Por Fiorenza Gattavara/Ilustración: Mathias Sielfeld

—¡Fórmense!—les ordenó la profesora con un grito. Benjamín González sintió la mano fría de la profesora en su nuca. Segundos después vino el golpe.

Tenía seis años y estaba en primero básico cuando la profesora jefe le pegó mientras se ordenaba en la fila distraído. Miraba para todos lados.

Estuvo en cinco colegios y repitió tres veces antes de llegar a la escuela de la Fundación Súmate, que le devolvió las ganas de estudiar después de malas experiencias con profesores y compañeros. Hoy tiene 16 años y es uno de los 125 alumnos que asiste a la Escuela Padre Álvaro Lavín en Maipú, fundada hace ocho años.

Debería estar en segundo medio pero está en cuarto nivel, que corresponde a séptimo y octavo básico de un colegio tradicional. “Aquí te dan oportunidades que otros colegios te niegan, uno tiene talleres de cocina, peluquería y deporte”, cuenta Benjamín, mientras se acomoda los anteojos de marco negro.

Según la encuesta CASEN 2013 cerca de 99 mil niños y adolescentes entre 6 y 18 años están fuera del sistema escolar

La Fundación Súmate, creada en 1989 por el Hogar de Cristo, ha reinsertado a unos 2 mil niños y jóvenes excluidos del sistema escolar. Desde 2011 concentra su trabajo de reinserción educativa en cinco escuelas ubicadas en Maipú, La Pintana, Renca, La Granja y Lota en la Región del Bío-Bío.

Según la encuesta CASEN 2013, de los cerca de 99 mil niños y adolescentes entre 6 y 18 años que están fuera del sistema escolar, 67 mil son de sectores vulnerables, 21 mil sufren pobreza monetaria y carencias en el ámbito de la salud, educación y nivel de vida.

Luego de cuatro meses recibiendo golpes en la nuca y combos, Benjamín le contó a su mamá lo que estaba pasando y ella tomó cartas en el asunto. Habló con la profesora quien lo negó todo. Estaba decidida a sacar a Benjamín del colegio hasta que el director la detuvo y le dijo que su hijo era buen alumno y un niño tranquilo. Tras una demanda que ganó la familia González, la agresora de Benjamín no pudo volver a hacer clases en ningún colegio validado por el Ministerio de Educación.

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“Desde que me cambié aquí los chiquillos me han hecho cambiar, me dicen que no me deje pasar a llevar por nadie”, cuenta Benjamín González. Foto: Fiorenza Gattavara.

Vivir una mala experiencia en el sistema educativo es el factor determinante que provoca la deserción escolar. Recuerda Benjamín González: “En el otro colegio no me explicaban bien, no entendía. Los profes eran pesados, te explicaban una vez y si no entendiste jodiste. Si te sacabas una mala nota era cosa tuya”.

Benjamín González se demora alrededor de 20 minutos en llegar al colegio. Es el cuarto de cinco hermanos y es el único que asiste a una escuela de reinserción. “Yo les he aconsejado que estudien, que no hagan lo mismo que hice yo. No me gusta que repitan porque es perder tiempo”, asegura Benjamín.

Desde el primer día en la Fundación Educacional Súmate, sus compañeros lo invitaron a jugar a la pelota y se hizo amigos. “Desde que me cambié aquí los chiquillos me han hecho cambiar, me dicen que no me deje pasar a llevar por nadie”, cuenta Benjamín y agrega: “Los profesores te motivan, te tiran para arriba, son más buena onda”.

El costo de reinsertar a un alumno

Al pertenecer al Hogar de Cristo, la Fundación Súmate recibe financiamiento que proviene de donaciones y colectas a nivel nacional. Otra parte viene del Ministerio de Educación por ser un establecimiento educativo y un proyecto de reinserción escolar. El aporte de la cartera de educación sólo alcanza a cubrir dos tercios de los gastos mensuales de un niño, $250 mil de un total de $380 mil. Esta cifra se compone de los $95 mil que cuesta educar a un escolar promedio más los $285 mil adicionales que cuesta reinsertar a un alumno, porque requiere un equipo profesional más completo, según indica la Fundación Súmate.

Según la Fundación Súmate, reinsertar a un niño cuesta $285 mil pesos más que educar a un niño en una escuela tradicional, porque se requiere un equipo profesional más completo

Las escuelas de reinserción son consideradas por el ministerio en la modalidad básica, que son las que tienen alrededor de 650 alumnos. Con un máximo de 150 cupos para matrícula y 25 alumnos por sala, estas escuelas se caracterizan por tener una educación personalizada. Además está la dupla psicosocial, integrada por una psicóloga y una asistente social, que ayudan a reparar los daños producidos por un fracaso escolar vivido anteriormente.

Al centro del establecimiento hay una cancha multiuso rodeada con siete casas de madera con techo y puertas rojas. En su interior tienen al menos dos salas de clases. Durante el recreo los alumnos ponen música de sus celulares, juegan a la pelota, bailan y conversan. Benjamín González está muy concentrado mientras aprieta las teclas de su celular y camina a paso lento. En la escuela no hay timbre así que la tía les grita: “¡Adentro niños!”. En menos de tres minutos el patio vuelve a estar vacío.

Una de las iniciativas de las escuelas Súmate es lo que ellos califican como: “habilidades para la vida”. Cada mes se trabaja una distinta y tiene como objetivo devolverles la dignidad a los niños que han tenido una mala experiencia educativa; y los prepara para enfrentar el mundo fuera de las escuelas de reinserción.

El curso de Benjamín González, el cuarto nivel C, preparó disertaciones donde explican qué es la empatía, la habilidad de este mes. A fines de septiembre la presentaron a todo el colegio. “Trabajar las habilidades blandas va dirigido fundamentalmente a que ellos recobren la autoestima. Reconocerse como una persona válida, con potencial y capacidades”, cuenta José Luis Casanova, director de la escuela Padre Álvaro Lavín.

Cuando un niño ingresa a la escuela debe traer el certificado del último curso que aprobó; además se le hace una entrevista psicológica y una prueba para medir sus conocimientos y habilidades. De acuerdo a eso se les agrupa en cuatro niveles que llegan hasta lo que equivale a octavo básico en una escuela tradicional, por medio de la modalidad dos por uno. El primer nivel corresponde a primero y segundo básico; el segundo a tercero y cuarto; el tercero a quinto y sexto; y el cuarto a séptimo y octavo.

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Patio de la Escuela Padre Álvaro Lavín en Maipú. Foto: Fiorenza Gattavara.

La Fundación Súmate argumenta que el presupuesto aportado por el Mineduc es insuficiente y responde a una ausencia de reconocimiento de estas escuelas. El ejecutivo concibe sólo tres modalidades educativas: escuelas básicas, de adulto y de lenguaje. En 2015, se invirtieron $400 millones de pesos en un piloto de escuelas de segunda oportunidad que tiene como finalidad convertir a las escuelas de reinserción en una nueva modalidad educativa.

Cinco instituciones que presentan enfoques educativos propios y que se especializan en la tarea de acoger a quienes vuelven a retomar su trayectoria educativa están participando del piloto. Entre ellas se encuentran dos centros de educación integral de adultos, la Municipalidad de San Joaquín, la Fundación Súmate y el Colegio Alicura de Peñalolén.

“Adicionalmente se ha incentivado a los establecimientos educativos de Chile a que consideren este tema en sus proyectos educativos institucionales. Se elaboraron orientaciones técnicas para que las comunidades desarrollen prácticas que articulen medidas educativas con apoyo psicosocial, de tal forma que los estudiantes sean acompañados en el liceo desde su ingreso hasta que terminen cuarto medio”, asegura el Jefe de Educación General del Ministerio de Educación, Gonzalo Muñoz.

A fines de este año Benjamín termina la enseñanza básica y deberá buscar un establecimiento donde pueda continuar sus estudios de enseñanza media, ya que las escuelas de reinserción sólo llegan hasta octavo. Para Benjamín los estudios están en la cima de sus prioridades: “Yo quiero sacar un título, quiero estudiar gastronomía, quiero ser chef, de esos que viajan por el mundo”.

Sobre la autora: Fiorenza Gattavara es alumna de cuarto año de Periodismo y este reportaje es parte de su trabajo en el curso Taller de Prensa impartido por el profesor Eduardo Miranda. El artículo fue editado por Maximiliano Chávez como parte de su trabajo en el curso Taller de Edición en Prensa impartido por el profesor Enrique Núñez Mussa.