Texto y fotos por Natalia Correa Vargas

Carlos Sánchez (72) trabajaba en la Bolsa de Comercio cuando se dio cuenta de que estaba perdiendo la vista, hace quince años. Acudió a tres doctores diferentes que le confirmaron una enfermedad que terminaría por dejarlo ciego: glaucoma. Sánchez, que durante toda su vida había coleccionado libros para disfrutar cuando se jubilara, estaba desesperado.

La Corporación para Ciegos nació hace 33 años con el objetivo de ayudar a que las personas que nacieron ciegas o perdieron la vista a lo largo de su vida, no se queden al margen de la sociedad y puedan acceder a la lectura, misión que llevan a cabo con la grabación de audio-libros en CD. Carlos ya ha escuchado más de doscientos ejemplares y no piensa parar. “Voy a sacar libros hasta que me muera”, asegura.

Sánchez se traslada dos veces por semana a la organización de Providencia desde su casa, en la comuna de San Bernardo. El trayecto, que combina micro y metro, le toma más de una hora, pero no le importa, asegura que el esfuerzo vale la pena. No sólo pide libros, sino que también asiste a talleres gratuitos de computación y coro. “Este es mi mundo ahora, se nos abrió una puerta gigante a los discapacitados”, dice Carlos.

Los voluntarios se encierran en este pequeño estudio con un libro y se graban leyendo.

María Eliana Carafi, que bordea los 70 años, es voluntaria desde los inicios de la institución. Fue invitada a grabar libros por una de sus mejores amigas que era ciega. “Me trajo y no me fui nunca más, de aquí me tendrían que echar a patadas”, dice mientras se alista para comenzar a leer frente al micrófono. Todos los martes y miércoles de los últimos treinta años los ha pasado en el locutorio de la Corporación, una pequeña habitación sin ventanas.

Cuando comenzó la biblioteca las grabaciones se hacían en casete en una radio portátil.

A punto de comenzar la sesión, entre los equipos de grabación y un vaso con agua, se observa un ejemplar de la Sagrada Familia de Hernán Millas abierto por la mitad y con los márgenes cubiertos de anotaciones. Carafi inicia el programa de edición de audio, Adobe Audition, y se coloca los audífonos. “En un principio grabábamos en casete con una radio portátil, pero la calidad era mala, pasaba un perro ladrando por la calle y quedaba todo en la cinta”, relata.Todos los casetes fueron regalados a usuarios de la tercera edad que los prefieren por costumbre.

María Eliana se aclara la garganta una última vez, toma el libro entre sus manos y comienza a leer. No se detendrá hasta dos horas más. La Corporación para Ciegos posee un catálogo con más de cinco mil libros disponibles, entre ellos textos escolares aprobados por el Mineduc, y alrededor de 400 usuarios inscritos. Además, cuentan con 30 voluntarios, que colaboran con la implementación de audio-libros en la Biblioteca de Santiago y Biblioteca Nacional.

La biblioteca de los casetes

La biblioteca central para ciegos tiene más de tres mil cintas en sus estanterías.

A pocas cuadras de la Corporación se ubica la Biblioteca Central para Ciegos (BCC), fundada en 1967 con el propósito de ayudar a las personas con discapacidad visual a escribir documentos. Años después, con la aparición de los casetes, decidieron convertirse en un centro de grabación y préstamo, exclusivamente de audio-libros, y hoy son más de tres mil las cintas guardadas en las estanterías.

Irma Parodi, gerente de la BCC, se pasea por las habitaciones tapizadas de casetes, orgullosa del legado que han dejado los voluntarios, incluyéndola a ella, profesora jubilada de matemáticas y física que llegó hace once años como colaboradora.

Cada cinta contiene alrededor de ocho audio-libros, todos grabados con voz humana. “Aquí hay recuerdos de personas que aportaron a la biblioteca por muchos años, pero ya murieron. Son un tesoro”, cuenta Irma.

La biblioteca cuenta con la primera impresora en braille de Chile, que aún sigue en uso.

Ésta fue la primera institución de Chile en tener una impresora industrial en braille, máquina de un metro de alto por uno de ancho que mantienen hasta el día de hoy. Con ella imprimen boletas de gas y luz para empresas que tienen clientes ciegos. Además, hacen las pruebas y guías adaptadas para niños ciegos de colegios integrados, como su vecino, el Liceo José Victorino Lastarria.

Todos los años la BCC presenta proyectos al Servicio Nacional de la Discapacidad que, junto con las colectas que realizan cada 18 meses, los ayudan a financiarse. Algunas de las iniciativas ganadoras han sido la impresión de todos los libros de Papelucho y los textos de primero a octavo básico de matemática y lenguaje en braille.

Los materiales escolares para estudiantes ciegos y las cuentas de servicios básicos se imprimen en braille en la biblioteca.

Vivir leyendo

Tanto la Corporación para Ciegos como la Biblioteca Central han sido pioneras en generar oportunidades de inclusión para las personas con discapacidad visual, ya sea mediante la lectura, capacitaciones profesionales o talleres de entretención.

Los socios de ambas instituciones sólo requieren una cédula de identidad para sacar audio-libros. Por un día, una hora o un minuto, disfrutan de un mundo a través de la voz de otro. “Así vivo yo ahora, de libro en libro”, dice Sánchez con una sonrisa.

Sobre la autora: Natalia Correa Vargas es alumna de tercer año de periodismo y escribió este reportaje como colaboradora de Km Cero, guiada por el Editor General de Km Cero y Profesor del Taller de Edición en Prensa Escrita, Enrique Núñez Mussa.