Por Valentina Araya/Fotos: Gentileza de Magdalena Mas

“Soy una foodgeek, una nerd. Algunos creen que tengo un problema con la comida. Hay gente que cree que estoy loca. Tengo anillos, collares, vestidos, pantalones, zapatillas, lápices, cuadernos, mochilas y carteras con estampados de comida y a veces me cuesta hablar de otros temas. Se podría decir que soy una comilona. ¿A qué me dedico? Me como el mundo de a poco. Cazo sabores, capturo bocados.

Soy chilena, en enero cumplí treinta años, me llamo Magdalena Mas y soy la creadora del blog Como y existo.

“Cuando chica la comida en mi casa no era espectacular, pero era rica y siempre salía a comer con mi familia los domingos”, cuenta Magdalena.

Cuando chica la comida en mi casa no era espectacular, pero era rica y siempre salía a comer con mi familia los domingos, o por lo menos una vez a la semana. Mi papá era el de la idea; él es el sibarita de la casa.

Siempre me han fascinado los carros de comida callejera. ¿Mi sueño? Tener uno. Cuando salí del colegio averigüé con las autoridades sanitarias de Santiago qué hacer para instalar uno. Era imposible. La ley chilena sólo permite vender papas fritas, empanadas fritas y sopaipillas en la calle. Yo quería tener un carro de comida callejera casera, no sólo de comida verde, no sólo de frituras. Sigue siendo un sueño.

Entré a estudiar derecho en la Universidad Católica. Duré un semestre. No era lo mío. Pensando qué hacer, tomé la decisión de estudiar administración de servicios en la Universidad de los Andes. Ahí tuve tres semestres con ramos gastronómicos y aprendí a cocinar. Antes me daba miedo porque pensaba que iba a ser muy difícil, pero me di cuenta de que  si de verdad tienes ganas de cocinar algo, es imposible que te salga mal. Además, me gustó que podía compartir lo que preparaba.

Me encantaba la cocina, pero mi familia y amigos me decían que trabajar con comida era demasiado sacrificado, que no iba a ganar plata, que iba a estar sudando la gota gorda mientras todo el mundo se divertía. Entonces decidí dedicarme al marketing y trabajé en eso por siete años, siempre teniendo la cocina como hobby.

“Trabajando en marketing tenía un buen sueldo y estaba tranquila, pero el único momento del día en el que vibraba, era cuando posteaba en mi blog”.

Hace seis años, mientras trabajaba en una empresa, creé mi primer blog. Se llamó Como, luego existo, pero algunas personas me criticaron que escribía mucho y eso me desalentó. Se me quitaron las ganas de escribir y dejé de hacerlo por dos años. Trabajando en una agencia de comunicaciones, una compañera de trabajo me preguntó si tenía Twitter. Le dije que no,  mi vida me parecía bastante aburrida y normal como para contarla. Pero luego me dijo: “¿Y no hay algo que te guste particularmente?”. “Sí, la comida y comer”, pensé. Me convencí, abrí mi cuenta de Twitter con el nombre Como y existo y empecé a escribir.

Después me compré un iPhone, empecé a sacar mejores fotos y abrí mi cuenta de Instagram. De Twitter no me gustaba su carácter efímero: si decía algo a las diez de la mañana, a las once ya era historia pasada. Había demasiada información dando vueltas y nada permanecía en el tiempo, así que decidí crear mi segundo blog. Esto hace casi tres años. La mayoría de mis posteos eran fotos de comida, recomendaciones para salir a comer o fotos mías que mostraban mi obsesión por la comida.

Trabajando en marketing tenía un buen sueldo y estaba tranquila, pero el único momento del día en el que vibraba, era cuando posteaba en mi blog. No me importaba si la gente me leía o no, escribía para mí y mi familia. Como y existo era mi desahogo, mi cable a tierra, lo que me hacía feliz.

El blog empezó a agarrar vuelo, aunque yo insistía en que no iba a vivir de él, porque tenía que seguir con mi vida de oficina.  “De verdad podrías hacer cosas con tu blog, pero no crees en ti misma y por eso te quedas en tu zona cómoda”, me decía mi hermano. Pero me daba miedo dejar la seguridad del trabajo por algo que podía pasar de moda de un día para otro. Al mismo tiempo, Como y existo empezaba a ser imparable: cuando tenía 100 seguidores me sentía increíble y hoy día, que tengo más de siete mil, me cuesta creerlo.

“Estaba pensando qué hacer para el logo de mi blog y quería que tuviera la imagen de un cubierto. Dos días antes de irme a Londres me lo tatué. Es un símbolo de vida: comer infinitamente o tener una relación infinita con la comida”.

Apendicitis y la gran decisión

El 2013, aun trabajando en marketing, me dio apendicitis. Un día, mientras estaba en cama durante la recuperación, un amigo me fue a ver y le conté que quería ser de esas personas que decoran los platos para fotos publicitarias o de restoranes, algo que se llama “estilismo gastronómico”.

Él me insistió en que tenía que hacerlo y tomé la decisión: prendí mi notebook, googlié “cursos de food styling” y encontré tres: uno en Estados Unidos, pero era muy corto e impagable; uno en China, pero era demasiado lejos; y uno en Londres, que duraba dos meses. “Se acabó”, pensé. Pagué el curso por internet y me obligué a partir a Inglaterra a más tardar en abril del 2014, mes en el que empezaban las clases.

“En el curso de estilismo gastronómico aprendí secretos que ahora puedo aplicar en mi blog”.

Me puse a ahorrar para el pasaje y para vivir un tiempo en Europa, alcancé a juntar una buena cantidad de plata en seis meses, renuncié a mi trabajo y me fui a viajar todo el 2014. Fue mi primer “viaje gourmet. Además de las clases de estilismo gastronómico, por primera vez tomaba cursos de pastas y quesos, en lugares como Marruecos e Italia. Las personas que conocí en cada lugar me enseñaron a cocinar recetas típicas de sus culturas y transformé la comida, definitivamente y para siempre, en mi estilo de vida.

En el curso de estilismo gastronómico aprendí secretos de la gente que sabe de cocina y tiene arte. Nunca dejé de bloguear, y pude darle un uso práctico a todos los conocimientos que adquirí en Como y existo: comencé a subir mejores fotos a las redes sociales, aprendí recetas nuevas y pude compartirlas, y la sección “Viaja” del blog se llenó de nuevas imágenes, historias e ideas.

A fines del 2014 volví a Chile, sólo por tres meses. Mientras estaba de viaje mucha gente me escribía interesada en mi trabajo , pero decidí dejar de lado las ofertas y partí a Australia, donde estoy hace dos meses y pretendo quedarme para juntar plata e irme a Indonesia en junio donde planeo aprender a cocinar comida balinesa.

“Mi primer trabajo en Australia fue como temporera en una cosecha de porotos”.

Llegué a Margaret River, un pueblo surfista lleno de viñas y muy gastronómico, donde es fácil conseguir trabajos rápidos y bien pagados y arrendé una casa en la que vivo con otro chileno, dos taiwaneses, un señor australiano y un inglés con una española, que están instalados en una casa rodante afuera de la mía.

Las finanzas no son fáciles ni en Chile, ni en Australia, ni en ninguna parte del mundo. Mi primer trabajo fue de temporera en una cosecha de porotos. Este mes voy a comenzar una experiencia totalmente distinta; voy a trabajar en el catering para el VIP del campeonato mundial de surf que se hace en el pueblo en el que vivo. No voy a ser la chef a cargo, ni mucho menos. Quizás mi trabajo sea pelar papas. Pero ya no voy a pelar papas para diez personas, ahora van a ser quinientas y no va a ser fácil. Voy a necesitar rapidez, técnica y es un gran desafío.

¿Por qué viajo? Además del aprendizaje, esta etapa me ha validado mucho en el medio gastronómico en Chile. La gente del círculo no me ve sólo como una bloguera a la que le gusta comer y sube fotos de lo que come. “Algo más sabe. Ha hecho una pasta alguna vez en su vida, ha probado sabores distintos”, piensan ahora.

“Este tatuaje me lo hice en noviembre del 2013, justo después de pagar el curso de estilismo gastronómico en Londres, dejar mi trabajo, decidir que la comida era mi pasión y que quería vivir mi vida ligada a ella”.

Tengo seguidores

Hasta el día de hoy me emociono y lloro cuando un seguidor me escribe. Cuando empiezas a darte cuenta de que hay gente que te sigue y le gusta lo que compartes, notas que puedes aportar algo al resto y, por mi manera de ver la comida, ese algo produce felicidad. Esa es la mejor parte del blog. Poder inspirar al resto a cocinar, a salir a comer y buscar lugares distintos, a ir al parque a hacer un picnic, a cambiar su forma de ver la vida y hacerla más entretenida con pequeños detalles.

Cuando tenía 500 seguidores en Twitter y 200 en Instagram, sentía que era “el” medio de comida. Pero empecé a darme cuenta de que el blog tenía más fuerza cuando me llamaron para ser bloguera de la revista CARAS. “Ah ya, bacán. Hay gente, entre ellos periodistas, que cree que puedo aportar más que sólo en lo instantáneo de Twitter; puede ser que tenga dedos para el piano”, pensé. Eso me motivó a buscar nuevos lugares, y aquí estoy.

 “Estoy cien por ciento dedicada a mi blog y planeo escribir un libro de viajes”.

Subo fotos a Instagram por lo menos una vez al día, y estoy permanentemente subiendo contenidos al blog. Todas las fotos son tomadas por mí y son de cosas que realmente cociné y comí: recetas, lo que comí al desayuno, un restorán que me encantó y quiero recomendar, una reflexión o hablo de los desafíos a los que me estoy enfrentando, para mostrarle a mis seguidores que con pasión se pueden lograr los sueños.

Uno de los platos diseñados por Magdalena.

Además estoy cien por ciento dedicada a mi blog, quiero escribir un libro de mis viajes –por lo que paso mucho tiempo escribiendo– y sigo en una etapa de conocimiento de distintas culturas y cocinas. No sé si el blog se va a morir conmigo o con la tecnología cuando aparezca una nueva, pero me proyecto para toda la vida con él. Me encanta compartirlo y espero encontrar un modelo de negocios sustentable con Como y existo.

Quiero dedicarme al food styling, me gustaría asesorar a restoranes o gente del mundo de la gastronomía, me han escrito creadores de aplicaciones web, que saben de tecnología pero no de la pasión por comer, para pedirme asesorías y tengo nuevos proyectos en mente para mi regreso a Chile.

De todas maneras, quiero volver a Santiago después de viajar a Indonesia, porque es muy alentador saber que en mi tierra hay interés en mi trabajo. No tengo certeza absoluta de cuáles son mis metas, pero cada día tengo nuevas ideas y proyectos que quiero desarrollar en mente…instalar mi carro de comida callejera algún día, sigue siendo mi mayor sueño”.

Magdalena trabajando en food styling.

Chile mejora el paladar

Un programa de competencia culinaria que prepara una segunda temporada, restoranes llenos a toda hora, revistas con secciones de recomendaciones y recetas, muestran que en Chile y en el mundo, la comida está de moda, y nadie puede decir lo contrario. Aquí, tres teoría de Magdalena para explicar esta tendencia.

1.        Inmigración peruana

La llegada de peruanos en busca de trabajo, que abrieron muchos restoranes con su cocina tradicional y peruanas que empezaron a trabajar como nanas en las casas chilenas, cambiaron el clásico arroz con pollo por ají de gallina, rocoto, causa limeña y otras preparaciones que hicieron que las familias le agarraran el gusto a comer diferente. Todo esto fue seguido de un cambio de mentalidad de muchos chilenos que siguieron el ejemplo y comenzaron a valorar la comida típica chilena”.

2.       Llegada de europeos, especialmente españoles

La llegada de extranjeros –sobre todo españoles por la crisis– también ha influido en el cambio de mentalidad de los chilenos. Es verdad que somos lo que comemos y los países con una cultura gastronómica rica. En mi viaje a Europa conocí a españoles que, en plena crisis, me decían: “Todo va a estar bien, vamos de copas y tapas”. Frente a los problemas diarios, la comida es una forma de compartir, de pasarlo bien y disfrutar.

3.       Cambio de los referentes mundiales de cocina

El gran referente culinario a nivel mundial era Francia, que tiene una cocina compleja, sofisticada y elegante. Pero cuando el mundo posó sus ojos sobre la gastronomía latinoamericana, la gente empezó a pensar: “Yo también puedo hacer tacos” y se atrevió en la cocina. Lo mismo pasa con Jamie Oliver (chef inglés conocido por enseñar a cocinar recetas deliciosas en 15 minutos); desmitificó la figura del chef de alta cocina que hacía creer que un huevo pochado era imposible de hacer.

Sobre la autora: Valentina Araya es alumna de quinto año de periodismo, es creadora y editora de la sección Punto de Partida como parte de su trabajo en el Taller de Edición en Prensa Escrita, impartido por el Profesor Enrique Núñez Mussa.