Pero trabajar a tantos metros de altura, con los peligros que eso implica, tiene como recompensa una vista privilegiada y Fernando la fotografió en más de 600 imágenes que tomó con su cámara mientras operaba la grúa. En ellas se puede ver el cielo y los cerros nevados después de la lluvia y tener una panorámica de lo que pasa abajo en la ciudad.
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Yves Besançon colabora hace más de 24 años con Horst Paulmann y ha realizado para él proyectos como el Portal La Dehesa y el Mirador del Alto Las Condes. Pero esta torre es el trabajo arquitectónico más importante que ha hecho en su vida. El más emblemático, el con mayor impacto en la ciudad, pero también el más criticado y el más cuestionado. “Si hay un hombre que tiene los cojones de hacer algo de este tipo, yo lo aplaudo. En cualquier otro país del mundo estarían orgullosos de que fuéramos capaces de hacer un rascacielos como este. Aquí, no. Cuando la gente dice ‘yo jamás habría hecho un proyecto como Costanera Center’, yo digo ‘jamás se lo habrían encargado’. Esa es la verdad”, dice Besançon.
Arquitecto desde 1975, titulado en la Facultad de Arquitectura y Urbanismo de la Universidad de Chile, Besançon piensa que el futuro de la ciudad está en las construcciones en altura, los “proyectos densos”. Según él, se acabó el tiempo de vivir en una casita de campo con huerto. Eso es muy romántico, pero, en las ciudades, no sirve. Lo sustentable es concentrar las actividades, para que no haya desplazamiento vehicular y el desplazamiento sea vertical; el vehículo que menos contamina en el mundo son los ascensores, dice. Y la torre cuenta con más de cuarenta.
Desde el comienzo de su construcción, en marzo de 2006, las críticas han apuntado al impacto del edificio en la ciudad y los posibles problemas que podría generar. Según Besançon, todo el mundo critica la torre porque no la conoce, pero cuando puedan subir van a sentir orgullo.
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En el año 2004, cuando Horst Paulmann se reunió con César Pelli en su oficina para decidir cuál sería el diseño de la torre, le hizo una pregunta:
—¿César, usted cree que hay que hacer un helipuerto en esta torre? —dijo Paulmann.
—No. Los edificios de esta altura no pueden tener helipuertos porque son un peligro. Las corrientes de aire son muy fuertes y en caso de emergencia no sirven para nada, porque no pueden aterrizar —dijo Pelli.
—¿Y qué le parece, César, que hagamos un mirador?” —insistió Paulmann.
—No. Yo no te recomiendo que hagas un mirador, por seguridad —respondió, de manera tajante, Pelli.
Pero ocho años después, Paulmann, después de varias conversaciones con ejecutivos de Cencosud y la oficina de arquitectos de Besançon, se convenció de que sería una buena idea agregar un espacio abierto al público en la torre.