Martín Corvera / Foto Sebastián Kaulen

Antes de cumplir diez años, Jorge Olguín comenzó a temerle a la oscuridad. No podía quedarse dormido sin luz, porque le daba miedo tener pesadillas. Desde ese momento optó por ver televisión en las noches. Cuando su hermana y sus padres se iban a dormir, él prendía un pequeño televisor en blanco y negro que tenía en su pieza. Desde entonces, empezó a quedarse dormido viendo películas de terror. “El efecto de esas películas comenzó a conciliar mis miedos”, recuerda.

Hoy Jorge Olguín tiene 38 años, se viste de negro, tiene una chasquilla más larga que el resto de su pelo y en cada muñeca usa una pulsera de cuero que sostiene una calavera plateada. Dice que superó su miedo a la oscuridad, pero que el temor a la realidad nunca lo ha superado. “Encuentro insoportable la realidad. Me da más miedo ver un noticiario que una película de terror”, comenta Olguín cuando recuerda el robo, en junio pasado, de dos computadores que guardaban el material de Caleuche: el llamado del mar, su última película.

Su miedo a la vida real ha hecho que quiera evadirla desde niño. Entonces, lo hacía a través de juegos de fantasía que recreaban historias del cine de horror. Grababa cortometrajes caseros de monstruos y fantasmas, e instalaba una cortina delante de su televisor para simular una sala de cine. Un verano armó una “casa del terror” en el condominio de La Reina donde vivía: puso almohadas pintadas con rostros, amarró cuerdas y cobró entrada a sus amigos del barrio. Pronto sus juegos llegaron a la pantalla grande.
Jorge Olguín ha dirigido tres largometrajes de terror –Ángel negro (2000), Sangre Eterna (2002), Solos (2008)– y por estos días estrena Caleuche: el llamado del mar, su primera película fantástica.

Dirigiendo la fantasía

Al cineasta nunca le importó el colegio. Sus cuadernos los llenaba de dibujos, faltaba a clases y fue expulsado de dos establecimientos. Sí se interesó cuando escuchó a un profesor hablar sobre el Caleuche. “Quedé fascinado, con que en el sur de mi país existieran estas criaturas mitológicas, este barco fantasma”, recuerda. Casi 25 años más tarde, transformó su interés por el mito chilote en una película que costó dos millones de dólares, cifra cuatro veces mayor a lo que gastó en Sangre eterna, su largometraje más exitoso.

Caleuche: el llamado del mar es una coproducción con Buena Vista, una filial de Disney que permite la distribución nacional e internacional de la cinta, sin depender de festivales. La compañía estadounidense financió un 30 por ciento de la producción, lo que equivale a 300 millones de pesos. El vínculo con la empresa hizo posible que la destacada actriz brasileña, Giselle Itlé, quien trabajó con Sylvester Stallone en Los Indestructibles (2010) y en la serie Mandrake (2005) de HBO, sea la protagonista de Caleuche: el llamado del mar.

A Jorge Olguín no le gustan los rodajes, prefiere el trabajo de creación previa y de edición final. Para él, la filmación es el momento más tedioso de una película. El set de grabaciones es donde se le hace más difícil dominar la realidad, dice. Sin embargo, el actor Yerko Farías, amigo del cineasta desde la universidad y que ha participado en todas sus películas, cree que Olguín puede hacer realidad todas las fantasías que tiene en su cabeza.

Futuros estrenos

Olguín se mueve lento. No eleva la voz al hablar y hace pausas entre una oración y otra cuando cuenta que su próximo proyecto es una película en 3D, aún sin un nombre definido, que comenzará filmar por estos días. Ahora está interesado en la técnica tridimensional, porque cree que a través de ella se puede acercar más a lo onírico. A él, dice, le gusta soñar y cuenta que cuando era niño descubrió que a través del cine podía seguir haciéndolo. “Existe una fábrica de producir sueños”, pensó cuando se dio cuenta de lo que se hacía en Hollywood.

Con cuatro largometrajes, Jorge Olguín no se siente un director consagrado y su meta más ambiciosa es poder llevar a la pantalla alguna de las novelas del escritor de terror y ciencia ficción, Howard Lovecraft. Hoy sigue viendo televisión por las noches. Su temor por la oscuridad se ha transformado en fascinación.

Sobre el autor: Martín Corvera es alumno de cuarto año de Periodismo y este artículo es parte de su trabajo en el curso Taller de Prensa Escrita, dictado por la profesora Paulette Desormeaux.