Augusto Catoia / Mathias Sielfeld

Lee Oscar Wilde, escucha óperas de Richard Wagner y mira Two and a Half Men en televisión. “Si te dedicas todo el tiempo a lo intelectual te viene una depresión”, dice Axel Kaiser, quien hoy vive en Heidelberg, Alemania, donde investiga para su tesis doctoral sobre los fundamentos filosóficos del neoliberalismo y su presencia en Chile con los Chicago Boys. El resto de su tiempo, Kaiser lo gasta dictando charlas sobre economía, política y filosofía en diversos países y, además, escribiendo columnas para el diario El Mercurio, con las cuales ha cultivado fama de polémico.

Abogado de 32 años, Kaiser recuerda que comenzó a leer sobre filosofía política, economía y socialismo por cuenta propia. “Tengo una inclinación natural hacia temas de interés público”, dice. Investigando sobre esa clase de temas, cuenta, se convenció de que el socialismo era “poco realista e inhumano”, cuestión que lo fue “conduciendo hacia el liberalismo clásico, que busca asegurar la libertad del individuo limitando el poder del gobierno”.

—¿Qué ideas lo llevaron a tomar el camino de liberalismo?
—Cuando empiezas a estudiar economía, te das cuenta de que el mundo tiene ciertos límites y que hay leyes económicas que no se pueden ignorar. Por ejemplo, si se establece un sueldo mínimo alto mucha gente se queda sin empleo. El liberalismo reconoce los límites que impone la realidad evitando desastres como los que conocemos en países comunistas. Además, el liberalismo promueve el respeto por la dignidad de la persona, por el derecho de perseguir los propios fines. No hay nada de eso en el socialismo.

—¿Cuál es su idea preferida del liberalismo?
—La idea de que el progreso es el descubrimiento de lo que aún no conocemos. Es decir, que el progreso resulta de la libre interacción entre fuerzas espontáneas de la sociedad y no de la planificación de expertos o autoridades que controlan el poder.

Kaiser es director ejecutivo de la Fundación para el Progreso, una organización sin fines de lucro fundada en Santiago en abril de 2011. El objetivo de la agrupación es promover las ideas del liberalismo con libros, artículos y cursos de formación. En sus viajes, promueve a la fundación y crea contactos en el extranjero. “La idea es formar un think tank internacional”, explica.

Autodefinido políticamente como liberal, el abogado desestima las etiquetas “derecha” e “izquierda” y asegura que el liberalismo bien entendido no se identifica con ninguna de las corrientes.

—¿Por qué el liberalismo no se identifica con la derecha ni la izquierda?
—Porque ser liberal consiste en defender determinados principios más allá de fronteras políticas. Hay políticos de izquierda que han seguido ideas liberales. Por ejemplo, Ricardo Lagos como ministro de Obras Públicas. La Concertación ha tomado medidas que yo celebro, como las privatizaciones de empresas públicas y concesiones de carreteras a privados.

Además de sus columnas para El Mercurio, Kaiser también ha escrito para el Diario Financiero, la revista Forbes y ya cuenta con tres libros, El Chile que viene, La Miseria del Intervencionismo y La fatal ignorancia. Una de las ideas más polémicas que ha planteado es que la educación no es un derecho sino un bien económico, y que Michelle Bachelet propone un “Estado de Bienestar” que pondría en riesgo a la economía chilena.

—¿Por qué un “Estado de Bienestar” sería riesgoso?
—Porque es una política que redistribuye masivamente la riqueza creada en la sociedad. Ese sistema solo puede funcionar con impuestos altísimos y con estructuras burocráticas gigantescas que llevan a masas de la población a depender de la asistencia estatal. Eso baja el crecimiento económico, los ingresos del país y aumenta el desempleo. Surge una enorme corrupción, porque tienes un Estado gigantesco que despilfarra dinero. Y como nunca es suficiente, llega un punto en que los impuestos no pueden subir más y el gobierno se endeuda para satisfacer las demandas sociales. Y ahí tienes la crisis de Europa.

—¿Qué le pareció el resultado de la primera vuelta de las elecciones?
—Por un lado, fue positivo que hubo una mayoría que no votó. Eso prueba que la mayoría de los chilenos no está por reformar radicalmente el sistema que tenemos. Lo otro es el tema de los votos por la Asamblea Constituyente, que solo obtuvo el 8%. Eso también muestra que no hay una pasión en la población por cambios en la Constitución. Pero por otro lado es preocupante que haya una parte importante del electorado que vote por candidatos estatistas.

—¿Qué significa el resultado para la derecha?
—Con el resultado, el gobierno de Piñera probó que fue malo en lo político, pues Evelyn Matthei sacó la peor votación de la historia de la derecha. La UDI perdió ocho diputados, lo cual es una señal potente de la fuerza de la izquierda. Sin embargo, el equilibrio del Congreso no se alteró como se temía.

—Ante una eventual victoria de Bachelet, ¿cómo prevé el panorama político y económico que se avecinaría?
—Yo creo que Chile se moverá hacia el estatismo. Habrá alzas de impuestos y una legislación laboral más dura. Probablemente habrá nuevos ministerios, porque en Chile se crean para cualquier problema que existe. Seguirá la discusión sobre redistribución de ingresos y derechos sociales. Otra cosa que puede pasar es que venga una crisis económica internacional peor que la de 2008. Los últimos cinco o seis años los bancos centrales han tenido tasas de interés bajas y por lo tanto han expandido el crédito en el sistema mundial. Hay un aumento prolongado de precios en las bolsas del mundo, bonos de tesoros nacionales y otros activos. Es inevitable que suban las tasas de interés de los créditos y con eso, en Chile el precio del cobre se desplomaría, la actividad de la economía disminuiría y el desempleo aumentaría.

—¿Cuál es el futuro de las ideas del liberalismo y de la derecha en Chile?
—Yo creo que tienen mucho futuro pero hay que ponerlas de moda entre las élites intelectuales, económicas y políticas del país. Por ejemplo, que cada uno debe salir adelante con su propio esfuerzo y que ni el Estado ni los políticos son la solución para los problemas de las personas. La centroderecha ha sido cobarde y confusa en lo intelectual. Ella tiene futuro si recupera ideas liberales fundamentales y las defiende con convicción, no como Piñera que hizo un gobierno de centroizquierda. Hoy la derecha casi no tiene líderes capaces de entender ni defender las ideas de libertad. Si sigue como está, sufrirá una derrota peor que la otra. Y aunque gane gobernará con las ideas del adversario, lo que es la peor de todas las derrotas.

Sobre el autor: Augusto Catoia Fonseca es alumno de cuarto año de Periodismo y este artículo es parte de su trabajo en el curso Taller de Edición en Prensa Escrita, dictado por el profesor Rodrigo Cea.