Por Valentina Valenzuela Cabrera/Ilustración: Fredo

Carla Fonseca tenía el pelo negro y los ojos color miel. Iba al Liceo Alonso de Ercilla de Cañete en Huentelolén. Hay una foto de ella con su uniforme escolar columpiándose y mirando hacia abajo. El 10 de enero de 2014, cuando tenía 16 años, la madre encontró su cuerpo desnudo y sin vida al llegar a la casa. Vladimir Miranda, su hermanastro de 19 años, la violó y asesinó. El sureño, 24 horas, La Nación y Emol, relataron así el sufrimiento de su familia y explicaron la premeditación del crimen.

El 20 de julio del año 2015 se ratificó la condena de cadena perpetua para Miranda por violación y asesinato, tras ir frente a la Corte de Apelaciones de Concepción con ayuda y asesoramiento de la Fundación Amparo y Familia, abocada a la defensa de niños y jóvenes víctimas de delitos sexuales. De no recibir tal respaldo, Vladimir hubiese corrido otra suerte: presidio mayor en su grado máximo con posibilidad de apelar a libertad condicional, por ejemplo.
Carla no forma parte de los 40 femicidios que el SERNAM registró ese año, además de ser menor de edad, no era cónyuge ni conviviente de su asesino.

La legislación chilena tipifica el femicidio solamente cuando una mujer entre 18 y 65 años de edad es asesinada por su marido o conviviente, estén en una relación o se hayan separado. Esto se incorporó en una modificación hecha en 2010 a la Ley 20.066 de violencia intrafamiliar y dice: “Si la víctima del delito suscrito en el inciso precedente es o ha sido cónyuge o la conviviente de su autor el delito tendrá el nombre de femicidio”.

“No pueden estar las mujeres muriendo como moscas y nadie hace nada. El marco legal es ineficiente. Los jueces dan cautelares y nadie controla que se cumplan”, dice la senadora Adriana Muñoz (PPD), responsable del proyecto de ley de femicidio que se aprobó en 2010, tras pasar seis años detenido en el Congreso. Antes de esto, los asesinatos a mujeres solo eran un homicidio cualquiera.

Según las Naciones Unidas el femicidio es la máxima expresión de violencia contra la mujer y tener una ley de violencia de género permite generar políticas públicas para trabajar en su prevención y en un cambio de mentalidad como sociedad.

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En 1998, el Estado chileno ratificó la Convención Belém do Pará, que define y condena al femicidio como la muerte violenta de una mujer por razones de género, dentro o fuera de la familia, o en cualquier otra relación interpersonal, en la comunidad o por parte de cualquier persona, sin importar la edad de la víctima. Pero en Chile no se consideran femicidios los asesinatos como violencia de género. Femicidio aquí es solo cuando tu pareja o ex pareja, siendo mayor de edad, te mata.

En Chile no se consideran femicidios los asesinatos como violencia de género. Femicidio aquí es solo cuando la pareja o ex pareja de una mujer, siendo mayor de edad, la mata.

En 1990 la senadora Muñoz junto a más diputados trataron de avanzar en la materia con un proyecto de ley de violencia de género que no prosperó, pues Soledad Alvear (DC), cuando llegó al SERNAM, lanzó el proyecto de ley de violencia intrafamiliar que remite estas agresiones solamente al ámbito doméstico, reconociendo únicamente los maltratos que ocurren adentro del núcleo familiar y dejando afuera las otras circunstancias en que las mujeres son víctimas de violencia por su género.

Según Muñoz, el Estado está al debe con una ley que castigue la violencia de género y que deje de reconocer el problema solo como una situación que se da adentro del hogar, sino que también incorpore el ámbito público, en la actualidad la condena es sólo por homicidio calificado, que puede ir de 15 años y un día hasta cadena perpetua y depende del juez.

En la comuna de Ovalle de la región de Coquimbo, Karol Pizarro apenas sobrevivió al ataque de Marco Antonio Olmos, su cónyuge por 15 años con quien tuvo dos hijos. Ella le fue infiel. El martes 28 de Julio de 2015 él la apuñaló con una tijera de podar repetidas veces en el cuello tras golpearla. Karol no murió y Marco Antonio no fue a la cárcel. Lo sentenciaron a libertad vigilada intensiva el 6 de abril de 2016.

Pese a que el femicidio y sus intentos son castigados por la legislación chilena con pena máxima de presidio perpetuo, está la variable de atenuante por celos, en que la defensa puede alegar y bajar la pena. “Un juez con criterio hace una lectura integral de las normas. Sin embargo, hay una lectura patriarcal de las normas, en el momento en que los celos u ofuscación son causales del asesinato a una mujer”, critica la senadora Muñoz.

La red chilena contra la violencia empezó la campaña: "¡Cuidado el machismo mata!". Foto: Valentina Valenzuela.

La Red Chilena contra la Violencia hacia las Mujeres empezó la campaña: “¡Cuidado! El machismo mata”. Foto: Valentina Valenzuela.

En la comuna de Independencia están las oficinas de la Red Chilena contra la Violencia hacia las Mujeres, que es responsable de la campaña que empapeló con afiches negros y amarillo las murallas del país con la frase: “¡CUIDADO, EL MACHISMO MATA!”. En 2016 se cumple una década desde que empezaron.

Según las cifras de la Red Chilena Contra la Violencia, el año pasado 58 mujeres fueron víctimas de femicidio. Para el SERNAM, solo fueron 40, porque no caben los casos como el de Carla Fonseca.

“La violencia está presente en un continuo en la vida de las mujeres. No solo adentro del hogar. La ley de femicidio no es más que la ley de violencia intrafamiliar que ya existía, que se le adosa el hecho de que el tipo mate a su cónyuge”, dice Soledad Rojas, coordinadora de la Red. En la entidad cuentan todos los casos.

En el sitio web de la institución existe un registro desde 2010, con un recuento de todas las mujeres que han muerto por violencia de género en Chile. Quién las mató, cómo, si la violó antes de hacerlo y si había medida cautelar. Según sus cifras, el año pasado 58 mujeres fueron víctimas de femicidio. Para el SERNAM, solo fueron 40, porque no caben los casos como el de Carla Fonseca.

La Red construye este catastro a partir de denuncias, prensa, abogadas que están permanentemente en contacto con el Ministerio Público, Servicio Médico Legal y redes de mujeres que corren la voz. Revisan las características del delito y si hubo violencia de género, es decir, si la mujer asesinada fue víctima por ser mujer.

Las 18 mujeres que murieron en 2015 no existen para el SERNAM, para el servicio estatal que debe proteger a las mujeres y sus derechos no hubo una vulneración, por lo que el crimen es invisible. “No es femicidio, porque para nosotros no tenían una relación sentimental, y es lo que dice la Ley”, señala Luz María Correa, orientadora de la Oficina de Informaciones, Reclamos y Sugerencias (OIRS) del Servicio Nacional de la Mujer de la Región Metropolitana. Así como tampoco las siete “extra” que han muerto a estas alturas del año, según la cifra que lleva la Red.

Invisibles como Nabila

Jessica Cisternas (56) está sentada en el comedor de su departamento en la comuna de San Joaquín, cuando relata lo que le ocurrió la mañana del 9 de septiembre de 2014: “El primer golpe lo resistí, pero el segundo me lo dio en el oído, por eso tengo el tímpano derecho fisurado. Me dijo que no iba a salir con vida, que me iba a matar”. Ella tiene el pelo blanco, prolijamente ordenado en un moño del que ningún cabello se escapa. Sus ojos brillan, su voz se quiebra, pero no llora al relatar los episodios de violencia intrafamiliar que vivió en 20 años de matrimonio y que casi le costaron la vida.

“La sensación que yo no puedo olvidar es del golpe. El ruido de su puño cuando golpeaba mi cuerpo”, recuerda Jessica Cisternas. Foto: Valentina Valenzuela.

“La sensación que yo no puedo olvidar es del golpe. El ruido de su puño cuando golpeaba mi cuerpo”, recuerda Jessica Cisternas. Foto: Valentina Valenzuela.

Durante 2012 fue a un centro para la mujer del SERNAM en busca de ayuda, pero su, ahora, ex marido llegó a desmentirla, diciendo que la violencia sexual, física y verbal que ella denunciaba eran mentiras. Nunca más la llamaron. Este fue uno de los intentos frustrados por denunciarlo para proteger su vida y la de los cuatro hijos que tienen en común.

La violencia comenzó para Jessica en su primera semana de matrimonio, cuando su marido trató de asesinarla ahogándola con una almohada, recuerda que se fue a negro y que pensó que se iba a morir. Lo perdonó, porque él llegó a los pocos días pidiendo disculpas, llorando de rodillas en el suelo.

En una ocasión en que sus dos hijas de 16 y 25 años, respectivamente, lo confrontaron por abusar sexualmente de Jessica, él les pegó a las tres. “Hice la denuncia, fuimos a constatar lesiones. Fui al Juzgado de Familia y no quedó nada registrado”, relata Cisternas. Ella puede contar, al menos, cuatro ocasiones en las que él la intentó matar.

“La sensación que yo no puedo olvidar es del golpe. El ruido de su puño cuando golpeaba mi cuerpo. Es una de las pocas veces que he contado esto”, narra Cisternas. Ahora decidió ir más allá y dar su nombre, por el caso de Nabila Rifo.

La madrugada del sábado 14 de mayo en Coyahique no hacían más de dos grados de temperatura, cuando el cuerpo casi sin vida de Rifo yacía desnudo en la calle. Fue brutalmente violada, golpeada y sus ojos le fueron arrancados. Apenas respiraba.
Rifo sobrevivió al ataque del agresor, su ex pareja Mauricio Ortega.

Una ley de violencia de género reconocería la desigualdad derivada de la jerarquía que existe entre hombres y mujeres, y también sus manifestaciones públicas y privadas, dentro de las que está el acoso laboral, sexual, violación, tráfico de mujeres y el maltrato físico, social y sexual en el espacio familiar por parte de las parejas.

Nabila Rifo fue víctima de un femicidio frustrado. “La estimación que nosotras tenemos es que los que ocurren en Chile son el doble de los que logran consumarse. De 56, el año pasado, habría un total aproximado de 112. Esa es la proporcionalidad”, explica Rojas, coordinadora de la Red.  La Ministra del Servicio Nacional de la Mujer, Claudia Pascual (PC) se refirió a este tema de manera escueta en uno de los pasillos del Congreso Nacional diciendo: “Vamos a crear una ley de violencia de género”.

La creación de una ley de violencia de género implica reconocer la desigualdad derivada de la jerarquía que existe entre hombres y mujeres, como parte de un sistema de poder que las mantiene subordinas a través de prácticas culturales que son discriminatorias. Esta violencia se ejerce en el plano social, económico y político, según lo publicado por la ONU en materia de femicidios y violencia de género. Además una ley de violencia de género reconoce sus manifestaciones públicas y privadas, dentro de las que está el acoso laboral, sexual, violación, tráfico de mujeres y el maltrato físico, social y sexual en el espacio familiar por parte de las parejas.

Según la Convención Belém do Pará esta ley condenaría: “Cualquier acción o conducta, basada en género, que cause muerte, daño o sufrimiento físico, sexual o psicológico a la mujer, tanto en el ámbito público como en el privado”. Es decir, casos como los citados no serían solamente la figura de un homicidio u homicidio frustrado.

Nabila está con vida, volvió a su hogar. Nunca va a recuperar sus ojos, no va a volver a ver. “Una NN no sirve, por eso tiene que estar mi nombre, tienen que saber que soy real, que si pasó”, dice Jessica afuera del block en el que vive. Tienen que saber que ellas no son invisibles.

 


Fuera de servicio

La orientadora de la OIRS del SERNAM, Luz María Correa, dice que la institución se queda corta para proteger a las mujeres haciendo valer el marco legal actual chileno. Están las casas de acogida del SERNAM, a las que llegan en peligro inminente y  solo pueden llevar consigo a sus hijos menores de 12 años. “La estadía no es más de seis meses y salen sin mayores recursos, por lo que muchas vuelven con su agresor”, señala Rojas. Jessica y sus hijos nunca a accedieron a esta ayuda, ya que sus denuncias no fueron escuchadas. Ella finalmente recibió atención psicológica reparativa gracias a que una amiga la inscribió en la municipalidad de La Pintana.


Una definición violenta

La violencia de género, y su forma última que se cristaliza en el asesinato de una mujer, tiene muchas formas. Femicidio, no es solo cuando el hombre asesina a la mujer, también cuando ellas se suicidan, porque no ve salida a la situación de violencia permanente. Cuando un hombre mata a una persona cercana a la mujer para hacerle daño, hablamos de castigo femicida. Conceptos de las Naciones Unidas que no recoge la legislación actual.

Sobre la autora: Valentina Valenzuela es estudiante de Periodismo y escribió este reportaje en el Taller de Prensa impartido por el profesor Juan José Lagorio. Valentina de Marval editó el artículo en el Taller de Edición en Prensa impartido por el profesor Enrique Núñez Mussa.