Cristóbal Cartes

En El Salvador, campamento minero ubicado 200 kilómetros al noreste de Copiapó, viven cerca de ocho mil personas, en su mayoría trabajadores de Codelco. Ahí, en la precordillera de la Región de Atacama, no todo es cobre. También, hay fútbol.

Con menos presupuesto e hinchas que cualquier otro equipo de la Primera División chilena, la historia del Club de Deportes Cobresal está marcada por hitos menores, como ser el equipo en el cual Iván Zamorano debutó en el fútbol profesional en 1986, o haber enviado a Segunda División a Universidad de Chile en 1988.

A comienzos de diciembre pasado, esta vez fueron “los mineros”  quienes estuvieron muy cerca de perder la categoría. En las últimas fechas del torneo, los hinchas parecían ya resignados a ver a su equipo jugar en Primera B la temporada 2013. “Una lata, porque éste es un club serio, a diferencia de otros. Cobresal, junto a la Universidad Católica, son los únicos equipos que nunca han dejado de pagar los sueldos. Ahí se ve un compromiso con el fútbol, las instituciones y la hinchada”, dice Julio Araya, relator de la radio Alicanto, emisora local que transmite todos los partidos del club.

Sólo con goles de último minuto, los cobresalinos accedieron a la posibilidad de jugar los partidos de liguilla de promoción –para permanecer en Primera A en 2013– contra Barnechea, el equipo revelación de la Primera B.

Temple minero

El campamento de El Salvador está a más de 2.300 metros sobre el nivel del mar, lo que –debido a la falta de oxígeno– dificulta la práctica deportiva. Por eso, los futbolistas que llegan a jugar al estadio El Cobre necesitan al menos un día para aclimatarse. La sensación térmica puede llegar a superar los 30 grados Celsius en invierno y verano, y, debido a su ubicación en pleno desierto, el agua es escasa y el clima es muy seco. De todos modos, llueve e incluso cae nieve varias veces durante el año, lo que aumenta los resfríos y las enfermedades respiratorias de sus habitantes.

Por eso, entre otros factores, Cobresal es un club muy poco apetecido por los deportistas del medio local. La mayoría de los jugadores que llegan son cadetes formados en sus divisiones inferiores, o extranjeros de segunda categoría.

No son pocos los futbolistas profesionales que han renunciado al club a mitad de temporada, argumentando no soportar el estilo de vida de El Salvador. Fue el caso de Joel Soto, ex seleccionado nacional, quien decidió dejar Cobresal porque, según dijo, en el campamento no había nada en qué entretenerse.

El argentino Exequiel Medrán, el actual arquero del equipo, jugó antes en Vélez Sarsfield de Argentina y llegó a Cobresal a comienzos de 2012. “La vida aquí es dura”, comenta Medrán, “no hay shopping para salir, pero se compensa haciendo asados con los amigos en nuestras casas”.

Cobresal tiene una filial en Santiago donde entrena a decenas de jugadores que después pueden pasar a formar el equipo mayor. Así, son varios los deportistas que cada año deciden trasladarse al norte. Fue el caso del defensa Eduardo Farías, quien en 2012 integró la formación titular del equipo. En Santiago su vida era estudiar y entrenar, mientras ahora sólo vive del fútbol en El Salvador, junto a su madre y hermanos. “Estoy feliz. Acá puedo jugar y he llegado incluso a ser capitán del equipo. Ojalá estos resultados ayuden a que algún día llegue a la Selección Chilena”, dice Farías.

El club proporciona una casa a cada jugador. Además, ellos no deben pagar cuentas de agua ni electricidad, pues todo pertenece a la División Salvador de Codelco, empresa que otorga facilidades para mantener a los futbolistas y aporta cerca del 30 por ciento del presupuesto del equipo, que es famoso por su lema “Fuerza y temple minero”.

El estadio El Cobre es la construcción más grande en el campamento. Actualmente, el recinto tiene capacidad para 18 mil espectadores, más del doble de la población que vive en El Salvador. Por lo mismo, y con ironía, es llamado “el estadio más grande del mundo”, pues llenarlo es prácticamente imposible.

La gran capacidad del estadio El Cobre es el recuerdo de la única vez que el equipo jugó una Copa Libertadores de América, en 1988. En ese entonces, las reglas de la Confederación Sudamericana de Fútbol exigían que los partidos internacionales de ese torneo se jugaran en recintos con una capacidad mayor a 20 mil personas, por eso se tuvo que ampliar el estadio.

En la Copa Libertadores del 88, Cobresal empató todos sus partidos de primera fase y, sin perder nunca, quedó eliminado. Por esa razón, hasta hoy ostenta el singular récord de ser el único equipo sudamericano invicto en ese campeonato.

Cuando aparecen los goles

El primer partido de la liguilla de promoción con Barnechea fue un balde de agua fría para los hinchas de Cobresal. Un grupo de 500 personas –la mayoría ex habitantes de El Salvador– llegó a la galería del estadio Santa Laura de Santiago para ver el 3 a 1 en contra, que dejaba a los cobresalinos al borde del descenso. Esa noche, cuando los jugadores se retiraron de la cancha, la barra los aplaudió para demostrarle que aún había esperanza de permanecer en la categoría de honor.

El segundo partido fue distinto. Antes del juego, el entrenador del equipo, Óscar del Solar, dijo que si Cobresal perdía, él se retiraría del fútbol y, como pocas veces durante el año, más de dos mil hinchas llegaron a las tribunas del estadio El Cobre.

Después de varios minutos de tensión, los goles aparecieron. Al final, Cobresal ganó 3 a 0, lo que le permitió asegurar su permanencia en la Primera A.

Cuando el partido terminó, las rejas que separan las tribunas de la cancha se abrieron y los hinchas entraron para sacar a los jugadores en andas, como si estuvieran celebrando ganar un campeonato. Cobresal, el equipo con menos presupuesto y menos hinchas del fútbol profesional chileno, seguiría jugando en la división de honor –al menos– durante 2013.

Sobre el autor: Cristóbal Cartes es alumno de quinto año de Periodismo y este artículo es parte de su trabajo en el curso Taller de Periodismo en Prensa, dictado por el profesor Sebastián Rivas.