Por Gabriela Varas / Foto Tsuda Hiroto

Roberto Candia está fumando bajo la sombra de los árboles que se encuentran en el patio de su oficina, ubicada en la comuna de Providencia, en una gran casa amarilla de dos pisos en el Parque Bustamante y que él comparte con otros fotógrafos. Al entrar en ella se siente el característico frío de las construcciones antiguas. Con un cigarrillo en la mano, Roberto es locuaz a la hora de hablar sobre su vida, sobre los momentos felices y los otros: aquellos cuando estuvo obligado a dejar de mirar a través del lente de su cámara.

Roberto Andrés Candia Hidalgo nació en Puerto Montt en 1971. Es el menor de cuatro hermanos y desde pequeño disfrutó ver a Sergio Candia, su papá, tomar fotos como un hobby. Se metía al cuarto oscuro que tenían en casa y lo ayudaba a revelar. Roberto veía a su papá meter los papeles de revelado a una cubeta donde luego aparecían las imágenes. Para él, eso era magia.

Hoy en su oficina hay una gran mesa cubierta de ejemplares de Maillén, un proyecto editorial que llevó a cabo junto a su padre. Se trata de un libro con fotografías de la Isla Maillén –ubicada en Seno de Reloncaví– y sus habitantes, y que en septiembre pasado fue presentado en su ciudad natal. Si bien Roberto se despidió del fotoperiodismo hace más de dos años, ahora no descarta por completo volver a él.

El 27F

El fotógrafo se sienta frente a una ventana donde los árboles dejan entrever algunos rayos de sol y dice que aún recuerda muy bien el 27 de febrero y los horrores que vio ese día. La madrugada del 27F, luego de constatar que estaban todos bien en la casa de su suegra en Talca, donde se encontraban de vacaciones, Roberto se subió al auto de un vecino y juntos partieron al centro de la ciudad. Al llegar a la calle 1 Sur, en pleno centro, se dieron cuenta de que todo estaba en el suelo. En una esquina se encontró con cuatro personas muertas, a una de ellas le faltaba la mitad de la cara. Fue en ese lugar donde entendió la magnitud de lo que había ocurrido.

A las 5 de la tarde de ese día ya estaba listo para partir a recorrer el interior de la región cuando Diego, su hijo mayor de entonces 9 años, se puso a llorar y le pidió que no se fuera. Para el fotógrafo fue un golpe duro porque Diego nunca había llorado, incluso cuando sus viajes lo obligaban en estar varios meses fuera de la casa. Fue entonces cuando su esposa, la periodista Paola Saís, intervino y le dijo que se fuera tranquilo, que ella se las iba a arreglar. Antes de partir, Paola –con quien se casó en 1999, después de conocerse cuando ambos trabajaban para el diario La Tercera–, le pidió tres cosas: “Cuídate, no te metas en lugares que son peligrosos. Llámame cada momento que puedas, si hay señal de teléfono avísame cómo estás, y sácate la cresta para que esto valga la pena”.

Se rumoreaba que en la zona costera se había producido una subida de mar, y partió a Pelluhue en la camioneta de un fotógrafo que había llegado desde Santiago. Llegó cerca de la medianoche y, debido a la neblina que no dejaba ver, se encontró de frente con una pared. Al bajarse del auto se dio cuenta de que era una casa completa, de unos 60 metros cuadrados que estaba en medio de la calle. Fue ahí cuando descubrió que no se trataba de una subida de mar, sino que de algo mucho más grave. Luego decidió ir a dormir a un cerro y cuando bajó al otro día, a eso de las 7 de la mañana, se encontró con que no existían casas cerca del mar: todo había sido arrasado.

Luego de 20 años de carrera, Roberto Candia ha fotografiado las tragedias más grandes de Chile, pero él no se siente llamado a ellas: “eso tiene relación a que yo era corresponsal en Chile de AP y todo lo que sucediera de importante en Chile era mi responsabilidad cubrirlo”.

Roberto cuenta que no había nadie en el pueblo y que a eso de las 8 de la mañana apareció Bruno Sandoval, “el hombre de la bandera”. Bruno estaba en el lugar donde su cabaña había sido arrasada, buscó entre los escombros y encontró una bandera chilena, llena de barro y rasgada. Roberto, que lo miraba de lejos, le pidió que la sostuviera y fue entonces cuando sacó su foto más célebre, la cual fue publicada por medios como The New York Times. Fue gracias a esta fotografía –la imagen oficial de la campaña solidaria Chile ayuda a Chile– que Roberto Candia gano fama más allá del plano fotográfico y su nombre comenzó a aparecer en diarios y revistas; siempre acompañado de la historia “el hombre de la bandera”.

En una pared de la oficina hay diversas fotografías en blanco y negro de la isla de Maillén organizadas en tres filas, las que Roberto mira mientras habla de la experiencia de trabajar con su padre en el proyecto, luego de darse cuenta de que nunca habían trabajado juntos. “A él le dio una especie de temor porque, pienso yo, él me veía como que yo estaba en una dimensión que él no iba a ser capaz de estar”, dice Roberto al recordar el momento en que su padre volvió a tomar una cámara después de 30 años.

Más allá del desastre causado por el terremoto del 27 de febrero de 2010, dice, fue la llamada “tragedia de Antuco” –en la cual murieron 45 conscriptos del Ejército en la Región del Biobío– la situación que más lo impactó, pues durante mucho tiempo las familias no sabían si sus hijos habían sobrevivido. El fotógrafo explica que siempre le pareció una situación muy injusta, y cree que eso nunca hubiera pasado con cadetes de la Escuela Militar. Fue la vulnerabilidad de las familias, dice, la que le hizo llorar.

Luego de 20 años de carrera, Roberto Candia ha fotografiado las tragedias más grandes de Chile, pero él no se siente llamado a ellas: “eso tiene relación a que yo era corresponsal en Chile de AP y todo lo que sucediera de importante en Chile era mi responsabilidad cubrirlo”, dice, “tenía que estar en Antuco, con los mineros y en el terremoto. No tiene que ver con un interés personal, muy por el contrario, nunca me gustó mucho eso. Pero era parte del trabajo y como tal, lo acepté”.

Sobre los autores: Gabriela Varas es alumna de cuarto año de periodismo y este reportaje corresponde a su trabajo en el curso Taller de Prensa dictado por el profesor Juan José Lagorio. El retrato es del alumno de intercambio Tsuda Hiroto, y corresponde a su trabajo en el curso Taller de Fotografía Periodística, dictado por la profesora Consuelo Saavedra.