El ingreso de los materiales y el cuidado de los objetos delicados, como los cristales, son parte de las tareas que debe supervisar Patricio Espejo como jefe de logística. A su cargo se encuentran 30 personas, todas “comprometidas y trabajadoras”, dice. Patricio vivía junto a su familia en Pucón cuando en 2009 se le dio la oportunidad de trabajar en Costanera Center, primero como jefe de logística del mall y luego en la torre.
A Patricio le gusta elegir la gente con la que trabaja y exige a las personas que tiene a su cargo que sean limpias, pero, por sobre todo, cuidadosas. Está bien “tirar la talla” un rato pero lo principal es estar atento y seguir las normas de seguridad, dice. Por eso, escuchar radio es algo que está prohibido. Todo porque la mantención de un ambiente resguardado es una de las mayores preocupaciones dentro de esta obra. Es por estos cuidados y por el sinnúmero de medidas de seguridad, se enorgullece en decir, que hasta el momento ningún operario ha muerto ni ha perdido alguna parte funcional de su cuerpo.
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Cuando recién comenzó la construcción en la obra trabajaban cerca de cinco mil personas. La entrada y salida eran un caos, y la hora de la colación un lío al momento que los trabajadores hacían filas frente 40 microondas, donde se calentaban 4.500 potes con comida. Desde julio de 2012 trabajan cerca de 200 personas, quienes a la hora del almuerzo calientan su comida en el nivel menos cuatro o, los menos, acuden a locales del sector.
Como siempre lo ha hecho, hoy Francisca Bardavid entra a la construcción, se pasea por donde ella quiere, saluda a cada uno de los trabajadores, bromea y los obreros se ríen con ella. Habla y habla, nunca para de hacerlo. Ve a Patricio Espejo y le pregunta detalles: cómo va la obra, qué falta, si están cansados. Sube al montacargas para iniciar el paseo que le da a todas las personas que visitan la torre.
Una de las principales preguntas que se hicieron los ejecutivos fue cómo mostrar la magnitud del proyecto, más allá de las enormes cifras que rodean el edificio. Cada visita que recorre Costanera Center es distinta. Desde ministros de Estado hasta los clientes de tiendas, la mejor forma de explicar el proyecto ha sido transversal a todos: darles un paseo por el mall y llevarlos a conocer la torre. Durante dos años, Francisca Bardavid se ha encargado de esto y ha recibido, en promedio, tres visitas a la semana. O sea, ha subido casi 350 veces. Y cada visita dura, aproximadamente, una hora y media. Su trabajo es estar todo el día parada, explicar el proyecto, ser el lado amable y sonreír: proyectar la mejor imagen de Cencosud.
Son diez minutos de viaje en una caja de metal roja, que soporta más de mil kilos de carga. Con tres motores, puede transportar hasta 21 personas, pero la mayoría de las veces lleva sacos de cemento, arena o cristales.
Con pañuelo verde y morado, aros grandes con piedras de los mismos colores y un cintillo a juego, Francisca parece más una modelo que un arquitecto. De 32 años, los ojos verdes, el pelo rojizo y vestuario de colores llamativos, aprendió a defenderse en un mundo controlado sólo por hombres expresando sus ideas en números, metros, toneladas de hormigón y cantidades de sacos de cemento: su idioma es el mismo de los maestros. “La personalidad es súper importante, que te lleves bien con los trabajadores. Yo los trataba bien porque la idea es que ellos me apoyaran y así lo han hecho”, dice. En el edificio ellos la saludan por su nombre de pila, a lo que Francisca contesta siempre con un “¡Hola! ¿Cómo estai?”, sin hacer distinciones.
Durante el primer año que estuvo en la obra, Francisca también estuvo a cargo de la comercialización del shopping, por lo que apenas contaba con veinte minutos para comer y de ahí vuelta al trabajo: subir y bajar, subir otra vez, mostrar la torre, bajar de la torre. Bajó dos kilos de peso. Era estar todo el día en la obra, llegar a la casa, dormir. No había tiempo para nada más.