Hernán Melgarejo / Fotos Sebastián Utreras

Mientras los artistas del llamado “Canto Nuevo” reunían a la juventud lana en el Café del Cerro y el rock latino se tomaba las radios y la televisión, un trío de jóvenes chilenos apareció en el Teatro Moneda tocando canciones de casi diez minutos con máquinas de ritmo, distorsiones y la voz grabada de la vidente Yolanda Sultana. Vestidos con cascos para soldar, se hacían llamar Electrodomésticos. Era 1984.

Ninguno de los tres integrantes de la banda era músico. El bajista Silvio Paredes estudiaba arte, al igual que su compañero de banda Ernesto Medina, y recién pasados los veinte años habían empezado a descubrir sus vetas musicales. Paredes ni siquiera tenía un bajo propio, y a veces usaba las primeras cuerdas de una guitarra eléctrica para simularlo. Carlos Cabezas, el tercer integrante, trabajaba de controlador aéreo. Su primera guitarra la compró a los veintiséis años, y estaba obsesionado con la tecnología.

Juntos armaron la banda como un vehículo para responder a la dictadura desde lo estético. En su propuesta, el arte visual era tan importante como la distorsión de las guitarras, el uso de sintetizadores, o la experimentación con cintas y artículos domésticos. Como examen de grado de Silvio Paredes, uno de los primeros shows del grupo fue en el Museo de Bellas Artes, cuestión que marcó el tipo de público que empezaría a seguir a la banda.

Sin ser masivos como Los Prisioneros, se convirtieron en un trío de culto, tocando en galpones, galerías y teatros abandonados. La época quedó plasmada en dos discos: Viva Chile, de 1986, y Carrera de Éxitos, del año siguiente.

Todo terminó en 1992 con la salida de Ernesto Molina y la posterior disolución del grupo. Entonces nació el mito, y de las cenizas de este, una nueva propuesta.
Treinta años más tarde Silvio Paredes tiene 53 años y vive junto a un amigo en un departamento en Providencia. Su tiempo lo reparte entre el regreso de su banda Los Mismos, el trío electrónico que fundó en los noventa con Cuti Aste y Gabriel Vigliensoni; la práctica del instrumento musical stick –una especie de guitarra sin cuerpo de diez cuerdas que se toca percutiendo– y sus compromisos con los Electrodomésticos, con quienes hoy prepara un nuevo álbum.

Pero estos Electrodomésticos no son los mismos que aquellos de los ochenta. Paredes y Cabezas reclutaron a la baterista Edita Rojas y grabaron en 2004 el disco La Nueva Canción Chilena, con una evidente transformación musical: los loops y discursos pregrabados –que caracterizaron su primera época– fueron reemplazados por canciones de corte radial. Electrodomésticos ya no eran el trío experimental del que se contaban leyendas ochenteras: ahora eran un grupo de rock.

El stick, el instrumento que caracteriza a Paredes, es una especie de guitarra –sin cuerpo y de diez cuerdas– que se toca percutiendo. 

Hoy la banda sigue transitando por esa senda. Después de un período de inactividad y de un documental sobre la banda del año 2011, llamado El frío misterio, sus integrantes pusieron nuevamente al grupo en su lista de prioridades. Lanzaron en 2013 el disco Que se caiga el cielo, que fue uno de los más descargados el año pasado en el sitio Portaldisc, y que afianzó su nueva apuesta sonora. Este año cumplirán su tercera década, en la que –según Silvio Paredes– el grupo está más activo que nunca y en plena racha creativa.

—¿Tienen pensado algún evento especial para estos treinta años?
—Estamos haciendo otro disco, que refleja este nuevo aire del grupo. Estamos en plena composición y esperamos tener un single para el segundo semestre. Además queremos hacer un gran concierto para celebrar esta trayectoria. Pero debemos plantear cómo abordarlo consistentemente. Porque retomar las canciones del comienzo, que no están en nuestro actual repertorio, es difícil. De hecho hay cintas que ocupábamos y que ya no están, elementos que desaparecieron.

—¿Este concierto podría ser una excusa para reunir a exmiembros, como Ernesto Medina?
—No, en ningún minuto hemos pensado eso. Básicamente porque con Ernesto no trabajamos hace muchísimo tiempo, ni tampoco con la otra gente que participó alguna vez en la banda.

—¿Cómo es la dinámica de la creación en estos nuevos Electrodomésticos?
—Carlos llega a los ensayos con bases e ideas crudas que nos muestra, y ahí empieza el taller colectivo. Creo que hemos logrado impregnar un ADN a nuestra música, que es difícil de explicar, y que hace que nuestras canciones suenen a Electrodomésticos y no a otra cosa.

—¿Qué sonidos han estado incorporando a este ADN Electrodoméstico?
—En este minuto lo que nos atrae mucho es lo que pasó con el disco Que se caiga el cielo. Es como una vuelta a ese romance que tenemos con la electrónica más industrial, y con el gusto de trabajar con varias capas de sonido. Yo estoy metido en la búsqueda de que el bajo suene más procesado, y en incorporar más el stick en las nuevas canciones.

—Cuando partieron ninguno de la banda era músico y eran desconocidos en la escena. ¿Cómo compatibilizan hoy los egos, ahora que cada uno tiene clara su identidad musical?
—Yo creo que la ventaja es el hecho de estar haciendo música con un amigo de hace muchos años. Es muy intenso el nexo. Nos entretenemos tocando y no se genera nunca un espacio para cuidar nuestros intereses personales. Carlos es muy receptivo a nuestras ideas y viceversa. Tenemos un diálogo muy fluido entre todos, y una amistad muy fuerte.

—¿Qué aporta Electrodomésticos al contexto actual?
—Nos consta que uno aporta en la medida en que uno se la juega por expandir los límites en el género musical que sea. Tenemos un contenido interesante, súper contemporáneo, y estamos muy conectados con lo que pasa hoy en día. No solo con la música, sino que con el arte, la estética y la política.

—Con el tiempo, ¿crees que Electrodomésticos tuvo un rol histórico en la música chilena?
—Más que un rol, yo creo Electrodomésticos catalizó un movimiento. Captamos un interés que tenía que ver con la gente del arte, del teatro, que no se sentía representada ni por el punk ni por el Canto Nuevo. Respondíamos a la dictadura desde otra dimensión, sin violencia, sin panfletos. En vez de gritar “¡Fuera malditos milicos!”, hacíamos “Andy Panda va a Alemania”, un tema que tiene de fondo un discurso de Hitler.

—¿Echan un poco de menos la forma en que hacían arte en esos primeros años?
—Sin duda que todo lo que pase hoy es mejor que lo que pasaba en los ochenta. Pero echo un poco de menos esa empatía colectiva que existía de estar jugándosela por algo, de estar creando por emergencia. Más allá de tener la bota de los milicos en la cabeza, como me tocó a mí, porque puede ser también la apatía de un mercado, o lo que sea. Hoy las cosas son un poco funcionales. Hasta el grupo más rebelde te vende el pantalón “rebelde”.

—¿Qué opinas del revival musical que ha habido de toda esa época ochentera, con la reunión de bandas de la época, e incluso con una cumbre que se hizo el año pasado?
—No nos gusta estar en los revival, porque es como asumir una lápida, es como que la gente va a ver tocar a los tatitas. No encuentro nada de malo en que existan, pero con Electrodomésticos no nos gusta estar ahí, porque estamos vivos, hacemos música, sacamos discos. Nos invitaron a esa cumbre, pero era un despropósito sacar un disco nuevo y tocar luego en un revival ochentero. No estamos en un baúl de los recuerdos.

Sobre el autor: Hernán Melgarejo es alumno de quinto año de Periodismo y esta entrevista la realizó especialmente para Km Cero.