“Me vine a trabajar a Santiago pero ni siquiera sabía a lo que venía. Me dijeron ‘entrégame tus papeles, yo tengo el contacto con una empresa de grúas’ y yo pensé en una grúa pequeña para montar carga, nunca en una de este tamaño. Me di cuenta recién cuando llegué a dejar mis documentos para hacer el curso. Y ya estaba aquí, había que seguir”, explica. Fernando nació en Aguas Claras, un pueblo cercano a San Fernando en la Región de O’Higgins. Allí, estudió dos años de noche para completar su enseñanza media y cuando terminó, en 2009, viajó a la capital para trabajar en la empresa Maquinarias Cruz del Sur. Su primera obra fue Costanera Center.
Todos los trabajadores que postulan para trabajar en una grúa deben pasar por un examen de altura, cuenta Fernando. Además, él debió someterse a controles de presión arterial, colesterol, drogas, audición y vista. Una vez aprobados, recibió una capacitación en la que un operador con experiencia le enseñó cómo manejar la máquina. Después, realizó una práctica en una grúa convencional. El verdadero examen de Fernando fue a más de 320 metros de altura, colgando de una caja metálica de cuatro por cuatro metros, cuando ya estaba contratado para maniobrar la grúa del rascacielos.
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Luego de la crisis económica del año 2008, la construcción –que estuvo paralizada por casi once meses– se reactivó. Entonces no sólo se hizo necesario volver a contratar trabajadores para continuar con la obra, sino que también fue indispensable mostrar el proyecto al público.
En 2009 se realizó la Expo Alemania en Espacio Riesco, ahí se presentaría el edificio. Cencosud, la empresa más importante de Horst Paulmann, realizó una selección de diez mujeres, todas con el perfil que necesitaba la compañía: delgadas, de pelo rubio, ojos claros. Entre todas, seleccionaron a Francisca Bardavid, quien además de cumplir con todos los requisitos estéticos, era arquitecto. “Lo que necesitaban era una persona que cumpliera con cierto perfil de la imagen de Cencosud, alguien que, además de ser linda, tuviera cabeza”, dice Francisca.
Durante cuatro días ella expuso el proyecto. Y desde ese momento nunca se desvinculó del edificio. Mandó un mail para ver si en la empresa necesitaban a alguien y la llamaron. Hoy es la relacionadora pública de Costanera Center. “Aunque estudié arquitectura siempre supe que mi don era el bla-bla”, dice. Entre los arquitectos, obreros y capataces, la única persona de Cencosud en la obra es Francisca.
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En 2011, uno de los socios de la oficina de César Pelli, Lawrence Ng, visitó la torre para ver el avance de la obra. Al ver parte de los 180.000 metros cuadrados de cristales de la superficie, el arquitecto se dio cuenta de que se generaba una especie de aureola, una mancha. Como no se cumplían los estándares estéticos exigidos por César Pelli, tuvieron que devolver más de 300 paneles de vidrio, fabricados a medida, que habían llegado desde China procedentes de la empresa Far East China. Se encargaron otros cristales a una compañía estadounidense, Viracon, y el problema demoró la instalación de los paneles. Según fuentes de Cencosud, el cambio no tuvo mayores costos para la empresa, mientras que medios han informado que el proyecto se habría encarecido en casi 400 millones de dólares, respecto a los 1.200 millones que costó el proyecto.