Juan Cristóbal Hoppe / Foto Joaquín Olea

Amparo Noguera tuvo que actuar en trece obras para sentirse empoderada como actriz. La primera de ellas fue Ardiente paciencia, cuando tenía 21 años. Hasta 1999, 13 años después de su primer papel, aceptaba sin pensar mucho los personajes que le ofrecían. No sería hasta su actuación en Hechos consumados de Juan Radriagán que eso cambió.

Habían pasado solo unos días después de que su padre, el actor Héctor Noguera, fue a ver la obra cuando se encontraron en el Campus Oriente de la Universidad Católica. Se saludaron y él le dijo con calma: “Hija, ahora puedo decir que eres una actriz. Eso significa que puedes elegir tus papeles y con quién trabajas”. Ella no supo qué responder en ese momento, y se despidió. Las elecciones posteriores a ese consejo, la llevaron a encontrarse con Blanche DuBois.

Amparo Noguera está determinada por su trabajo. A las ocho de la mañana está en el edificio de TVN para grabar la teleserie nocturna Vuelve Temprano. Termina a las cinco de la tarde, ensaya o estudia el libreto de su próximo montaje, El jardín de los cerezos, y a las seis y media parte al GAM para dar vida a Blanche.

Tennessee Williams escribió Un tranvía llamado deseo en los Estados Unidos de la mitad del siglo pasado, donde campeaban la depresión post-guerra, la discriminación racial y sexual, la decadencia económica y las políticas conservadoras. Blanche DuBois fue –es– una mujer determinada por su país.

Blanche vive en Santiago de Chile de nueve a once y media de la noche. Antes de eso, Amparo llega al GAM a las siete de la tarde. Compra un café y camina rápido hacia los camarines junto a Marcelo Alonso, su pareja desde hace diez años. Se maquilla sola, se viste con el mismo traje que usa de miércoles a sábado. No le gusta el vestido, le parece hediondo, manoseado. En cambio, Blanche lo ocupa porque no tiene otra opción.

La función dura dos horas y quince minutos. En ese tiempo Blanche fuma seis cigarrillos y toma media botella de whisky. Son 24 cigarros y dos litros de té frío para Amparo cada semana. Blanche se está quedando en la casa de su hermana Stella Kowalski. El lugar es pequeño y sucio. Tiene dos piezas, un living-comedor-cocina y la habitación donde la cama ocupa más de la mitad del espacio. La luz es tenue y amarilla, pero alcanza a mostrar las paredes despintadas y la comida en el suelo. Tanto Amparo como Blanche, lo encuentran asqueroso.

Amparo Noguera es vanidosa. Está en los camarines tomando un café cuando llega Paloma Moreno, la actriz que interpreta a su hermana en la obra, Stella. Se saludan y Amparo le pregunta sobre su blusa: “¡Qué guapa! ¿Tiene brillo? La quiero”. A pesar de que busca dominarse, dice que cada vez que tiene tiempo sale a comprar ropa. Para controlar el tamaño de su ropero, agarra lo que menos usa y lo regala a sus sobrinas. Se muere de vergüenza al ver que las blusas, vestidos o chalecos que regala muchas veces tienen la etiqueta puesta.

Blanche DuBois también es vanidosa, pero lo único que le queda como pertenencia es una maleta. En ella guarda sus últimos seis vestidos, los que con el paso del tiempo y de las penas dejaron atrás la elegancia y la fineza. Como muchas mujeres, Blanche odia envejecer. Nunca, durante su estadía en la casa de Stella, dice su verdadera edad. Mantiene las luces apagadas o muy tenues para que no se vean sus arrugas. Cuando le preguntan por qué lo hace, responde: “Por los golpes fuertes que ha sufrido mi vanidad”. Amparo considera que esa frase es chula. No sabía cómo decirla pero Alfredo Castro la tranquilizó: “Sí es chula, pero dila así, tal cual es”, le ordenó.

A diferencia de Blanche, Amparo sí dice su edad. Tiene 49 años y se hace masajes y usa cremas en la cara para evitar las arrugas. Come con poca azúcar, evita las carnes rojas, prefiere verduras y frutas. Se alimenta sano porque sabe que su cuerpo es la herramienta de su trabajo.

Faltan 30 minutos para salir al escenario. Marcelo Alonso, el intérprete de Stanley Kowalski –cuñado de Blanche por el que se siente atraída– repite rápidamente los diálogos con Paloma Moreno, su esposa en la obra. Álvaro Morales, quien personifica a Mitch –el enamorado de la protagonista– lee el diario sentado y pasa lentamente las páginas. Amparo se mueve, camina circularmente por el camarín. De pronto suelta alguna frase: “¿Soy a la única que le pica el cuerpo con esta ropa?”, “oye, ¿y Alfredo va a venir hoy?”, “¡ay no, no puedo leer esto!”, dice al tomar y botar al instante una revista Caras que hay sobre una mesa. Piensa que puede ver algún artículo o entrevista que no le guste. Sigue caminando mirando hacia el suelo.

Isidora Portales, madre de Amparo, murió hace 17 años por un cáncer al hígado. Al diagnosticarle la enfermedad, los doctores le dieron tres meses de vida. Al final vivió un año y medio. La primera reacción de Amparo fue negarlo. Mantuvo sus horas de grabación en la teleserie de TVN Sucupira y al terminar iba a la clínica a ver a su madre. Recuerda que no soportaba los cambios de humor de su mamá. “Fueron momentos de amor y odio”, recuerda. Amparo sigue pensando que le faltó aprovecharla, que no eran necesarias tantas peleas con Piedad, su única hermana de madre y padre.

Por eso la actriz, dice, entiende a su personaje, quien vivió la muerte lenta de sus familiares. Blanche recrimina a su hermana Stella por haberse ido: “Tú estuviste en los funerales. Son lindos los funerales. Pero estar con ellos cuando gritan ‘¡no me quiero morir!’ es horrible y tú no estuviste ahí”. Amparo en cambio, agradece a Piedad, porque se acompañaron durante el largo proceso de deterioro de su madre, quien murió cuando Héctor Noguera fue a verla, por primera y única vez, a la clínica. “Ella lo estaba esperando”, dice Piedad.

Amparo Noguera no tiene metodologías fijas a la hora de empezar a trabajar un papel. Estudia los diálogos y las indicaciones del director en cada momento que tiene disponible. Sin embargo, con ningún otro personaje había visto tantas imágenes al momento de actuar. Cada vez que Blanche habla de su esposo muerto, ella ve sus ojos azules, el mar y la casa de campo. Eso le da seguridad, sabe qué piensa y qué haría su personaje.

Son las once y media de la noche en Santiago. Mientras la familia de Amparo la espera para celebrar el cumpleaños de su sobrina, Stan, Stella y Mitch están sentados en la sala 2 del primer piso del GAM mirando como dos hombres se llevan a Blanche a la fuerza a un sanatorio. Amparo cree que los tres se equivocan, que están “cagados” con la verdad. “Ella está loca, nunca dice la verdad, dice lo que debería ser verdad. En parte eso es exceso de lucidez. Es que la realidad nunca es tan buena, porque no tiene ninguna oportunidad de cambio”, cuenta la actriz.

Después de terminar la función, Amparo llega a eso de las doce y media de la noche al cumpleaños con su familia. Comen juntos y conversan hasta las tres de la mañana. Media hora más tarde llega a su casa en Providencia, saca a pasear a su perro, y, finalmente, a las cuatro se va a la cama. El día ha terminado.

Sobre los autores: Juan Cristóbal Hoppe Ellicker es alumno de cuarto año de Periodismo y este reportaje es parte de su trabajo en el curso Taller de Prensa Escrita, dictado por la profesora Jimena Villegas. El artículo fue editado por Javiera Yáñez, alumna de quinto año de periodismo, como parte de su trabajo en el curso Taller de Edición en Prensa Escrita, dictado por el profesor Rodrigo Cea. Las fotos son de Joaquín Olea, y corresponden a su trabajo en el curso Taller de Fotografía Periodística, dictado por la profesora Consuelo Saavedra.