María José Canales / Ilustración Mathias Sielfeld

A veces es demasiado tarde para ser madre. “Nunca en mi vida me imaginé que no estaba ovulando”, dice Verónica Avello. Cuando tenía 29 años e Ignacio 32, ambos decidieron casarse. Al año intentaron tener su primer hijo y, luego de dos años sin resultados, ella fue donde su ginecólogo. Los exámenes revelaron que desde los 30 no estaba ovulando.

Según el Ministerio de Salud en Chile hay 250 mil parejas infértiles y según la corporación Queremos Ser Padres (QSP), son 350 mil. La presidenta y fundadora de la organización, Patricia Ramírez, estima que alrededor del 60% de las parejas son infértiles por causa mixta: la edad sumada a otra patología, por lo que la postergación de la maternidad pasa a ser un factor determinante.

Verónica Avello conoció a Patricia en los pasillos del Instituto de Investigaciones Materno Infantil, en el Hospital Clínico San Borja Arriarán. Mientras ambas esperaban que les pusieran una de las inyecciones para tratar su enfermedad, surgió la idea de crear la agrupación Queremos Ser Padres, la que hoy ya es reconocida legalemente como una corporación.

La principal meta de QSP es lograr que la infertilidad sea considerada una enfermedad y que los tratamientos sean más accesibles desde el punto de vista monetario. Fonasa entrega mil quinientos cupos para procedimientos gratuitos de baja complejidad, mientras que los afiliados a isapres no cuentan con beneficios.

“Además de que se nos postergó la maternidad, no pudimos proyectarnos en otras cosas, todo era en base a este hijo tan deseado. Porque al final era eso lo que nos iba a hacer felices”, cuenta Avello cuando recuerda esos años, en los cuales optó por no comprarse una casa ni cambiar el auto para poder costear su enfermedad. Ella accedió a un bono de gratuidad de Fonasa, con el que se hizo la primera fertilización in vitro. Pero las siguientes tres –más la mayoría de los medicamentos, exámenes y diez inseminaciones intrauterinas– las tuvo que pagar de su bolsillo.

Las estadísticas del Instituto Nacional de Estadística (INE) reflejan cómo el desarrollo académico y profesional está tomando protagonismo en la vida de las mujeres, aplazando la intención de tener hijos. En 2010 la tasa de fecundidad entre mujeres de 20 y 29 años era de 80 nacimientos por cada mil mujeres, mientras que en 1979 era de 250.

“¿Por qué a mí nadie me dijo algo?”, es una de las preguntas más frecuentes que escucha Patricia Ramírez, presidenta de Queremos Ser Padres, quien cree que es muy importante crear conciencia y educar para que las parejas puedan prevenir eventuales problemas. Sin éxito aún, la corporación ha presentado el proyecto Postergación de la maternidad, pero informada a la primera dama Cecilia Morel y al ministro de Salud. Entre las medidas propuestas está, por ejemplo, promover los exámenes que revelan la reserva de óvulos. Hoy, dice Ramírez: “las mujeres no son responsables y se preocupan muy tarde. No pueden darse el lujo de decir ‘voy a ser mamá a los 30’ sin hacer nada. Si eso es lo que quieres hacer perfecto, pero cuídate”.

La principal causa de los problemas reproductivos en las mujeres se asocia a la edad, porque pasados los 35, la cantidad y calidad de sus óvulos disminuyen considerablemente. Según un informe de American Society for Reproductive Medicine, una mujer nace con aproximadamente un millón de folículos –o unidades básicas reproductivas– y cuando ocurre la primera menstruación ya quedan alrededor de 300 mil, de los cuales solo 300 serán ovulados durante su edad fértil. A medida que pasa el tiempo, además, un mayor número de óvulos presentan más probabilidades de producir recién nacidos con síndrome de Down o abortos espontáneos.

Cristian Jesam, especialista en medicina reproductiva del Instituto de Investigaciones Materno Infantil (Idimi) recalca que hasta los 37 años la probabilidad de embarazo de una mujer es de 25%, mientras que a los 40 años baja a 5%.“Por eso es muy importante la edad en la que la mujer se va a embarazar”, asegura Jesam. Del otro lado, los hombres renuevan su carga de espermatozoides cada 90 días, por lo que su capacidad reproductiva no se ve afectada por el paso de los años.

Algunas de las enfermedades asociadas a la infertilidad femenina son el hipertiroidismo, el síndrome de ovario poliquístico, la resistencia a la insulina, la obesidad, la desnutrición, la endometriosis o el cáncer. Los chequeos ginecológicos anuales desde que se inicia la vida sexual activa son determinantes para prevenir. Por ejemplo, no controlar la resistencia a la insulina –una patología con tratamientos muy eficientes– acarrea problemas para ovular y mayores riesgos de aborto. Enfermedades más graves como la endometriosis –que consiste en la aparición de tejido endometrial fuera del útero, y que genera grandes dificultades pues debilita los óvulos, el aparato reproductor y los órganos cercanos– aumentan los riesgos con el tiempo. El examen para confirmarla es quirúrgico, y es recomendado solo para pacientes con síntomas y antecedentes familiares.

La ginecóloga Adela Camus, de la unidad de medicina reproductiva de la Clínica Las Condes, recalca la importancia de la detección de estos indicadores antes de que la mujer entre en la etapa que –por naturaleza– baja su tasa de embarazo. “Los resultados de cualquier tratamiento de fertilidad disminuyen con la edad”, advierte Camus.

Verónica Avello se sometió a diferentes tratamientos durante casi 10 años: cuando uno funcionaba, se presentaban nuevos problemas que afectaban su capacidad de ser madre. “Te vas dando cuenta de que se te va pasando el tiempo. Desde los 30 hasta los 37, aún no lográbamos un embarazo”, recuerda Avello, quien dice que sin el apoyo de su esposo, hubiera sido muy difícil seguir adelante con el proceso.

La Clínica Las Condes cuenta con un programa para las parejas que optan por no tener hijos por el momento y ofrece una consejería que incluye la medición de la reserva ovárica femenina y un espermiograma –examen que muestra la cantidad y calidad de los espermios– para los hombres. La doctora Camus explica que así las personas pueden tomar una decisión sabiendo que están relativamente bien y sanas desde el punto de vista reproductivo, y cuenta que las mujeres de 35 son las pacientes más comunes.

El examen que estima la cantidad de óvulos que le quedan a una mujer se hace mediante una ecografía que toma una imagen del ovario el tercer día de menstruación y con una muestra de sangre para analizar el nivel de algunas hormonas relacionadas con la ovulación, como la antimulleriana, la foliculoestimulante y el estradiol. Gracias a estos resultados combinados, un especialista puede advertir cuánto debería durar la reserva.

Una opción que existe en Chile desde el 2007 es la “vitrificación” de ovocitos mediante el método Crytop: en 15 minutos un óvulo se lleva a los 195 grados Celsius bajo cero, para ser conservado así hasta que la mujer quiera ser madre. El procedimiento es ambulatorio, aunque requiere una preparación previa con inyecciones y medicamentos. El valor total bordea los dos millones de pesos y aunque fue creado para pacientes oncológicos, con alguna enfermedad crónica o aquellos que se someterán a una cirugía pélvica que podría comprometer su reserva ovárica, hoy también es utilizado por mujeres que pertenecen al segmento socioecómico ABC1 –personas con un rango de ingresos entre $1.700.000 a $3.500.000 o más– que deciden priorizar otras áreas antes que la maternidad.

La edad ideal para este procedimiento va entre los 20 y 30 años, pero puede hacerse hasta pasados los 40. La probabilidad de embarazo una vez que se quiera utilizar ese óvulo será muy similar a la que había al momento en que se “vitrificó”. “Si lo guarda una mujer de 30 años es muy distinto a que lo haga una de 40, siempre acá la edad será un factor muy importante”, dice Carlos Troncoso, director de la Clínica infertilidad IVI Santiago, quien enfatiza en que la mayoría de las pacientes tienen más de 35 años. Troncoso recomienda además guardar un mínimo de diez óvulos, pues según estudios por cada diez óvulos vitrificados se da un embarazo a término.

La criopreservación de espermatozoides, en el caso de cáncer testicular, está cubierta por el plan AUGE, pero en la mujer no existe ayuda para financiar la vitrificación. Ante esto Patricia Ramírez dice: “Mientras más seamos, haremos que sea más barato y más normal. Que sea un derecho”.

Después de los cuatro intentos de fertilizaciones in vitro y con 40 años recién cumplidos, el 18 de julio de este año, nació Julieta, la hija de Verónica e Ignacio. Verónica Avello no se arrepiente de nada, ahora siente que todo pasó por algo. De todas formas ella llama a las mujeres y al Estado a que le den al tema mayor importancia, “sobre todo en un país donde solo nacen 1,8 niños por mujer en edad fértil”, cifra que está por debajo de los 2,5 necesarios para el cambio generacional.

“La pena ya no la tengo por mí, pero sí por mis compañeros de lucha, porque es maravilloso vivir la experiencia de ser padres”, dice Verónica, quien no quiere someterse a más tratamientos, pero tiene otro embrión congelado. Con la esperanza de quedar nuevamente embarazada, ella irá a buscar aquel embrión cuando termine de amamantar a Julieta.

Sobre la autora: María José Canales es alumna de tercer año de Periodismo y este reportaje es parte de su trabajo en el curso Taller de Prensa Escrita, dictado por la profesora María Olga Delpiano.