convertirse en arquitecto. Su primer trabajo importante en esta área fue la ilustración de la saga chilena Mitos y Leyendas, lo que le permitió aprender sobre color digital e involucrarse en el sistema de trabajo de la industria. Probó suerte enviando algunos de sus dibujos a la editorial estadounidense IDW Publishing, con la idea de empezar a dedicarle más tiempo al cómic. Le preguntaron si podía entregar 20 páginas en un mes y Rodríguez –que nunca había dibujado esa cantidad en tan poco tiempo– respondió que sí. De ese modo comenzó a dibujar el cómic de la serie televisiva CSI. Era el año 2000. Ocho años después, Chris Ryall, editor de IDW, le propuso una nueva tarea: ilustrar Locke & Key: un cómic de terror que cuenta la historia de una familia que llega a vivir a una mansión repleta de secretos y llaves mágicas.

Rodríguez comenzó a trabajar con el autor de la historia, Joe Hill, a través de correos electrónicos, sin saber que el escritor era hijo del novelista Stephen King. Desde un comienzo ambos acordaron que la publicación sería un proyecto de co-autoría, y se conocieron en persona recién un año después, cuando el chileno viajó a Estados Unidos. Hoy mantienen una relación virtual, pero esto no les impide discutir sobre cada detalle de la saga. En una entrevista con el diario La Tercera, Joe Hill habló de su relación con Rodríguez y la definió como “un viejo matrimonio”, en el cual cada uno complementa al otro.

Rodríguez dibuja en promedio cinco páginas cada semana.

Con fines de semana y vacaciones incluidas, Rodríguez lleva cinco años dibujando Locke & Key. Dice que los personajes de la mansión Key House ya son parte de su vida: “Yo he tenido dos familias paralelas, a las que me he tenido que dedicar con la misma intensidad”. Una de las tareas que más tiempo le tomó fue construir en 3D la casa donde transcurre la serie, para poder mover los personajes de manera coherente en los espacios. Con el mismo detallismo, Rodríguez diseñó todas las llaves de la casa para que fueran construidas a escala real y hasta contó las baldosas de la cocina para mantener su cantidad en todas las viñetas. Pese a esa clase de esfuerzos, él confiesa que solo queda satisfecho con un 4 por ciento de lo que dibuja.

En el colegio, Gabriel Rodríguez tenía promedio 6,9. Su madre cuenta que él nunca estudiaba y que tenía muy buena memoria. Carmen Gloria Velasco, su profesora de arte, asegura que era el mejor de su generación. Para Rodríguez tener lápiz y papel siempre era una necesidad básica. “Podía olvidarse de comer, pero no de dibujar”, cuenta su madre. Desde pequeño cultivó su devoción por los cómics con Ásterix & Óbelix, Tintín y distintas historias de súper héroes. Más tarde, con autores como Alejandro Jodorowsky, descubrió una faceta más compleja y filosófica de las historietas.

Hoy Rodríguez gana entre 200 y 300 dólares por cada página que dibuja, lo que le permite vivir exclusivamente del cómic. Para cumplir con los plazos de entrega a IDW Publishing, se levanta temprano para ir a dejar a uno de sus hijos al colegio, trota 30 minutos y dedica el resto del día a dibujar en su oficina ubicada en la esquina de las avenidas Las Condes y Estoril. Rodríguez trata de que su trabajo sea ininterrumpido, pero sus responsabilidades de padre lo obligan a escaparse para hacer tareas de colegio o ir al supermercado.

En general dibuja cinco páginas a la semana, pero ahora último está produciendo entre tres y cuatro, ya que con Joe Hill acordaron que en el tomo final de la saga se iba a potenciar aún más la calidad técnica del dibujo. El ritmo de producción de Rodríguez no depende de su inspiración. El 70 por ciento del tiempo, cuenta, no está inspirado y debe dibujar para cumplir con los plazos. “El rollo artístico del autor, si es que existe, es irrelevante porque un cómic es un proyecto colectivo, no es individual, y es súper concreto, es fruto del trabajo día a día”, explica, y por eso él siempre habla de su trabajo como un oficio de artesano más que de un artista.

Locke & Key llegará a su fin en agosto de este año con la publicación del sexto y último volumen. Gabriel Rodríguez dice que va a ser extraño terminar la serie, pues su vida ha girado en torno a la historia y sus personajes durante estos últimos años. Por el momento, piensa tomarse unas vacaciones, aunque sabe que probablemente le durarán poco porque ya tiene varios proyectos con IDW pensados para el próximo año. “Si el precio que tengo que pagar para hacer lo que me gusta es estar cansado, bienvenido sea”, dice.

Sobre los autores: Emilia Duclos es alumna de cuarto año de Periodismo y este reportaje es parte de su trabajo en el curso Taller de Prensa Escrita, dictado por la profesora Jimena Villegas. Los retratos son de Camilo Muñoz, alumno de quinto año de Periodismo, y corresponden a su trabajo en el curso Taller de Fotografía Periodística, dictado por la profesora Consuelo Saavedra.