Por Hernán Melgarejo / Fotos Sebastián Utreras

Todo partió con una canción y fue hace casi una década. Ernesto Díaz, hoy de 36 años, escuchaba un compilado de funk psicodélico llamado 100% Pure Funk, con canciones que podrían haber sonado en cualquier película del director Quentin Tarantino. Pero una de ellas le llamó la atención. Se trataba de Fisco Hills, de la banda Nino Nardini and Pop Riviera Group, la que lo hizo imaginar la primera escena de una película: un personaje vestido como en los años 70, apoyado en un muro de mosaico, con una voz en off de fondo. Un clásico comienzo del cine gansteril y policial.

Esa fue la génesis de Santiago Violenta, una película que Díaz rodó en 2011 y que pudo finalizar recién en 2013 gracias a un Fondo Audiovisual de posproducción. Este año la película ganó el Premio VTR Sundance Channel en el Festival de Cine de Valdivia, y tendrá su estreno en salas el próximo 27 de noviembre.

El filme cuenta la historia de tres amigos, interpretados por los actores Mauricio Diocares, Nicolás Saavedra y Matías Oviedo, que en una noche de juerga se ven envueltos en un lío con la Tía Marilyn, la mafiosa dueña de una discoteca. Así viven una aventura que incluye balazos, mafiosos, un bolso con dinero, música funky, un antiguo Fiat 125 y looks al estilo setentero, como si se tratara de la película Pulp Fiction o Perros de la Calle. Pero en el Chile de hoy.

La mafia chilensis

Ernesto Díaz creció grabando películas caseras sobre gánsteres con una cámara V8 que aún conserva en su oficina. Los actores eran sus propios compañeros de colegio, que muchas veces se aburrían de repetir una y otra vez las tomas durante toda una tarde. Años después, y ya convertido en un pionero del cine de género y de acción en Latinoamérica, su filmografía no había contemplado una película que se centrara en el mundo de la mafia.

Díaz creció grabando películas caseras sobre gánsteres con una cámara V8 que aún conserva en su oficina. Los actores eran sus propios compañeros de colegio, que muchas veces se aburrían de repetir una y otra vez las tomas durante toda una tarde.

En 2006 hizo Kiltro, sobre un peleador de artes marciales; en 2007 rodó Mirageman, sobre un superhéroe; y en 2009 Mandrill, sobre un caza-recompensas parecido a James Bond. En todos ellos trabajó junto al actor y artista marcial, Marko Zaror, amigo desde la infancia, y recibió galardones en festivales internacionales, como el Fantastic Fest, de Texas. A lo anterior hay que sumarle Tráiganme la cabeza de la mujer metralleta, de 2013, en la que homenajeó la estética y la violencia del cine afronorteamericano de los años 70, conocido como blaxploitation, y en la que trabajó con los actores Matías Oviedo y Fernanda Urrejola.

En Santiago Violenta cumple su viejo anhelo de retratar la mafia, pero con una visión personal. “Siempre quise hacer un grupo de mafia, pero que en vez de ser profesionales fueran gente común y corriente. Y ahí se me ocurrió que fuera un grupo de amigos como los míos, pero metidos en un problema tipo Perros de la Calle”, cuenta Díaz en su oficina.

La historia la armó sobre la base de la idea de que los amigos debían recuperar un bolso con dinero de un hotel. Díaz imaginó la escena filmada en un plano secuencia de 13 minutos, sin cortes, manteniendo el suspenso.

Díaz ha optado por producir filmes aun teniendo poco dinero y  muy poco tiempo. De hecho, solo Kiltro y Santiago Violenta han contado con un guión terminado a la hora del rodaje, ya que sus otras películas ha tenido que escribirlas en medio de las filmaciones.

La grabación fue hecha en el Hotel Plaza San Francisco, en Santiago, y requirió dos días de ensayo y un día completo de rodaje, en el que la lluvia no paró de caer. “Había un despliegue de asistentes, todos comunicados por radio, avisando que se corriera la gente cuando fuera a pasar la cámara.  Fue todo un ajedrez para poder lograrlo”, cuenta Díaz, que tuvo que coordinar a casi 70 personas para la toma. “En el plano técnico, es claramente lo más ambicioso que he hecho”.

—¿Qué tanta acción se verá en Santiago Violenta?
—Tiene la cantidad de acción que tiene una película de mafia. Es un policial gansteril, una película de gánster de un grupo de amigos metidos con la mafia. Hay sus tiroteos, hay escenas de suspenso, persecuciones, pero no es una película en que se dan vuelta camiones.

—En el teaser se anuncia como una “comedia de piscolas y pistolas”. ¿Qué papel juega el humor?
—Sigue ese sentido del humor de mis otras películas, que es una cosa que te vas dando cuenta en el camino que lo tenís  y que forma parte de tu sello. No es algo tan planeado. Después de Kiltro y Mirageman me di cuenta que ese chiste lo hice intencional en esta escena, pero ese otro no era intencional y también provocó risas. Y después fui manejando eso.  Y claro, Santiago Violenta tiene mucho humor, me gusta ese tipo de humor negro.

Con Santiago Violenta Díaz cumplió su viejo anhelo de retratar a la mafia, pero con una visión personal. “Siempre quise hacer un grupo de mafia, pero que en vez de ser profesionales fueran gente común y corriente”, dice.

—En tus otros filmes también hay un humor que tiene que ver con reírse de la propia película o de algunas escenas. ¿Juegas con eso en Santiago Violenta?
—Forma parte de eso también. O sea que no te puedes tomar en serio un género que nunca podrá ser como lo hacen los gringos. Porque no tenis la plata y porque tampoco estás allá. No puedes hacer una película como El Padrino porque en Chile no existe la mafia italiana y tampoco tienes los recursos que tiene Coppola para hacer El Padrino. Entonces es una forma de redimir las condiciones que uno tuvo para hacer la película. Es como hacer ver que uno está jugando también con el género.

Rebelde sin pasta

Antes de hacer Kiltro en 2006, Díaz hizo un viaje a Los Ángeles, Estados Unidos, donde estaba su amigo Marko Zaror trabajando como doble de películas de acción. Ahí descubrió el mercado del mexploitation, un género de películas mexicanas de pésima calidad y de bajo presupuesto que llegaban directamente al videoclub y que abordaban las temáticas del narco y la mafia. “Ahí pensé: con esa plata podría hacer algo mucho mejor que eso”, cuenta Díaz, que convenció al productor y financista norteamericano, Derek Rundell, de que efectivamente era capaz, e iniciaron una alianza que se ha mantenido en toda la filmografía de Díaz.

“Tengo la sensación de que [Santiago Violenta] es la que me deja más conforme en la mayor cantidad de ángulos y materias narrativas, en actuación, guión, escenas particulares. Es una película diferente. Se puede ver que hay más desarrollo dramático de los personajes, más profundidad”.

Sin embargo, tal como Robert Rodríguez, uno de sus referentes cinematográficos, que se calificaba como “rebelde sin pasta”, Díaz ha optado por producir filmes aun teniendo poco dinero y  muy poco tiempo. De hecho, solo Kiltro y Santiago Violenta han contado con un guión terminado a la hora del rodaje, ya que sus otras películas ha tenido que escribirlas en medio de las filmaciones. “Si tienes un determinado presupuesto y tienes que vivir de esto, tienes que repartirlo en menos meses y te queda un mes para escribir el guión. Y en un mes no alcanzas a escribir un guión bueno, nunca.  Y yo he optado por hacer una película tras otra en vez de dedicarme a otra cosa mientras escribo un guión”, dice Díaz.

Su historia se refleja en uno de los personajes de Santiago Violenta, Brocco, interpretado por Mauricio Diocares, un joven que se gana la vida haciendo videos de matrimonio, pero que su sueño es hacer una película de acción basada en los policiales de los años 70, que le es imposible financiar.

“Uno de mis amigos hacía videos de matrimonio. Entonces es una mezcla de él con mi imposibilidad de hacer películas, de ser incomprendido al principio con el cine de acción en Chile. Curiosamente a mí me fue mucho más fácil empezar que para este personaje. Pero con esta película me terminó pasando lo que le pasa a Brocco, que no podía hacerla. Y tuvimos ene problemas de producción, y la película terminó estancada por mucho tiempo. Entonces terminé pasando las mismas penas que el personaje”, dice Díaz.

En 2006 Díaz viajó a Los Ángeles, Estados Unidos, donde descubrió el mercado del mexploitation, un género de películas mexicanas de bajo presupuesto que llegaban directamente al videoclub. “Con esa plata podría hacer algo mucho mejor”, dijo.

—¿Por qué costó más que las otras?
—Porque si bien es un género más amplio de público, es más difícil levantar un proyecto así que levantar uno de cine de nicho, como el cine de artes marciales, que tiene un mercado internacional súper concreto y si las peleas funcionan, la película se vende. En este género la película tiene que ser buena para que se venda. El guión ayuda mucho, pero es súper complicado

—¿La consideras tu mejor película?
—Tengo la sensación de que es la que me deja más conforme en la mayor cantidad de ángulos y materias narrativas, en actuación, guión, escenas particulares. Es una película diferente. Se puede ver que hay más desarrollo dramático de los personajes, más profundidad. Es la película que tiene más trabajo. En todo sentido.

Sobre el autor: Hernán Melgarejo es exalumno de la Escuela de Periodismo de la UC y esta entrevista la realizó especialmente para Km Cero.