María José Winter / Ilustración Mathias Sielfeld

La chaqueta reemplazó a su famosa parka azul, esa que dejó guardada en su corazón, “porque me la regaló mi madre adoptiva, y tiene que ver con mi sentimiento más profundo”. Por las mañanas Iván Fuentes ya no va a pescar como lo hizo durante los últimos 25 años, sino que como diputado –independiente pro Nueva Mayoría, electo en el cupo de la Democracia Cristiana– llega al Congreso a presidir la Comisión de Pesca de la Cámara, un cargo que en un comienzo le asustó, pero que, dice, ostenta con orgullo.

El pescador dejó la lancha, su casa y familia en el sur para dedicarse por completo a la labor parlamentaria. El pasado domingo, el exsindicalista que lideró las protestas de Aysén en 2012, escuchó los gritos de los porteños que huían del incendio que comenzó en el cerro Ramaditas, y no dudó en subirse a una camioneta para partir a ayudar a las llamas que a la fecha dejan un saldo de 2.900 viviendas destruidas y 12.500 damnificados.

—¿Qué lo movió a ayudar con sus propias manos a los vecinos damnificados?
—Vimos a la gente corriendo [estaba con su hijo, Diego, de 17 años, y su jefe de gabinete], diciendo que faltaban manos allá en el cerro. La noticia ya era dramática en televisión, pero vivirlo ahí, presenciarlo directamente… Se siente en el cuerpo cuando le está pasando algo así a alguien.

—¿Qué piensa de los parlamentarios que estando en Valparaíso no fueron como usted a ayudar en terreno?
—Cada uno tiene su propio afán y creo que todos en su minuto van a aparecer. A mí me tocó estar ahí, sentí que no podía quedarme en casa y simplemente partí. Pero los demás están también colaborando, están en reuniones, todos preocupados. Nadie se puede quedar ajeno a esto.

—¿Como diputado, qué significa hoy la calle para usted?
—La calle para mí es bendita. Todo se lo debemos a la calle, que no es más que la fuerza de la unidad. Hay situaciones que te obligan a estar en la calle, por consecuencia de tu corazón, y eso pasó en Valparaíso, donde hay mucha desgracia, donde hay gente sin fuerzas para seguir. Nosotros tenemos que levantarlos, darles un poco de lo nuestro.

—¿Siente que hay muchas expectativas de los aiseninos sobre sus hombros?
—Sí, uno siente el peso. Uno no puede enajenarse de la responsabilidad, el dolor ajeno hay que sentirlo, si no, no lo representas. Yo no sé si cambiaremos todas las leyes, pero sí sé que podemos traer una mística diferente al mundo político. Como afirmar que somos un país largo cuando se ha legislado para un país cuadrado, debemos hacer una política de trabajo para las regiones del extremo.

—¿Qué opina de quienes critican que la llegada de dirigentes sociales al Congreso significará que dejen de lado sus luchas?
—La lucha no tiene el nombre “Iván Fuentes”. La lucha es el sentimiento profundo de la ciudadanía. Porque se va un dirigente social, ¿la lucha deja de ser lucha?, no. Y yo acá estoy actuando como soy… Es que me dio un gusto apretar el botón verde para aprobar el bono marzo: ¡Ahora es forever!, es ley y me da gusto porque yo vengo de allá. Mucha gente cree que darle un aporte a la gente humilde es fomentarle la flojera, pero hay que sentir el sabor de que te corten el agua y de no poder mandar a los chicos a la escuela.

—¿Cuáles son sus objetivos a corto plazo en la Cámara?
—Voy a pelear por la pesca, donde hay un mundo por construir. Una parte de la cacerola está en la agricultura, pero la otra parte está en el mar. Entonces, si en la agricultura podemos sembrar para cosechar, en el mar también podemos sembrar, y a eso voy a darle tan duro como sea necesario. Quiero que a los pescadores artesanales el mercado los aprenda a querer, porque hoy día nos necesitan, pero no nos quieren.

—¿Apoyará ciegamente a la Presidenta Michelle Bachelet?
—Yo decía: “Apoyo a Michelle Bachelet con toda la fuerza de mi corazón”, pero no a ojos cerrados, y yo creo que eso es lo que ella necesita. Necesita que su gente esté con los ojos abiertos. Si hay alguien con una sensación distinta, ella lo va a escuchar, porque ella es así, tiene ese ángel especial. Si  alguna vez tengo una opinión diferente, se lo haré saber antes de ir a golpear comunicacionalmente.

“Los amores con miedo no van a cruzar la frontera”, Iván Fuentes recuerda una canción de Keko Yunge para explicar que la letra lo representa, pues antes de entrar a la política tuvo temor, se sentía bien donde estaba, con la calle. Ya había realizado su aporte al movimiento social desde 1998, como sindicalista, dice, y pensaba que era momento de dejarle el trabajo a otros. Pero el diputado también sintió que había “levantado una gran sensación en Chile” y que era una irresponsabilidad no hacerse cargo. “Era pasarle una papa caliente a los que vendrían. No, nosotros hemos decidido hacer algo más riesgoso, llevar la sensación de la gente al corazón del Parlamento”.

—¿Cómo evalúa su primer mes en el Congreso? ¿Se ha sentido mirado en menos por su origen sindicalista?
—Ha sido un tiempo con los temores lógicos. Desconoces el lugar, la forma, las personalidades con las que te vas a encontrar. Y, además, que nunca me había cuestionado meterme en la política, esta es una consecuencia de las cosas que pasaron no más. Pero he tenido un trato amigable desde las distintas visiones políticas y no he sentido ese rechazo. Lo que sí puedo reconocer, es que yo traía prejuicios. Yo pensaba, cuál va a ser mi reacción si alguien me mira mal, si me dice una pesadez o si me toca el yo profundo. Pero no, todo lo contrario, debo pedir disculpas porque me han tratado bien.

—En el verano usted tomó talleres para ponerse a tono con su nueva labor, ¿estaba poco preparado para ser diputado?
—Sí, claro. Me mandé a hacer un libro de siglas, ¡porque todo lo hacen con siglas, mujer! Uno dice: “¿Qué es el Samu, el Sapu? ¿Se come, se fríe, es una fruta, una verdura?” Así está el Chile nuestro, la ciudadanía no entiende, entonces, hablemos el castellano simple. Quise prepararme un poco, nada comparado con la preparación que tiene alguien que fue a la universidad, pero también tenemos cosas que ofrecer, porque nada comparado con haber estado durmiendo en un rancho de nylon y que lo sacuda el viento hasta casi volarlo. Entonces, la experiencia de vida es la que estamos ofreciendo.

—¿Se ve como político en el futuro o le gustaría volver a sus orígenes?
—No lo sé, uno no sabe lo que le depara el destino. Pero le reconozco que me gustaría atesorar a mis hijos antes de que se vayan [dice emocionado]. No quiero volver a  mi casa cuando mis hijos se hayan casado, me muero de pena, porque después crecen y voy a estar detrás de ellos cuando hoy día son ellos los que quieren hablar conmigo y no tengo el tiempo.

Iván Fuentes anhela tener tiempo para jugar una pichanga con sus hijos antes de que sea demasiado tarde. Mientras, dice que no sabe lo que le depara el destino. Dios lo salvó una vez ya de un naufragio, y ahora quiso que estuviera donde está. Pero hay algo, asegura, que dice sí saber: “Chile debe ser una familia; los que tienen hartas lucas, los que no tienen nada, los que sueñan con tener. Yo creo que somos un país bacán, si nos faltó el puro petróleo y la hacíamos de oro”.

Sobre la autora: María José Winter es alumna de quinto año de Periodismo y este reportaje es parte de su trabajo en el curso Taller de Prensa Escrita, dictado por el profesor Sebastián Rivas.