Cecilia González / Fotos Pedro Pablo Ramírez

600 personas balanceaban sus cabezas de atrás hacia adelante, doblando sus cuellos al ritmo de la música, mientras con el brazo rígido en alto saludaban levantando el dedo índice y el meñique. El sábado 26 de abril pasado la temperatura máxima en Santiago fue de 13 grados, una espesa bruma gris envolvía la ciudad. Sin embargo, en el Apocalyptic Stage del Metal Fest 2014, no había frío entre quienes sacudían violentamente sus cabezas.

Sobre el escenario, el Sr. Díaz estaba en su apogeo.

Con chaqueta larga de cuero, anteojos oscuros y cadenas que envolvían sus manos y cintura, desgarraba con voz profunda cada una de las canciones que componen el repertorio de Vastator. El público eufórico coreaba a gritos canciones como Machine Hell, Máxima Entropía y Las Joyas del Cura. A su lado, el cuadro lo completaban Gerardo Barrenechea en la batería, Peyote Barrera con el bajo y el guitarrista Ricardo Buquet. Juntos –desde hace 28 años– son Vastator: la banda de trash y heavy metal más antigua del país.

El verdadero nombre del Sr. Díaz es Nelson Díaz Aldunce, quien además es gerente de la compañía multinacional francesa importadora de bebidas alcohólicas Pernod Ricard. Siete años atrás, nadie en su oficina sabía de la existencia del Sr. Díaz. El propio vocalista se había encargado de mantener oculto a su alterego. Y si, por casualidad, la secretaria le decía “Señor Díaz” cuando le traía una montonera de papeles o le pasaba un llamado telefónico, él se reía solo, para adentro.

Tal como Batman, el héroe de su infancia, Nelson Díaz tiene una identidad secreta. Salvo que a diferencia del hombre-murciélago, el Sr. Díaz no combate a los malhechores, sino que es una estrella del heavy metal.

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Cuando Nelson era un niño, recorría las librerías de Santiago buscando historietas usadas, las que hasta el día de hoy, a sus 45 años, guarda en una colección que luce en la biblioteca de su departamento. Como buen lector, ha leído hasta tres veces las obras de Franz Kafka, Conan Doyle y Oscar Wilde. “Era súper mateo, hacía todo bien. Incluso era medio nerd”, recuerda su hermana Loretto, seis años menor que él.

Aunque le gustaba la idea de estudiar literatura, al salir del colegio en 1986 decidió matricularse en Ingeniería Comercial en Inacap, pensando en su campo laboral más amplio. Así, comenzó una carrera exitosa, trabajando primero como jefe de ventas en la compañía molinera El Globo y luego en Pernod Ricard, ejerciendo cargos como manager de cuentas, gerente de administración de ventas y, actualmente, gerente de logística de negocios.

La historia de Nelson Díaz, el gerente, tiene una versión paralela que comenzó cuando a sus ocho de edad años escuchó I want you de la banda estadounidense Kiss. Durante un almuerzo familiar, su primo mayor la puso en un vinilo. El sonido estridente de los neoyorkinos ajustados en látex y caras pintadas le dejó una impresión indeleble. Con esa experiencia en mente, a los 15 años empezó su propia colección de vinilos. Él mismo, con el dinero que ahorraba de su mesada, se compró uno de los primeros discos de Kiss que llegaron a Chile.

Fue cuestión de tiempo para que Judas Priest, Metallica y Black Sabbath también llegaran a su vida. A pesar de que cada vez que la profesora de música lo hacía cantar Nelson recibía un rojo “por desafinado”, el descubrimiento de Kiss gatilló en él una nueva obsesión. Aunque todavía ni se imaginaba la existencia del Sr. Díaz, en ese momento quería –y posteriormente llegaría– a ser una estrella del heavy metal.

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En 1986, Nelson Díaz y Sergio Bustamante decidieron formar una banda de metal. Aún no egresaban del colegio, ninguno sabía tocar un instrumento ni cantar, pero el deseo de parecerse a sus ídolos de Judas Priest, Black Sabbath y Iron Maiden era mucho mayor. Como todavía les faltaban integrantes, entre sus conocidos reclutaron a otros dos inexpertos: Gerardo Barrenechea en la batería y Manuel Hormazábal en el bajo, mientras que Bustamante tomó la guitarra y Díaz el micrófono.

El salto al éxito llegó de suerte. En 1986, un-amigo-de-un-amigo los sugirió como teloneros para un concierto de Massacre, mítica banda Argentina. Esa fue su primera vez en vivo, antes solo habían tocado en sus ensayos. Sin embargo, como el género en Chile era tan incipiente, su inexperiencia pasó inadvertida. Se subieron al escenario e hicieron tanto ruido que al público le gustó.

Entre 1986 y 1989 grabaron tres demos, realizaron sus primeras giras internacionales y su fama trascendió la frontera y hasta tuvieron un fan club en Polonia. Pese al éxito, en 1989 se separaron. ¿La razón? No eran lo suficientemente maduros.

Nueve años después, Barrenechea –quien había vivido los últimos años en España, mientras realizaba un magíster– sintió el impulso de volver a reunir a la banda: “Llegué a Chile y marqué el teléfono de Nelson de memoria. A penas le propuse que nos juntáramos, ambos sabíamos que iba a volver Vastator”.

“Vastator es lejos el mejor trash chileno”, asegura emocionado Aron Arias, un fanático que desde 2007 sigue atento cada paso de la banda. “El trabajo del vocalista es admirable, siempre que lo veo me pregunto cómo ese conchesumadre puede cantar así”, comenta.

A sus 15 años, la pasión por el rock de Díaz nació durante un almuerzo dominical cuando un primo puso un vinilo de Kiss en el tocadiscos.

Nelson es reservado y selectivo con sus amistades. El Sr. Díaz, en cambio, se debe a su público. Un concierto no termina hasta que baja del escenario, se fotografía con ellos y comparte una cerveza. Juan Luis Ferrusca, Comisario Federal en México D.F., conoció a Vastator en los año 80. Cuando a sus manos llegó en casete el álbum Inconsciencia Asesina, uno de los primeros éxitos del grupo, decidió escribirles y –carta tras carta– iniciaron una relación que dura hasta hoy. “Siempre fue emocionante abrir el sobre y encontrar líneas de mis héroes del metal chileno. Hasta una vez el Sr. Díaz me regaló un video VHS, ¡ese día fui muy feliz!”, cuenta Ferrusca.

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“¡Qué cante! ¡Qué Cante!”, gritaba un grupo de ejecutivos en medio del almuerzo durante una convención de destiladores de whisky en Escocia. La banda de jazz que animaba el ambiente ya había dejado el micrófono libre para uno de los asistentes que, incómodo, cedió ante la presión, mientras a sus compañeros le hacía un gesto indicándoles que al terminar se las iban a ver con él.

Nelson Díaz eligió cantar Thunderball, el tema de Tom Jones para la película Thunderball de James Bond (1965):

He always runs while others walk

He acts while other men just talk

He looks at this world, and wants it all

So he strikes, like Thunderball

Su voz profunda envolvió el improvisado escenario antes de que el público rompiera en aplausos.

Guillermo Freitte trabaja en Pernod Ricard hace cinco años. Lo primero que le advirtieron fue que uno de sus compañeros tenía una banda de metal. Cuando conoció a Nelson, sin embargo, el cuadro no le hizo mucho sentido. “Si no me hubiesen soplado, jamás me habría imaginado. Nelson es un tipo enfermo de ordenado, abierto de mente, pero recatado. Parece hasta fome”, explica Freitte.

Desde 2004 hasta 2007 el gerente había intentado pasar lo más inadvertido posible en su trabajo. “Tenía miedo de los prejuicios”, admite Nelson. Pero, Ricardo Delaunoy hizo que el secreto saliera a la luz. El exjefe de Díaz encontró sus videos en YouTube y le pareció algo tan admirable que quiso destacarlo. A pesar de las pesadillas que le provoca el trash, asiste a sus conciertos cada vez que puede. Su primera vez fue en el local Rock y Guitarras de Ñuñoa: “Cuando lo vi, quedé en shock, no lo podía creer. Arriba del escenario es otra persona, lleno de cuero y chillando como loco. Me sorprendió. Yo igual sé de música y su capacidad vocal es excelente”.

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La cita es cada martes y jueves a las 9 de la noche. Dos horas antes Nelson deja la oficina, pasa por su casa, se saca la corbata y se transforma en el Sr. Díaz. Hasta la medianoche, nada interrumpe el ensayo de Vastator.

De manera oficial, Nelson y el Sr. Díaz se conocieron en 1998, tras la reunión del grupo después de la separación de nueve años. Hasta ese momento, a Nelson no se le había ocurrido tener un álter ego. En parte, el Sr. Díaz nació porque durante la separación cada uno siguió con su vida profesional y paralela, por lo que era una forma de proteger la otra vida de los prejuicios de ser metalero.

Como asegura Barrenechea, hay mucho de Nelson en el Sr. Díaz. “Gracias a él Vastator funciona con una lógica empresarial donde cada uno tiene establecida una responsabilidad”, explica el baterista. Además, todo lo ganado se divide entre los cuatro. “Es lo menos rockero que hay, pero así funcionamos”, dice riendo.

Según Nelson, que naciera un álter ego fue antes que todo una necesidad: “Yo creo que soy un tipo libre. Me gusta el metal, y por eso hago metal, pero también me gustan otras cosas y también las hago. ¿Si Batman puede ser empresario en el día y salir a combatir el crimen en la noche, por qué yo no puedo hacer lo mismo?”.

Nelson admira al Sr. Díaz. El Sr. Díaz ignora a Nelson.

Sobre la autora: Cecilia González es alumna de cuarto año de Periodismo y este reportaje es parte de su trabajo en el curso Taller de Prensa Escrita, dictado por el profesor Sebastián Rivas. El artículo fue editado por Sofía Merino, alumna de quinto año de periodismo, como parte de su trabajo en el curso Taller de Edición en Prensa Escrita, dictado por el profesor Rodrigo Cea.