Texia Lorca / Ilustración Mathias Sielfeld

A cuatro cuadras de la estación del metro Plaza Puente Alto está el Liceo Industrial de Puente Alto AN 116. Para entrar al establecimiento es necesario abrir tres rejas. La primera limita con la calle y la segunda separa la inspectoría, la portería, la sala de profesores y la dirección. Luego de pasar esas dos barreras, Bernardita –una de las inspectoras del colegio– abre un portón que va desde el suelo al techo y, recién entonces, aparecen los alumnos. “Es por seguridad”, explica Bernardita, “es que antes los chiquillos se escapaban mucho”.

El 20 de mayo de 2011 las rejas estaban cubiertas de sillas apiladas, mesas y carteles. Junto a otros cinco establecimientos de la comuna, el liceo había sido tomado por los estudiantes. Pero ellos no se sumaron al petitorio nacional. Sus reclamos eran locales: mejorar la infraestructura, mayor calidad en los implementos para su formación técnica y talleres extra programáticos eran algunas de sus demandas. Ninguna de las peticiones fue acogida por el municipio y el ambiente se tornó hostil entre los mismos estudiantes. “No querían soltar el colegio y los cabros de cuarto querían bajar la toma porque iban a perder el año”, recuerda Luis Poblete, inspector de patio, mientras pasea por el establecimiento.

Las consecuencias de los seis meses de toma fueron graves para el liceo. Además de aumentar su “mala fama”, bajó la matrícula pues la mayoría de los alumnos de cuarto medio decidió continuar sus estudios en otros colegios y, además, apoderados de otros cursos retiraron a sus alumnos del establecimiento. Al fin, con una capacidad para 850 alumnos, en diciembre de 2011 el liceo terminó solo con 427.

Mundos opuestos

Junto a la biblioteca hay un pabellón de tres pisos en forma de “L”, ahí están las salas de especialidades técnicas. En frente se encuentra otra construcción de dos pisos, donde hay doce salas. Hoy todo eso está desocupado. Frente a uno de los edificios vacíos se encuentra la sala de orientación donde trabaja Ariel Cataldo, un exalumno que decidió hacer su práctica de psicopedagogía en el colegio. “Es un cariño muy grande el que le tenemos al industrial, pero ya no es lo mismo de antes”, dice Cataldo.

Diez años atrás el colegio contaba con dos mil estudiantes en jornadas diurna y vespertina. Entonces, debido a la alta demanda por matrículas, para entrar al liceo los postulantes debían pasar una prueba de matemáticas y un test de vocación. Debido a la baja cantidad de matrículas ahora no existe ningún tipo de selección para cualquiera de sus especialidades: mecánica automotriz, construcciones metálicas y electricidad.

A doce cuadras del lugar, el Liceo Bicentenario de Excelencia San Pedro es uno de los más prestigioso de la comuna. En abril pasado apareció en los diarios y en televisión porque obtuvo el mejor puntaje Simce del país en 2012. “En el Bicentenario les mandan una carta a los mejores alumnos de la comuna y hacen una prueba para que queden los mejores de los mejores. Son sandías calás”, asegura el profesor de electricidad Marcos Acevedo sobre los motivos por los cuales el Liceo Bicentenario es el mejor establecimiento municipal del país. Pero, el director del Liceo Bicentenario, Alejandro Hidalgo, dice que aunque alguna vez barajaron la posibilidad de llamar a los mejores alumnos nunca lo han hecho. Existe una postulación abierta a todos los que quieran entrar, explica Hidalgo, pero por la cantidad de demanda siempre quedan los mejores promedios.

Ninguno de los estudiantes del liceo industrial ha sido llamado para formar parte del colegio. “Es que el industrial tiene mala fama. Es el colegio de los que sobran, que no los aceptan en ningún otro lado”, explica Ariel Cataldo, el practicante de psicopedagogía. La sensación es compartida por alumnos como H.Q., quien comenta que a muchos les da vergüenza decir que estudian en el Liceo Industrial. “Aquí a ninguno lo van a llamar pa’ que se vaya al Bicentenario, si el único colegio que los aceptó fue este”, dice.

Número rojos

Según las cifras del Índice de Vulnerabilidad Escolar (IVE), el Liceo Industrial de Puente Alto tiene un 79,9 por ciento de alumnos en situación vulnerable. Las peleas de grupos rivales fuera y dentro del establecimiento son frecuentes y hay una decena de videos de estas circulando en YouTube. “Parten por tonterías. Que uno miró feo al otro, que lo rozó. Es que los chiquillos están acostumbrados a eso en sus barrios”, cuenta el inspector Luis Poblete.

Aunque el colegio es mixto, solo el 15 por ciento de sus alumnos son mujeres. Los datos otorgados por el Simce muestran que el colegio pertenece al grupo socioeconómico bajo, los ingresos por hogar no superan los 230 mil pesos y la mayoría de los apoderados ha declarado tener hasta 9 años de escolaridad.
Los últimos indicadores del Liceo muestran que el fracaso escolar –es decir, los alumnos que no logran completar el título académico mínimo del sistema educativo– alcanza el 14,9 por ciento, mientras que la tasa promedio nacional bordea el 5 por ciento. De los 69 alumnos que rindieron la PSU el año pasado, el promedio de los puntajes obtenidos en matemáticas y lenguaje fue 406, mientras que el promedio de los colegios técnico-profesionales de todo el país alcanzó los 430 puntos.

Frente a esos números, a comienzos de año la Corporación Municipal de Puente Alto llamó a un concurso público para elegir al nuevo director del establecimiento. Así fue como Cecilia Marambio, licenciada en educación general básica y magíster en gestión educacional, tomó la dirección del liceo en marzo pasado. “Antes de este liceo me tocó hacer lo mismo con el industrial de Isla de Maipo que estaban a punto de cerrar. Hoy está estupendo”, dice Marambio.

Puentealtina de nacimiento, ella cree que la clave para ser una buena directora en un establecimiento como el liceo industrial es estar siempre en terreno: “Antes los profesores llegaban a las nueve de la mañana. Entonces, ¿qué motivación iba a tener el alumno para llegar temprano? Yo llego a las 7:45 y espero en medio del patio a que los chiquillos y los profesores entren a sus salas”. Un par de semanas atrás un grupo de estudiantes del liceo protagonizó una pelea a dos cuadras del recinto. El enfrentamiento terminó cuando llegó Cecilia Marambio. “Es que yo no quiero que me anden contando las cosas. Yo voy a estar ahí con mis alumnos en todo lo que les pase”, dice.

Los resultados del colegio en el Simce publicados el mes de abril fueron malos. El colegio se encuentra 35 puntos más abajo del promedio nacional en comprensión de lectura y 4 puntos en matemáticas. Además fue el colegio de Puente Alto que obtuvo el puntaje más bajo. “Nosotros somos un liceo técnico, no científico humanista”, dice Marambio, recalcando que los establecimientos de este tipo reducen sus horas de las asignaturas como matemáticas, lenguaje, historia, entre otras, para aumentar las horas de la especialidad que el alumno quiera elegir. “Por esta razón que la calidad de un liceo industrial se debe medir por su tasa de titulación e inserción laboral y no por una prueba Simce”, comenta la directora.

La oficina de Cecilia Marambio está entre la segunda y la tercera reja del colegio. La habitación está pintada de color damasco y huele a pintura fresca. Ahí, rodeada de repisas de madera con archivadores organizados por fecha, ella dice que su meta es que la tasa de titulación e inserción laboral suba a 90 por ciento este año, cuestión que sería un gran logro si se considera que hace un par de años apenas superaba el 54 por ciento. “Yo estoy convencida que de aquí a dos años el liceo va a ser lo que era antes. Vamos camino a la excelencia. Yo quiero resucitar al elefante blanco”, dice con seguridad la directora.

Sobre la autora: Texia Lorca es alumna de cuarto año de Periodismo y este artículo es parte de su trabajo en el curso Taller de Prensa Escrita, dictado por el profesor Sebastián Rivas.