Rodrigo Cea, profesor de la Escuela de Periodismo UC.

La noche del 10 de septiembre, los 17 alumnos del curso Entrevista en Medios de la Escuela de Periodismo de la UC dejaron inconclusas las entrevistas que esperaban que su profesora leyera a la mañana siguiente. Pasada las 10 de la noche, comenzaron a enterearse –por Twitter, teléfono, e-mail– de que no tenía sentido continuar escribiendo. A causa de un paro cardíaco, Raquel Correa había muerto a los 78 años en su casa, después de interrumpir una partida de canasta que jugaba con su hijo.

Nacida en Santiago el 8 de julio de 1934, Raquel Teresa Correa Prats llegó a la Escuela de Periodismo de la Universidad Católica en agosto de 2007. Luego de más de 50 años de trayectoria impecable en los medios más destacados del país, la periodista aceptó la propuesta de la hoy decana de la Facultad de Comunicaciones, Silvia Pellegrini, para dictar un curso diseñado a su medida.

“Ella siempre hablaba de sus chiquillos, mis niños. Su trato con los estudiantes manifestaba esa característica tan especial que tenía Raquel de su personalidad, que a la vez era dulce, exigente y rigurosa”, comenta Pelle

grini, quien destaca que, además de las clases, Correa también condujo el programa Política en el Torres de RadioUC durante el segundo semestre de 2011, en el cual entrevistó a más de 100 profesores de la universidad. “En su paso por la Escuela ella siempre demostró su tremendo amor por el periodismo. Fue un gran orgullo tenerla como profesora”, dice Pellegrini.

Conversaciones guiadas

Reportera de la sección Economía y Negocios del diario El Mercurio, Pamela Olbhaum fue alumna del primer curso que Raquel Correa dictó en la UC. Ella recuerda que Correa siempre contaba anécdotas de sus diversas entrevistas. “Sebastián Piñera y el Chino Ríos fueron algunos que más la marcaron, en el sentido de que repetían ideas o, sencillamente, no hablaban. Le molestaba la gente que no modulaba y si había alguien así en su clase, le hacía repetir más fuerte y mejor, hasta que le decía ‘ahora sí le escucho, ¿qué estaba diciendo?’”, recuerda Olbhaum.

Durante el segundo semestre del 2009, una de sus alumnas más aventajadas fue Carolina Mascareño, actual reportera de la sección de Política del diario La Tercera. Ella dice que de su profesora aprendió sobre todo a preguntar, a nunca salir a entrevistar sin leer todo sobre el entrevistado y el valor de transcribir las “conversaciones guiadas”, como ella llamada a las entrevistas, para no perder fidelidad.

Más allá, la ex alumna destaca hoy que Correa nunca tuvo temor para enfrentarse con las máximas autoridades y representantes del poder en Chile y que intentaba contagiar esa actitud a sus alumnos. “Decir que Raquel Correa era una persona excepcional es insuficiente. Lejos de situarse en el pedestal de su trayectoria y logros, ella siempre tenía una sonrisa, un consejo o un minuto para conversar con todos quienes se lo pidieran”, dice Mascareño.

La última clase

El recuerdo más fresco de Raquel Correa lo tienen los 17 alumnos que este semestre cursaban Entrevista en Medios. Sólo cinco semanas de clases, aseguran, fueron suficientes para conocer la integridad y el profesionalismo de su profesora.

La última clase de Raquel Correa fue el martes 4 de septiembre pasado. Ese día, a las 10 de la mañana en punto, apareció en la sala del tercer piso de la Facultad de Comunicaciones y, cuando estaba lista para comenzar, se dio cuenta de que había olvidado sus anteojos en casa. Entonces, tuvo que cambiar de planes y, en vez de dedicarse a leer textos de sus alumnos, abrió una discusión política a todo el curso y cada alumno debió responder cuál y por qué era su candidato presidencial para las elecciones del próximo año.

Después de eso, Raquel Correo volvió a uno de sus temas favoritos: las preguntas audaces. Dijo que entrevistar políticos era un asunto difícil, “porque ellos siempre ponen play”, comentó. Antes de terminar la clase, pidió a sus alumnos pensaran una sola pregunta para el Presidente Sebastián Piñera.

Luego de un par de minutos en que Correa escuchó las propuestas de cada uno de los estudiantes, los retó. Les dijo que las preguntas eran poco audaces, cobardes, y los animó a ser incisivos para encontrar la verdad, para conseguir lo necesario sin importar que el entrevistado pudiera sentirse incómodo. En último término, dijo, los periodistas debían ser una ventana para que el resto pudiese ver.