LOMIT’S: EL SABOR DEL HUMOR

Boris Osses trabaja desde hace siete años en el clásico Lomit’s de Providencia. Desde entonces, su trabajo no es solo preparar los platos y sándwiches, sino que también agregar un toque de humor al local. Por Francisca Achondo

Manuel, el jefe de cocina, grita: “Ya, niños, no nos desconcentremos”. “Jefe, estamos concentrados. Solo repítame si el congrio era frito o a la plancha, y le juro que me pongo a trabajar a toda máquina”, responde Boris. “Plancha, plancha. Rapidito que ya van a empezar a reclamar”, dice Manuel. Sin ningún gesto de preocupación, Boris da un salto y comienza a trabajar.

Son las dos de la tarde de viernes. El restorán Lomit’s, ubicado en Avenida Providencia, se encuentra sin mesas disponibles. Al interior de la cocina principal, un hombre bajo y moreno trabaja en cinco platos a la vez. Su nombre es Boris Osses y tiene 34 años, siete de los cuales los lleva trabajando en el local. “El único día que no trabajo es el 1 de enero”, dice.

“Esta maravilla que estoy haciendo se llama ‘lengua con salsa tártara’, y es la entrada del día”, cuenta Osses. En un mesón ubicado a su derecha, va dejando los platos que ya están terminados. Diez minutos después, y con veinte platos listos, el cocinero deja de trabajar. “Ya, jefecito, terminé con las entradas, ahora déjeme hacer lo que má’ me gusta po’”, le dice Osses a Manuel. “Ya, Boris, dale tú con las machas”, responde Manuel. Sin perder tiempo, Osses va a buscar los ingredientes y dos botellas de pisco.

Silbando, y moviendo su cabeza de lado a lado, Osses comienza a preparar “machas en salsa verde”. “Me gustaría que fuera pisco, pero en estas botellas se guarda el aceite y el limón”, explica riendo. Luego de aliñar los mariscos, pica una cebolla, mientras finge llorar. Algunos cocineros escuchan la actuación y comienzan a reír. “Ya, payasito, deja el hueveo que me desconcentrái”, le dice Ariel, uno de sus amigos en la cocina.

Después de que el plato sale hacia las mesas, su jefe le informa a Osses que tomaron mal el pedido y que el cliente quería un crudo. Sin ninguna expresión de enojo, el cocinero recibe el plato y les dice a todos sus compañeros: “Bueno, comámoslo entre nosotros, entonces. Yo invito”. Siguiéndole la broma, Manuel y los otros seis cocineros aceptan.

“Mire, jefe, para que vea lo sabrosas que me quedaron estas machitas”, dice Osses. Mientras prepara concentradamente un filete, el jefe de cocina prueba una macha y hace un gesto de aprobación. Osses aplaude y continúa repartiéndole rápidamente una macha a cada cocinero. Al terminar, se queda en silencio algunos segundos y luego dice: “Que no se les olvide que voy a pagar seis luquitas por ustedes. Pa’ que cachen todo lo que los quiero”.