Sebastián Zúñiga Vásquez

Vestido con un elegante frac espera nervioso el comienzo de la ceremonia. Frente a él están su madre y su hermana. El joven de 19 años debe leer el mensaje que le encomendaron frente a los príncipes de Asturias. Cuando llaman a su nombre se levanta y en su rostro hay un cambio. Cristóbal “Tololo” Ugarte, nieto de Nicanor Parra, se transforma en un joven antipoeta para recibir, en nombre de su abuelo, el mayor galardón a las letras hispánicas.

Ugarte comienza a hablar pidiendo una prórroga para que su abuelo termine el discurso. El poeta ha declarado en varias ocasiones que le toma un año preparar un texto que se lee en cuarenta y cinco minutos. Luego Tololo lee los poemas que se sabe de memoria, Soliloquio del individuo y El hombre imaginario. Los conoce a la perfección: es un fanático del antipoeta.

La situación no deja de sorprenderlo. Es la primera vez que lee un texto en nombre de su abuelo y debe hacerlo frente las cámaras, el presidente y los ministros y miembros de la realeza española. Nada que ver con las entregas de trabajos para la universidad. Tololo estudia arquitectura en la Universidad Diego Portales. “Mientras estaba leyendo, sólo me conectaba con las hojas del discurso y la cabeza llegaba hasta ahí no más. No era del todo yo el que leía. Miro hacia atrás y me cuesta asimilar que en verdad era yo el que estaba ahí”, comenta Cristóbal sobre la solemne ceremonia celebrada el lunes 23 de abril en la Universidad Alcalá de Henares en España.

Ugarte no está seguro de por qué su abuelo lo eligió esta vez. “Quizás, porque él sabe que valoro su poesía casi como lo hace un fan. O quizás me toco a mí hacerlo como también pudo hacerlo otro. Para el premio Reina Sofía lo hizo mi tío Juan de Dios, y lo hizo muy bien”, reflexiona el estudiante.
Cristóbal creció oyendo textos de Hamlet, tocando piano y escuchando las canciones compuestas por sus padres, Colombina Parra, líder de Los Ex, y Pablo Ugarte, músico de Upa. Sus cercanos coinciden en que tiene una gran facilidad para las expresiones artísticas. “Cristóbal disfrutaba mucho el proceso creativo, el darle vueltas a las ideas, el experimentar e improvisar”, cuenta Laura Leonicio, su profesora de arte durante la enseñanza media.
En 2010 se graduó del Colegio Etievan, en La Reina. En el anuario sus compañeros también destacan su facilidad para crear historias y canciones. “Sus gustos parecían más de un señor mayor, que de un adolescente. Mientras todos sus compañeros usaban parkas infladas y los pantalones debajo de la cintura, él los usaba arriba y andaba con abrigo negro formal. No me hubiese extrañado haberlo visto usar un reloj de bolsillo”, dice Leonicio. “A través de Cristóbal, tú podías tener una apertura para acercarte a la obra de Nicanor Parra”, cuenta la profesora.

El Tololo, como lo llama su abuelo, no tiene la mirada del poeta, ni su duro gesto en la cara, pero sabe interpretarlo a la perfección. “Tiene una sensibilidad para entender la lectura. Como se crió con la antipoesía sabe el tono. Es igual o incluso mejor que el propio abuelo”, explica su tío Juan de Dios Parra, que es músico. “Imita a su abuelo, es como Kramer imitando a los parientes”, agrega.

Las largas estadías en la casa de Las Cruces, donde hoy reside el poeta, fueron claves en la fuerte relación entre ambos y en la formación de Cristóbal. “Ha estado cerca del abuelo siempre, se crió junto a él a diferencia de los otros nietos”, cuenta su tío. “Él (Nicanor Parra) está increíblemente lúcido. Cada viaje a Las Cruces da para escribir un libro, cada viaje es una anécdota. Está siempre cambiando el tema de estudio”, cuenta Tololo. “Trato de escucharlo más que debatirle, en general, y como dice él: he does the talking, I do the listening”, agrega. Cada visita significa una nueva tarea por hacer en la casa. “El que lo va a ver y se queda sentado está frito. Yo me anoté como el bibliotecario, tengo mi cama en la biblioteca”, explica Cristóbal, quien después de la ceremonia se quedó en Europa para gestionar exposiciones de la obra de su abuelo.