A medida que Francisca cuenta su historia y el montacargas sube, abajo todo se ve más pequeño. Incluso la torre Titanium, de 195 metros de altura. Con dos grados de sensación térmica menos que en la calle, en el piso 58 se acaba el viaje. Desde ahí se ve todo Santiago: desde el Movistar Arena hasta el Estadio Nacional, desde Pudahuel hasta Peñalolén. Se ve La Moneda, la Biblioteca Nacional, la Torre Entel y la Torre Telefónica.
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Hoy, para todos los trabajadores de la obra, la hora del almuerzo, entre las 13:00 y 14:00 horas, es el momento que tienen para relajarse. Por Avenida Vitacura, cerca del mall vecino al edificio, está el acceso a la construcción. A pasos de allí, los trabajadores se juntan a fumar, ya que dentro les está prohibido hacerlo. Aunque no fuma, Fernando sabe que ese tiempo, que la mayoría de sus compañeros ocupa para compartir un cigarro, es muy valioso. Es su oportunidad para ir al baño. Trabajar en la grúa significa subir y bajar sólo dos veces. Si a Fernando se le queda alguna herramienta o el celular abajo también es complicado. Debe bajar de la grúa, subirse al montacargas, descender 63 pisos hasta el nivel 2 y de ahí, a pie, hasta el menos 4 y hacer el mismo recorrido para volver a su puesto de trabajo; gastando una hora en el viaje.
El primer día en que se subió a la máquina sus dudas no tenían que ver ni con cómo iría al baño o cuánto demoraría en subir hasta la cabina del operador. La mayoría de las grúas que se utilizan en construcciones de edificios tienen entre siete y diez toneladas. La del Costanera Center es de 16. Sólo el gancho con el que se transporta la carga pesa 1.400 kilos y cada metro de cable pesa casi cinco. “Cuando tú estás trabajando tienes que estar metido en lo que haces, un segundo que te descuides y puede pasar algo grave. Lo primero que pensé cuando la vi fue: ‘¿Cómo voy a trabajar esa grúa?’”, dice Fernando.
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Un equipo de arquitectos, ingenieros y diseñadores se ha encargado desde trazar las diferentes salidas y entradas de la torre hasta crear el sofisticado sistema de enfriamiento del rascacielos: el agua del canal San Carlos entra al edificio, enfría las cañerías de aire acondicionado, vuelve el curso del canal sin ninguna alteración. Ser parte de ese equipo significa manejar más de 2.500 planos, sólo los correspondientes a la oficina de arquitectos. Todos los otros planos, de todas las especialidades, son otros quince mil.
Son veinte años en los que Yves Besançon y la oficina de la que es socio, Alemparte Barreda Wedeles y Besançon, han estado comprometidos con este proyecto. Como profesional, el aprendizaje ha sido enorme, dice Besançon. El arquitecto ha aprendido cómo se maneja el negocio del retail: cómo se hace el mix de las tiendas, cuál es la proporción que tiene que haber de espacio público y espacio arrendable, la cantidad de baños y a qué distancia, cuántas escaleras de escape son necesarias.
El equipo de expertos que trabaja en este proyecto se ha preocupado particularmente de cuáles son los protocolos que se deben seguir en caso de cualquier emergencia o accidente: un incendio o un sismo, por ejemplo. El 16 de abril de 2012, se registró un temblor de 6,3 grados de magnitud, en la escala de Richter, que ocurrió a las 22:50 horas. Esa noche, Fernando Campos estaba de turno. Comenzó el sismo y la máquina se balanceaba de un lado a otro, mientras el ruido de los fierros era ensordecedor. Duró un minuto, pero él sintió como si fuera una hora. Estaba solo y nadie podía ayudarlo. “Lo único que pensé fue que si la grúa se iba, se iba conmigo. Si la cosa se ponía complicada, de alguna forma hubiese tenido que bajar. Probablemente, hubiese llegado con la grúa abajo… Cuando ya se hubiese caído todo”, cuenta.