Por Constanza Troncoso / Foto Joaquin Meli

Wincy Oyarce y sus actrices llegaron a grabar a una feria libre en La Florida. Las personas no despegaban sus ojos del grupo y las miradas se dirigían en particular a Hija de Perra. “¿Es hombre? ¿O es mujer?”, murmuraban confundidos algunos feriantes, sorprendidos por su aspecto grotesco, con cejas exageradas y zapatos de plataforma. A su lado, Perdida no se quedaba atrás con su peluca dorada. Estaban nerviosas por la reacción que causaban en las personas al pasar, pero no había tiempo que perder. Como muchas otras de las escenas de Empaná de pino, debían grabar rápido, antes de que les pidieran algún permiso o echaran del lugar. “¡Lleve su empaná de pino! ¡Empanás de Hija de Perra!”, gritaba Perdida, mientras Wincy Oyarce grababa la escena con su Handy Cam y además hacía de caña: levantando un micrófono direccional pegado con cinta adhesiva a un palo de escoba. A los 27 años y con solo 200 mil pesos de presupuesto, él estaba decidido a terminar su primera película.

Oyarce estrenó Empaná de pino en 2008 y Otra película de amor en 2012. Hoy, con 34 años, está trabajando en el documental La última vedette, que se centra en el personaje de Maggie Lay, exfigura de la revista picaresca Bim Bam Bum, que pretende estrenar a fines de este año. Un premio que ganó en el festival de cine Sanfic le permitió viajar a Barcelona a fines de mayo pasado en busca de financiamiento y posibilidades de venta y distribución. Además, el cineasta está organizando la tercera versión del festival Arte Porno Dildo Rosa, que sumará distintas disciplinas como pintura, literatura, cine y teatro.

A diferencia de sus extravagantes personajes, él no usa plataformas ni ropa animal print.  Viste un cortaviento azul y jeans gastados. En el living de su casa hay dos muebles y, en las paredes, calcomanías y un cuadro pintado por Rodrigo Troncoso, su pareja. Oyarce, habla con voz suave, calmada y piensa bien antes de responder cada pregunta.

Después de titularse como publicista en la Usach, Oyarce  entró a la Escuela de Cine de Chile. Cuando terminó sus estudios decidió grabar su primera película. Se lo comunicó a su círculo de amigos y estos accedieron entusiasmados a ayudarle. “Nos demoramos más de un año en grabar porque era difícil coordinar los tiempos. Grabábamos un día en el fin de semana y a veces pasaban dos meses en que no habíamos grabado nada. Yo a veces me preguntaba: ‘¿podré terminar esta película?’”, recuerda el director.

Los personajes y los escenarios de sus historias están inspirados principalmente en la adolescencia y época universitaria de Wincy Oyarce, cuando él y sus amigos empezaron a incursionar en el mundo de las perfomance y el teatro.  El grupo estaba conformado por actores, bailarines, cineastas, rockeros, punkis, varios de ellos homosexuales o bisexuales.

En el Cine Arte Normandie vieron películas de John Waters, Pedro Almodóvar y David Lynch, quienes se convertirían en referentes del cine de Wincy Oyarce y de Chikitibúm: festival creado por él y su grupo de amigos que se celebró cada enero, desde 2000 hasta 2010. Quienes participaban invertían los géneros y jugaban con la estética del cabaret con tono sarcástico. Cada uno debía presentar un show con la promesa de que al año siguiente debía ser más elaborado. “Lo hacíamos solo por la necesidad de travestirnos y de expresar nuestra rabia sexual”, cuenta Matilde Plaza quien conoce a Wincy desde la infancia, cuando los dos compartían furgón para ir al colegio. El personaje más importante que nació de Chikitibúm fue Hija de Perra, quien hacía las performances más osadas.

A pesar de que existía un guión, Empaná de pino fue un proceso colaborativo, que se trabajó a pulso y en el cual el director dio espacio para el despliegue de la creatividad ajena. Gracias a que ganó el premio del público en el Festival de Cine B, Empaná de pino se pudo estrenar en el Cine Arte Alameda. La película narra cómo Hija de Perra hace un pacto con el diablo para resucitar a su esposo Caballo, a quien ella misma asesinó. Para esto, cocina a todos sus amigos más cercanos y con su carne, rellena empanadas de pino.

La grabación de su segundo largometraje, Otra película de amor, contó con más recursos que su primera realización: un presupuesto de dos millones y un pequeño equipo conformado por una directora de fotografía y de arte y un sonidista, lo que le permitió a Wincy dedicarse más a sus labores de director. La película, que se estrenó en septiembre de 2012 también en el Cine Arte Alameda, cuenta la historia de dos amigos de la infancia que se reencuentran en la adolescencia y comienzan una amistad-romance homosexual. Es mucho más introspectiva que la anterior y el director incluso la ha llamado “el labo B” de su primer proyecto. “Empaná de pino, a pesar de lo catártico, es y será siempre una película de amor. Y después dije: ‘bueno, voy a hacer otra película de amor’. Y empecé a tomar muchas cosas de mi vida, me empecé a ir pa’ dentro, a buscar conversaciones de la adolescencia, a tomar cosas de ciertos personajes, muchos de los objetos que aparecen en la película son míos, quise hacer un relato autobiográfico muy íntimo”, cuenta Oyarce.

La inspiración, según Wincy, va llegando de diferentes formas: películas, gente, situaciones que ve en la calle o que a él mismo le toca vivir. “Situaciones que vas tomando y las vas mezclando contigo, con tu propia biografía”, cuenta. Lo inspiran, según él, los personajes marginados: travestis, vagabundos, prostitutas, criminales y homosexuales. “Siento que son personajes mucho más ricos, que no están representados en la cinematografía chilena y yo puedo ver belleza en ellos, porque también me siento marginal”.

La madre de Wincy, Alicia Donoso, recuerda que de pequeño se pasaba horas mirando el ballet en la tele y que siempre tuvo marcados gustos musicales, como Cindy Lauper y Madonna. Su familia, que Alicia define como tradicional, nunca imaginó que Wincy fuera gay. A sus 22 años le dijo a su madre que tenía un problema y lo primero que ella pensó fue que había dejado a una niña embarazada. Hoy lleva siete años de relación con Rodrigo Troncoso y pasaron Semana Santa en familia en la casa que los padres de Wincy tienen en la playa La Boca en la ventosa costa Región de O’Higgnis, donde se grabó Otra película de amor.

“De todo lo que ha hecho, esa película me encanta, porque sale la playa, nosotros tenemos una casa de veraneo allá, es un lugar maravilloso. Me emocioné mucho al verla”, cuenta su madre. Su reacción no fue la misma cuando vio Empaná de pino. “Igual es fuerte la película, nos costó entenderla, porque Wincy no nos había contado nada. Yo fui con familia y algunas amistades y ellos pensaron que sería una película de fiestas patrias, como se llamaba Empaná de pino… Al principio fue como: ¡Guau! ¡Espanto! Pero yo igual estaba contenta de que él se atreviera a hacer algo así”, recuerda, “después nos interiorizamos con la película y ahora ya la hemos visto varias veces”.

La reacción de su madre no fue una excepción. Según lo que cuentan los actores de Empaná de pino, muchas personas al verla se pararon de la sala de cine en medio de las funciones y se fueron. Incluso en la muestra que hicieron para la prensa, los periodistas abandonaron la sala cuando vieron a Wincy y todos sus personajes disfrazados tal como salían en la película: Irina Gallardo pelada, con bigote y collar sadomasoquista, Hija de Perra con enormes cejas dibujadas y vestida de animal print y Perdida, semidesnuda y con la peluca tapándole la cara. “La gente suele temerle a lo marginal y el glamur también viene de la basura… Eso existe. Existe y también tiene su belleza. Lo sexual, lo marginal es de donde todos venimos”, dice Irina Gallardo.

A Wincy le gustaría encontrar la fórmula para hacer cine sin estar en aprietos económicos y así cumplir su sueño de convertirse en un director prolífico que tenga muchas películas a su haber. Después de estrenar su documental La última vedette, quiere volver a la ficción y está trabajando en un nuevo proyecto: una comedia negra.