La creencia de que la astronomía puede ser considerada “inútil” porque no influye en el modo de vivir actual, es una idea que se repite, o por lo menos así lo perciben los astrónomos. Ninguno de ellos produce algo rentable, les dicen. No producen salmón, ni madera, ni vino. Producen conocimiento y para el Gobierno no son prioridad, por lo que este delega para todas las ciencias solo un 0,5 por ciento del PIB anual. Mario Hamuy dice: “Somos súper inmediatistas. Nuestro cerebro lo tenemos tan estructurado, que todo tiene que ser medible y rentable, no hay espacio para el libre pensamiento, para lo inútil. Si nosotros estamos haciendo puras cosas inútiles –dice Hamuy, con ironía– no tienen ninguna aplicación práctica, la energía oscura no tiene ninguna aplicación ni siquiera en el mediano plazo.”
Hamuy insiste en que la astronomía llevará a Chile al desarrollo. Con esto no se refiere a un desarrollo económico ni al crecimiento del PIB, sino a un ámbito cultural, relativo a un estado mental, que incluya todas las demás ciencias, y la construcción de una educación pública de calidad. “Es un cambio de pensamiento y eso es a lo que tenemos que estar permanentemente enfrentados, y Chile no se puede quedar atrás con eso. Eso no es rentable pero te pone en un estado mental con la cabeza abierta para enfrentar tantas situaciones nuevas. Y ahí todo Chile puede participar”.
La comunidad astronómica ha intentado difundir esta ciencia e interesar al país, borrar el estigma de un saber inalcanzable. En 2008, Gaspar Galaz realizó un programa de televisión llamado Cazadores de ciencia en el cual él fue conductor. No fue un gran éxito pero les fue bien, “razonable”, dice él. También realizó programas de verano para que los estudiantes se interesaran por la astronomía, en los cuales los introducía en la materia para que luego se interesaran en la carrera. Recientemente publicó el libro Galaxias, islas del universo. Pero entre su trabajo de investigación y las clases en universidades, los astrónomos no tienen mucho tiempo libre para la difusión.
Mario Hamuy entra a un salón antiguo que parece una capilla, lleno de niños. Es el salón de charlas de la escuela Básica Salvador Sanfuentes, en Quinta Normal. Doscientos escolares de entre 10 y 12 años esperan inquietos y los profesores, haciéndolos callar, hacen más ruido. Se prende el proyector y Hamuy comienza a narrar su experiencia en la astronomía. “Me interesé por la astronomía desde muy chico. Yo sentía curiosidad por los extraterrestres, quería saber si otras razas habitaban el resto del planeta. Y aunque no lo crean cuando ustedes se miran al espejo, están viendo extraterrestres. Porque cada átomo de su cuerpo fue fabricado en otras estrellas, ninguno de sus átomos se fabrico acá”. Sobre el telón, el proyector arroja la imagen de unos marcianitos verdes saludando, se oye un murmuro general y risas de los niños.
En la presentación, Hamuy continúa explicando que incursionó por primera vez en astronomía al hacer su tesis, en la que tuvo que aprender de manera autodidacta leyendo libros y siendo supervisado por su profesor en Cerro Calán. Sobre el telón se proyectan imágenes estelares, nebulosas, galaxias. Con un lenguaje muy simple, el astrónomo las explica. Habla sobre las supernovas y las maternidades estelares, lugares donde se forman las estrellas. “¿Alguien tiene preguntas?”, dice al cabo de una hora. Un niño se para y dice algo que no alcanza a escucharse. “El compañero me ha preguntado si yo he hecho algún descubrimiento últimamente.” Explica que, más o menos una vez a la semana encuentran una nueva supernova, y el niño abre los ojos bien redondos. Las preguntas de los demás alumnos comienzan a llover: ¿Cuál es el futuro del sol?, ¿Cuánto dura la carrera y cuáles son las materias?, ¿Qué opina sobre el descubrimiento de cúmulos y cúmulos de galaxias?, ¿Qué hacen los telescopios para a ver tan lejos?
La educación en los colegios se rige por programas o currículos que elabora el Ministerio de Educación. Aunque algo de astronomía se les enseña a los escolares, el currículo de ciencias no ha cambiado sustancialmente sus contenidos en los últimos diez años. Gaspar Galaz es crítico acérrimo de la educación escolar chilena: “Está basada en el contenido. Lo que deberíamos enseñarle a los alumnos es a tener herramientas para que puedan hacerse preguntas y para acceder al conocimiento que está”.
Dentro de los ejes temáticos que se pasan a los escolares en la materia de ciencias están los recursos naturales renovables y no-renovables. Se considera recursos importantes para Chile a Chuquicamata, la mina de cobre a rajo abierto más grande del mundo, el vino de los valles transversales, la industria maderera, la agricultura en la zona central, y la exportación de frutas chilenas de altísima calidad. Los niños lo saben, casi de memoria. Pero pocos tienen la noción de que la astronomía es un recurso más de su país, uno muy importante. Y que por las tierras chilenas peregrinan los mejores científicos e investigadores de todo el planeta.
Hernán Verdugo, profesor de física del Ministerio de Educación y encargado del área de contenidos de ciencias, explica que se están actualizando las bases curriculares vigentes y los cambios ya están en manos del Consejo Nacional de Educación, organismo que debe aprobar o rechazar estos contenidos. Las nuevas bases comenzarían a regir este año y serían “bastante ambiciosas”. Según Verdugo, el tema de la astronomía en Chile abarcaría casi una unidad completa, equivalente a un mes de clases, en el ramo de física entre primero y segundo medio. “Hay una buena parte de los tópicos de astronomía que se abordan, que se refieren a la astronomía en Chile. Sobre todo cuál es la producción que han tenido astrónomos y astrónomas chilenos”. El físico explica que los temas astronómicos que se agregarían serían “las hipótesis, teorías que hay respecto a cómo es el universo, los modelos que han existido y que pueden existir. Los típicos modelos geocéntricos heliocéntricos, el Big Bang y todo eso”.
De los demás temas que Hernán Verdugo enumera, no hay nada nuevo, excepto la inclusión de los exoplanetas o planetas que se encuentran fuera de nuestro sistema solar, y de “lo que significa buscar la vida en otros planetas, aunque ese no es un tema directamente de la física pero sí desde la astronomía, ya que hay muchas misiones que buscan encontrar lugares donde haya posible vida”, explica el físico. Hoy la gran mayoría de los profesores, en su formación inicial, no tienen conocimientos de astronomía.
La materia Chile, país astronómico pasa casi inadvertida en el currículo escolar. De primero a quinto básico la materia comienza y termina en el sistema solar, no se llega más allá. En los cursos mayores, aprenderán sobre asteroides, meteoritos, cometas, satélites y luego aprenderán a distinguir estructuras cósmicas pequeñas y estructuras cósmicas grandes como estrellas, nebulosas, galaxias o cúmulos de galaxias.
Aunque a simple vista nada sea más irrelevante socialmente que la astronomía, buena parte de las tecnologías que hoy facilitan la vida cotidiana, fueron instrumentos creados en primera instancia con fines astronómicos. Los relojes digitales, satélites, el GPS, la resonancia magnética, las cámaras de fotografía digital, o los aparatos usados por los oculistas para analizar la visión de un paciente no existirían de no ser por los avances astronómicos.
Lo que se sabe sobre el lugar del ser humano en el universo le ha costado a la astronomía más de 400 años, desde que Galileo revolucionó la exploración del cosmos con su telescopio. ¿El universo es finito o infinito? ¿Habrá algún planeta con vida tan compleja como en la Tierra? ¿Por qué se habrá originado el Big Bang? Desde Chile, planeta tierra, un centenar de astrónomos hacen de su día a día la observación de datos para responder a esas preguntas. Observan y analizan el Sistema Solar y aún más lejos, la Vía Láctea, atravesándola con potentes telescopios para ir más allá, y entender por qué hay cúmulos y cúmulos de galaxias y qué hay en ellas, y por qué el espacio –cuya composición sigue siendo un misterio– se expande aceleradamente. Y si lograran viajar aún más lejos, podrían llegar al origen del Big Bang, al inicio, respondiendo quizá la pregunta más importante en la historia de la humanidad.
Sobre la autora: Fernanda Schorr es alumna de quinto año de Periodismo y este reportaje es parte de su trabajo en el curso Taller de Crónica, dictado por el profesor Gonzalo Saavedra.