Por Diego Escobedo/Ilustración: Hernán Kirsten

En 2009 el director Zack Snyder estrenó la película de superhéroes Watchmen, basada en la novela gráfica de Alan Moore que muestra un mundo levemente distinto al nuestro. La existencia de los superhéroes, junto con llevar a bajas significativas en el crimen organizado, tuvo repercusiones en la política americana y en la Guerra Fría, tras la victoria de Estados Unidos en la Guerra de Vietnam.

Una ucronía es una historia alternativa, que reinventa la línea de tiempo a partir de un hito relevante, cuya variación cambia la realidad como la conocemos. Si bien los primeros antecedentes podemos encontrarlos en la Antigua Roma con el libro Historia de Roma desde su fundación, donde su autor, Tito Livio, imagina una guerra entre el imperio de Alejandro Magno y Roma en el siglo IV A.C, este sub género literario derivado de la novela histórica entró en auge durante la segunda mitad del siglo XX.

El hombre en el castillo

Casa del libro, imagen bajo licencia Creative Commons

Una de las temáticas más exploradas es qué habría pasado si los nazis hubiesen ganado la Segunda Guerra Mundial. Un ejemplo es la novela El Hombre en el castillo (1962) de Philip K. Dick, cuya acción se basa en un Estados Unidos derrotado por las potencias del Eje y repartido entre Alemania y Japón. En noviembre se estrenará en Amazon una serie producida por Ridley Scott basada en esta novela, cuyo episodio piloto ya está en línea.

Otro ejemplo es Fatherland (1992) de Patrick Harris, ambientada en la década de los 60. En la novela, el Tercer Reich pelea la Guerra Fría contra Estados Unidos ocupando el lugar de la URSS, mientras una periodista americana debe investigar un crimen que la lleva a descubrir la verdad oculta tras el Holocausto, en un Berlín reconstruido como capital del imperio nazi.

Dentro de este subgénero es posible encontrar historias diversas que hablan de mundos donde los dinosaurios nunca se extinguieron como Al oeste del Edén (1988), de  Harry Harrison o Los dos Jorges (1995) de Harry Turtledove, donde la revolución francesa nunca estalló, por nombrar algunos ejemplos.

Ucronías chilenas

esta-si1

Foto de Diego Escobedo

En nuestro país, la novela ucrónica más masiva es la novela Synco (2008) de Jorge Baradit, que se cuestiona cómo hubiese sido Chile sin el golpe de Estado de 1973.

El autor imagina un Chile cibernético donde Augusto Pinochet colabora con Allende y aborta el golpe militar, dándole la oportunidad de estrenar el proyecto cibersyn o Synco, conocida ahora como la Internet de Allende, en la cual la economía socialista estaría cuidadosamente planificada a través de un sistema de información y control cibernético- de ahí las siglas Synco-, desde el Ops-Room o sala de control en el subterráneo de La Moneda.

El proyecto, que efectivamente existió, se perdió con el bombardeo del 11 de septiembre de 1973. La novela parte cuando una periodista venezolana de origen chileno vuelve a su país en 1978 para cubrir los éxitos de la Unidad Popular, pero termina investigando un oscuro secreto escondido tras el proyecto Synco.

Otro autor nacional que ha desarrollado la ucronía es Francisco Ortega, con su novela gráfica 1899: cuando los tiempos chocan (2011), donde reinventa la Guerra del Pacífico con barcos voladores y robots impulsados a vapor, gracias a un milagroso mineral conocido como metahulla.

Para 2016, Ortega espera lanzar la segunda parte de esta historia, 1959: la guerra del fin del mundo, donde los protagonistas, los doctores Salvador Allende y Ernesto Guevara, viajan a la Antártica a buscar una antigua arma secreta con el poder de frenar la expansión del imperio ruso.

En 2011, Alberto Rojas publicó otra versión de la guerra de 1879 en la novela La Sombra de fuego. En el libro el mítico Teniente Bello, aviador perdido misteriosamente a principios del siglo XX, viaja en el tiempo al cruzar una especie de triángulo de las Bermudas y termina en el siglo XIX, donde ayuda al gobierno chileno a ganar la guerra con su aeroplano.

Los tres autores coincidieron en la antología de ucronías Chile: Relación del Reyno, de Ediciones B (2010), un compendio de docenas de historias delirantes que incluyen un imperio mapuche que conquista al imperio Inca y una Guerra del Pacífico peleada en el espacio al estilo de Battlestar Galactica.

“Hay fenómenos de nuestra historia que si no hubieran ocurrido en la manera en que se desarrollaron, habrían permitido mayor desarrollo, mayores libertades y es importante entender qué fue lo que ocurrió”, afirma Jorge Baradit.

Poco después, un grupo de autores amateurs creó el blog Chilenia: Ucrónicas de la república, que en 2012 dio origen a la editorial de fantasía y ciencia ficción Biblioteca de Chilenia, cuyos autores son colaboradores del blog. Entre ellos está Gonzalo Fernández con Narraciones Extravagantes (2012), que reúne docenas de breves historias fantásticas; y el dibujante Juan Vásquez con Lovecraft en Cómic, donde se ilustran algunos de los cuentos más famosos del escritor de terror H. P. Lovecraft.

La editorial ya ha publicado ocho títulos y ha incursionado en formatos audiovisuales, porque se define en su página web como un “portal de arte multiplataforma”. Aunque se ha alejado del foco ucrónico inicial, Emiliano Navarrete, el sociólogo impulsor de la iniciativa, espera lanzar una antología con los mejores relatos del blog para 2018. “Es el año del verdadero bicentenario”, dice el editor, en alusión a la Declaración de Independencia de Chile firmada en febrero de 1818.


La ucronía según Baradit

El autor, que actualmente está entre los más vendidos del país con Historia Secreta de Chile (Ediciones B), explica cómo fue pasar de la ucronía a la no-ficción y entrega claves para engancharse con el género.

 ¿Crees que las ucronías contribuyen a promover entre los lectores el estudio de la historia nacional?

Baradit,_Jorge

Foto de Rodrigo Fernández, bajo licencia Creative Commons

—Por supuesto. El novelista histórico es un animal completamente distinto al escritor comercial chileno. Está más preocupado de sus propios contenidos, en desarrollar sus propios mundos, que en ajustarse a la prolijidad que requiere el relato histórico. Entonces la ucronía permite una mayor libertad creativa en estos términos, en la metaficción, y ajustar los mundos a las necesidades, los gustos y la expresión del autor.

¿Has recibido críticas de historiadores?

—Fíjate que todo lo contrario. He recibido comentarios súper positivos. Primero hubo críticas muy positivas al ejercicio de las ucronías, que no se habían hecho previamente a Synco con nuestra historia. Ahora con este libro de no ficción he recibido solamente elogios. Si bien hay alcances con los contenidos, y algunos pueden estar más o menos de acuerdo con uno u otro capítulo, en general todos coinciden en alabar una narración que incluye cuestiones de orden emocional, que se ubican desde el lado B de nuestra historia. Están de acuerdo en que se ha convertido en una tremenda herramienta para el estudio de la historia de Chile a nivel masivo. Algo ocurrió, algo pasó que hizo que la historia de Chile se convirtiera en súper ventas. Algo muy novedoso y, en general, es transversal la celebración.

¿Piensas volver a incursionar en las ucronías?

—Más que estrictamente en ucronías, en la ficcionalización de nuestra historia. Eso puede incluir los fenómenos contra factuales. Puede incluir la ucronía, porque es una tremenda herramienta, no sólo para analizar, sino que también para ejercer espíritu crítico. Hay fenómenos de nuestra historia que si no hubieran ocurrido en la manera en que se desarrollaron, habrían permitido mayor desarrollo, mayores libertades y es importante entender qué fue lo que ocurrió. Por qué ocurren esos fenómenos y de qué manera nos sirve estudiarlos para entender el futuro.

Sobre el autor: Diego Escobedo es alumno de cuarto año de Periodismo y este artículo es parte de su trabajo en el Taller de Edición en Prensa impartido por el profesor Enrique Núñez Mussa. El artículo forma parte de un ciclo de publicaciones sobre subgéneros de ficción.