Camila Fernández Contreras

En unas horas más, Melipilla se despejará y habrá los 28 grados Celcius anunciados. Pero ahora es una mañana nublada, cuando Yamile Caba (43) entra vestida con calzas y un abrigo negro a una cafetería del centro de la ciudad y se saca sus anteojos de sol. Mientras pide un café, cuenta que hace dos años y medio dejó Santiago y que hoy vive con sus tres hijas en una casa de un piso y antejardín desordenado en el centro de Melipilla. Tiene cuatro mascotas, todas hembras, dos perros y dos gatos. “Somos puras mujeres en la casa, nada de hombres”, dice.

Caba cuenta que la casa la arrienda con la ayuda de un amigo y que no está trabajando por “la salud mental de sus hijas”. Si se demora en llegar a la casa, dice, las tres menores de edad –de 13, 7 y 6 años– se ponen nerviosas pues “creen que me van a matar”. La exazafata y sicopedagoga dice: “Estoy viviendo prácticamente de la caridad de la gente, a esto he llegado porque este hombre [Enrique Orellana, ejecutivo del Banco Central] ni siquiera se ha dignado a pagar la pensión”.

Desde que en 2010 Yamile Caba denunció a su exesposo por la violación de las hijas de ambos han pasado tres juicios. Caba ganó el segundo, consiguiendo 60 años de presidio para Orellana. Sin embargo, la defensa del ejecutivo solicitó un tercer juicio y el pasado 25 de septiembre, el Cuarto Tribunal Oral en lo Penal de Santiago lo absolvió definitivamente de los cargos de abuso y violación. Para Caba, el caso ha sido “una burla y una tortura para las niñas que han tenido que repetir una y otra vez cómo su propio padre las penetraba”.

Caba segura que su exesposo es culpable, dice que el hecho de que los jueces del Cuarto Tribunal Oral en lo Penal hayan dejado en libertad a Enrique no significa que sea inocente, sino que fue indultado gracias a un “lobby del Banco Central”, y por la habilidad manipuladora de su exmarido.

A la espera de que su abogado, Fernando Monsalve, presente un recurso de queja para reabrir el caso y mostrar más evidencias de la supuesta culpabilidad de Orellana, Caba asegura que, pase lo que pase, ella no va a permitir que él tenga contacto con las tres niñas.

—¿Por qué cree que el tribunal no condenó a Enrique Orellana?
—Vivimos en un patriarcado donde se le cree al hombre y la mujer está loca. Todo pasa por el criterio o no criterio de los jueces, según el lobby, la manipulación y las influencias. ¿Para qué están las leyes si todo pasa por los jueces? Ellos son humanos y se pueden equivocar. Aquí hubo una negligencia de parte de los jueces.

—¿Por qué crees que se desestimaron las pruebas del Servicio Médico Legal, sobre las lesiones de las menores?
—El informe del Servicio Médico Legal es contundente. ¿Sabes en qué se basaron en el fallo? Ellos se basaron en imágenes de libros.

—Pero Francisco Cox, el abogado de Orellana, dijo que habían enviado las fotos de las lesiones a una experta internacional, quien las descartó.
—¿Qué fotos les mandaron?, ¿qué sabemos de qué fotos les mandaron?, ¿dónde está la evidencia? Si a ellos no les conviene, no la van mostrar. Yo les creo a mis hijas.

—Usted ha hablado en varias ocasiones sobre un trato privilegiado hacia Orellana y de beneficios que tendría por su trabajo en el Banco Central. En la práctica, ¿cómo habría operado eso en el juicio?
—En el primer juicio, Carlos Massad [presidente del Banco Central entre 1996 y 2003] se paró, esperó que lo viera la jueza y se fue. José de Gregorio [presidente Banco Central entre 2007 2011] mandó una carta a favor de Enrique. Ellos [los jueces] son tan omnipotentes que deciden que a estas niñas no les van a creer, y que van a defender a este hombre.

—Orellana ha dicho que usted inventó todo y que manipuló a las niñas para que mintieran, motivada por celos y la separación de ambos. ¿Qué opina de eso?
—¿Tú crees que yo, como mamá expondría a todo este dolor a mis tres hijas por celos? ¡Por favor! Yo siempre he dicho que es una vergüenza que usen ese tipo de argumentos. “¡Ay que está loca!”, “¡Que está despechada!”, “¡Que es gorda!” “¡Poco inteligente!”. Hay que tener fundamento para decir algo. Él siempre se va en contra mía en sus declaraciones, pero nunca se preocupa por sus hijas.

—¿Qué le parece que el fallo diga que sus declaraciones tenían un alto contenido emocional que pareció provenir del dolor que le produjo su quiebre matrimonial?
—Es ridículo lo que dice el fallo. Claro que estoy afectada, pero no por la separación, sino que porque yo veo a mis hijas como están y veo las injusticias que han vivido. Y si he cambiado mi relato, claro, pero es porque he sabido nuevas cosas: mis hijas han ido contando más.

“Yo le creo a mis hijas”

Yamile Caba y Enrique Orellana estuvieron casados durante diez años. En 2010, tras la separación, se reguló el tema de las visitas: Orellana en su departamento ubicado en el centro de Santiago recibía los fines de semana a las menores. Caba cuenta que luego de las visitas, las niñas volvían agresivas y retraídas, hasta que un día en el auto, la hija del medio –entonces de 4 años– se puso a llorar y le contó que su padre “la tocaba”. En ese instante, según Caba, la mayor le dijo “mamá créele porque a mí el papá me hacía lo mismo”.

—¿No piensa que pudo haber sido otra persona la responsable de los abusos?
—No. Las tres coinciden en que fue el papá. Además, yo fui una mamá súper aprensiva. Ni siquiera en los cumpleaños donde iban compañeros las dejaba solas. Solamente las dejaba solas con el papá.

—Enrique Orellana fue absuelto y podría solicitar ver nuevamente a sus hijas, ¿cómo vas a enfrentar el tema de las visitas?
—Iré a los Tribunales de Familia, no le voy a pasar a las niñas. Tendría que dormir en la cárcel, pero las niñas no se las voy a pasar. Yo sé que en el Tribunal de Familia puedo pedir hasta la tuición de mis hijas y quitárselas, porque ahí no está la inoperancia de la fiscalía.

—¿Qué hará si su exmarido decide pedir la custodia de las niñas?
—Jamás le voy a pasar a las niñas sabiendo lo que él hizo con ellas. Sería una animal si lo permito, teniendo todas las pruebas. Siempre he dicho que soy capaz de asilarme en una embajada, para pedir que me saquen de aquí, porque en este país no hay justicia.

Sobre la autora: Camila Fernández Contreras es alumna de tercer año de Periodismo y este artículo es parte de su trabajo en el curso Taller de Prensa Escrita, dictado por el profesor Sebastián Rivas.