Felipe Cox / Ilustración Mathias Sielfeld

Había visto algo de surf en los noticieros y se había dado cuenta de que, al parecer, en su Pichicuy las olas eran buenas. Entonces, Daniel Chicorli, un buzo y pescador que entonces tenía 42 años, compró una tabla de body board a un joven viajero necesitado de plata que conoció en la vecina ciudad de La Ligua. Así, un día de octubre de 1993, y bajo la mirada curiosa de sus compañeros pescadores, por primera vez alguien “corrió” sobre una ola en Pichicuy.

Con una población de 950 personas, la caleta se encuentra 173 kilómetros al noroeste de Santiago, en la Región de Valparaíso. Parte del municipio de La Ligua, es la primera playa que aparece por la ruta 5 Norte cuando se viaja desde la capital. La playa tiene 4 kilómetros de largo y está totalmente expuesta al suroeste, lo que da origen a frecuentes marejadas que azotan la costa, factor clave para la práctica del surf. La caleta se encuentra en el extremo norte del balneario, y para apaciguar el oleaje del sector se ha construido diques de piedra. Todos los días los botes se sacan con una grúa instalada en el muelle.

Daniel Chicorli, el pescador-surfista se dio cuenta de que era mucho más difícil de lo que parecía. Estuvo cerca de media hora en el agua. Pasó un muy buen rato, pero salió muy cansado, y nunca más quiso volver a meterse. La tabla quedó guardada en un cuarto con cachureos, hasta que en 1994 su hijo –que lleva su mismo nombre y al que apodan Chico Arly– y su compañero de colegio Hans Abarca, la desempolvaron. Tenían unos 13 años cuando comenzaron a turnarse la tabla para deslizarse sobre las olas. Nunca nadie les dio clases ni tenían traje de neopreno para soportar el frío.

Poco a poco otros jóvenes comenzaron a imitar al Chico Arly y a Abarca, a quien todos conocen como El Guatón Hans. Para 1997, calcula Daniel Chicorli hijo, ya eran alrededor de 15 los locales que se metían al agua, y fue hace unos diez años que comenzaron a llegar surfistas desde otras playas de la Región de Valparaíso. Uno de los hitos más importantes en esta historia-surf de la caleta sucedió el 18 de agosto de 2010, cuando Hans Abarca fundó la organización de deportes extremos local, ODX Pichicuy, la que hoy reúne a 25 socios.

La población pichicuyana se puede dividir en tercios: uno adventista de la Iglesia del Séptimo Día, otro evangélico pentecostal y otro que no se identifica con ninguna religión. Hay muchos exalcohólicos recuperados entre los religiosos, y no quieren que sus hijos repitan sus errores, así que los alejan de los no-religiosos. Entre los surfistas pichicuyanos hoy no hay ninguno evangélico ni adventista. Los tres que han practicado el deporte se han retirado por no contar con apoyo familiar.

La historia de Pichicuy comenzó a fines de los años 30, cuando empezaron a aparecer pescadores de La Ligua y La Calera, quienes construyeron cabañas precarias para pasar las noches. Recién en los años 40 algunos llevaron a sus familias. Una década después aparecieron los primeros botes en la punta norte de la bahía y hacia los años 70, se construyó el muelle. A esas alturas, Pichicuy tenía una población de 500 personas. Pronto se levantaron más casas, pero los terrenos se regularizaron recién a finales de los años 90, con la prohibición de venderlos antes de 12 años desde la entrega de los documentos.

Los surfistas de La Ligua, que solían ir a Papudo, y también los de Los Molles y La Ballena, empezaron a llegar al balneario el verano de 2003, recuerda Hans Abarca. Entonces una orden municipal de La Ligua permitía el ingreso de buses a la playa. Llegaban hasta setenta micros cada día, con pasajeros que no dejaban dinero en los negocios del sector y contaminaban la playa, mientras aumentaba la delincuencia. Además, funcionaba un camping administrado por la junta de vecinos que arrendaba por 12 mil pesos sitios hasta para 30 personas. Las costos del turismo no eran percibidos como ganancias por la comunidad. Así, después de más de diez años de reclamos, la presidenta de la junta de vecinos, Lidia Olivares, consiguió cerrar el camping y terminar con el ingreso de los buses. El verano de 2013 fue el primero sin turismo masivo en la playa.

La demanda de casas ha aumentado en Pichicuy gracias al surf. Las primeras propiedades empezaron a venderse en 2011. “Fue mi primera gran inversión. La pena es que habían muchas casas con los papeles irregulares, y no tuve muchas opciones”, dice el surfista aficionado Juan Pablo Álvarez. Con vista al mar, pero al otro lado de la carretera, se trazó un loteo llamado Costa Huaquén: los 80 sitos se vendieron poco más de 12 meses, entre fines de 2012 y comienzos de 2014.

La mayoría de los pichicuyanos hoy vive de la pesca artesanal y la extracción del güiro, un alga marina comestible. Daniel Chicorli, el Chico Arly, recuerda que antes había muchos locos en la playa, y que de eso vivían en la caleta. Más tarde se dedicaron a la extracción de las almejas y machas, pero también se acabaron. “Ahora nos estamos consumiendo el güiro. Después no sé qué cresta vamos a vender. Capaz que las piedras”, dice Chicorli, quien pesca por las mañanas y surfea por las tardes.

Criado en Pichicuy, a sus 74 años Emelindo Sagredo es uno de los hombres más viejos que vive en la caleta. El anciano cree que no quedan muchos años más de güiro en el litoral, y que los pescadores no están pensando en eso, sino solo en el presente y en beneficiarse ellos mismos. “La mar tiene para todos, pero hay que saber organizarse con lo de las cuotas, porque si no se acaban las cosas”, dice Sagredo.

Hace un par de meses Hans Abarca compró un bote y se sumó a la extracción de algas. Sobre su futuro, dice, él sueña con que la caleta viva del turismo relacionado a los deportes marítimos extremos.

El primer campeonato de surf –no federado– en Pichicuy se realizó en agosto de 2007. Lo organizaron las principales tiendas de surf de Santiago y contó con la participación de reconocidos deportistas chilenos. Tres años más tarde, en agosto también, se realizó una nueva versión de la competencia, sin el respaldo de la federación.

El brasileño Rodrigo Koxa, un reconocido surfista de olas gigantes, corrió la ola oceánica de Punta Docas –en el extremo norte de Pichicuy– el 18 de agosto de 2010. Como fue la segunda ola más grande que se surfeó en la edición 2011 del circuito de olas gigantes Billabong XXL, obtuvo el segundo lugar y, de paso, puso el nombre del pueblo en la órbita internacional. “La ola se ha hecho famosa. El año pasado un australiano me preguntó por Pichicuy en Indonesia”, cuenta el surfista profesional León Vicuña.

Alas, la Asociación Latinoamericana de Surfistas Profesionales –que ya ha organizado campeonatos en playas como Maitencillo, Pichilemu, Cachagua y Reñaca–celebrará por primera vez uno en Pichicuy en agosto próximo. Será el evento deportivo más importante en la historia de la caleta.

Sobre el autor: Felipe Cox es alumno de quinto año de Periodismo y este reportaje es parte de su trabajo en el curso Taller de Prensa Escrita, dictado por la profesora Jimena Villegas. El artículo fue editado por Javiera González, alumna de quinto año de periodismo, como parte de su trabajo en el curso Taller de Edición en Prensa Escrita, dictado por el profesor Rodrigo Cea.