Por Natalia Correa Vargas/ Fotos: Juan Cristóbal Hoppe

“Soy bueno en lo que hago y lo sé. Suena arrogante, pero si el voleibol playa no fuera lo mío ya me habría retirado. Me quedan, por lo menos, diez años jugando y quiero llegar lo más lejos posible. Me falta poco para titularme de ingeniero comercial, carrera que estudio en la Universidad de Chile hace cinco años. ¿Cómo lo hago? Es difícil, a veces casi imposible, pero me la puedo. Entre las clases de la universidad y los entrenamientos en el Centro de Alto Rendimiento (CAR), me di un tiempo para contarles un poco de mi vida.

“En este momento estoy en el primer lugar del ranking de la Federeación de Voleibol de Chile”.

Partí jugando voleibol por motivos no muy nobles cuando en cuarto básico dejé el atletismo y seguí a una compañera de curso que me gustaba al equipo de vóley del colegio. Aunque mi relación con ella nunca funcionó, pasé el resto de la básica y toda la media jugando. Nunca pensé que este deporte pasaría a ser tan importante, pero aquí me tienen: fui el participante más joven del equipo chileno en el Mundial de Holanda, conformado por la dupla de los primos Grimalt y Matías Tobar conmigo.

Desde el 2012 que me dedico al voleibol modalidad playa. Antes jugaba en cancha dura, pero no me gustaba porque había partidos en los que ni siquiera tocaba la pelota: los equipos son grandes, en la cancha hay seis personas por lado. En el vóley playa, en cambio, se juega en parejas.

“En el equipo chileno hay compañerismo y, aunque suene cliché, la competencia que se da es sana”.

El ranking nacional por el que nos regimos es el oficial de la Federación de Voleibol de Chile. En este momento yo estoy en primer lugar, Matías Tobar en segundo y los primos Grimalt en tercero y cuarto. Con mi compañero de dupla estamos arriba, porque este año jugamos más torneos nacionales, lo que nos dio harto puntaje, pero en realidad los Grimalt son los número uno a nivel de selección y de participación en el extranjero.

La clasificación de nuestra dupla con Matías al Mundial fue inesperada. Ya habíamos dado por hecho que no íbamos a Europa, cuando se anunció que los primos Grimalt utilizarían el cupo por ranking Mundial, lo que dejaba el cupo de Chile por ranking sudamericano disponible para nosotros. A poco menos de dos meses para empezar con la competencia, estábamos concentrados, pero también un poco nerviosos, porque era la primera vez en la historia del vóley chileno que iban dos duplas a un Mundial. La gente y nosotros esperábamos mucho de nuestra participación.

En el equipo chileno hay compañerismo y, aunque suene cliché, la competencia que se da es sana. El mundo del voleibol es tan chico que todos nos conocemos y somos amigos. Los entrenamientos más duros los hacemos hombres y mujeres por separado, pero los calentamientos, con ejercicios más recreativos y menos competitivos, los hacemos juntos. El voleibol playa femenino está en un nivel un poco más bajo que el nuestro, las duplas femeninas que lideran en Sudamérica son las argentinas, uruguayas, paraguayas y colombianas, todas por sobre las chilenas, que lamentablemente no pudieron clasificar al Mundial.

La relación con mi compañero de dupla es súper buena. Matías ha ganado medallas sudamericanas y con 31 años, edad en la que uno está en su mejor momento en este deporte, tiene mucha experiencia que a mi me falta. Estoy aprendiendo de él”.

“Hasta el momento no he tenido ninguna crisis que me haya hecho pensar en dejar el voleibol”.

Vóley de día, libros de noche

“Nunca fue una opción dedicarme sólo al voleibol, desde que salí del colegio sabía que tenía que estudiar algo y terminarlo. Ingeniería comercial parecía la mejor alternativa: ni tan humanista, ni tan científico, la carrera comodín por excelencia, que te empieza a gustar en el momento en que sales de la universidad y comienzas a trabajar. No antes.

“No es fácil compatibilizar todas mis actividades. La mayor parte del tiempo estoy tan cansado después de los entrenamientos que dormito en clases”.

Hasta el momento y espero que siga así, he reprobado sólo tres ramos, cantidad que me parece razonable y normal, ¿cierto? Me queda sólo este año con clases y el próximo tengo que hacer una práctica de dos meses en una empresa y luego la tesis. No tengo claro qué voy a hacer después. Entre mis opciones está dedicarme por un año solamente al voleibol o quizás combinarlo con algún trabajo, porque tengo ganas de empezar a ganar mis lucas, ya que a nosotros no nos pagan un sueldo.

Para eso tenemos que obtener como mínimo una medalla de bronce en campeonatos sudamericanos o en mega eventos, como los juegos Odesur, Panamericanos y Bolivarianos, según el Comité Olímpico. Pero no todo es tan difícil: la sola participación en los torneos del circuito internacional como el Mundial de Holanda, es premiada con mil dólares.

“Entre mis opciones está dedicarme por un año solamente al voleibol o quizás combinarlo con algún trabajo, porque tengo ganas de empezar a ganar mis lucas, ya que a nosotros no nos pagan un sueldo”.

Parto mi rutina levantándome todos los días antes de que amanezca, para llegar a las ocho y media al CAR, en Ñuñoa. Ahí entreno con mi dupla y después parto a la universidad para llegar, al menos media hora tarde, a la clase de las once. En el paradero del Estadio Nacional tomo la micro que me deja en el Parque Bustamante y de ahí corro un par de cuadras hasta la Facultad de Economía y Negocios de la Universidad de Chile. Algunos días, cuando estoy en periodo de campeonatos, tengo que entrenar de nuevo en la tarde en el CAR. ¡Ah! Y para las pruebas estudio toda la noche.

El tema de la comida se me ha hecho complicado. A pesar de que como harta fruta, leche, carne y ensaladas, debería ser más riguroso con mi dieta, pero muchas veces no tengo tiempo para comer, estoy siempre corriendo de un lado para otro. Lo que me ha facilitado mantenerme en forma durante toda mi carrera es el hecho de que no consumo ningún tipo de bebidas, pero sí debo tomar agua, por lo menos tres o cuatro litros diarios cuando estoy entrenando para no deshidratarme.

Hasta el momento no he tenido ninguna crisis que me haya hecho pensar en dejar el voleibol. Me gusta la competencia, disfruto los entrenamientos y me siento orgulloso de llegar al nivel en el que estoy, pero a veces necesito un descanso.

“Debo tomar agua, por lo menos tres o cuatro litros diarios cuando estoy entrenando para no deshidratarme”.

Cuando las competencias internacionales se detienen, entre diciembre y enero, nos tomamos un mes de vacaciones, pero debemos seguir entrenando individualmente para no debilitar el físico y volver bien a los torneos.

No es fácil compatibilizar todas mis actividades. La mayor parte del tiempo estoy tan cansado después de los entrenamientos que dormito en clases o quedo agotado después de los ramos de la mañana y llego sin ganas a entrenar. Siento que no rindo al 100% en ninguna de las dos actividades, pero luego de quedar clasificados al Mundial de Holanda sentí que todo valía la pena y que me la puedo con ese y otros desafíos”.

“Estoy bajo el peso ideal para este deporte, por lo que debería consumir suplementos de vitaminas, proteínas y ese tipo de cosas, pero por problemas de presupuesto no he podido comprarlos”.

Formar espectadores

“Las redes sociales me interesan mucho, porque son atractivas para las marcas y aumentan la posibilidad que tenemos de conseguir auspicios. Por eso hace poco abrí una cuenta en Instagram con mi dupla y subimos una foto de nosotros en shorts para llamar la atención de la gente. No es que me guste andar sin polera por la vida, pero es importante venderse como deportista para hacerse conocido y conseguir financiamiento, porque jugar voleibol no sale barato. Actualmente estoy bajo el peso ideal para este deporte, por lo que debería consumir suplementos de vitaminas, proteínas y ese tipo de cosas, pero por problemas de presupuesto no he podido comprarlos.

“El público de los torneos internacionales es numeroso y llenan las graderías, pero a las competencias nacionales no llega tanto y el nivel que se muestra es bueno”.

En Twitter tengo una cuenta personal y otra en Instagram hace un poco menos de dos años donde publico los triunfos, las derrotas, las clasificaciones y otras noticias del vóley. La idea es que más gente se sienta atraída por lo que hacemos. El público de los torneos internacionales es numeroso y llenan las graderías, pero a las competencias nacionales no llega tanto y el nivel que se muestra es bueno.

De parte del Estado, siempre hemos contado con el apoyo de instituciones como la Asociación de Deportistas Olímpicos y el Comité Olímpico, que nos facilitan los implementos, la cancha para entrenar y comida en el CAR. Además nos costean los viajes a circuitos sudamericanos y a este próximo Mundial. Obviamente uno siempre quiere más, pero ellos cuentan con un sistema de presupuesto basado en los resultados obtenidos en todas las disciplinas y de acuerdo a est se establece cuánto dinero recibe cada deportista. Cuando mejoremos los resultados llegarán los seguidores y el financiamiento.

“Luego de quedar clasificados al Mundial de Holanda sentí que todo valía la pena y que me la puedo con ese y otros desafíos”.

Me gusta que la gente se interese y vaya a ver los partidos, no me genera estrés ni me siento presionado, todo lo contrario, me da fuerza. Sabemos que el público masivo llega cuando se obtienen logros importantes y nosotros todavía no los tenemos, pero para eso nos estamos preparando.

Ahora mi meta es llegar a los próximos Juegos Olímpicos de Rio de Janeiro y también insertarme en el circuito mundial, pero no es fácil. Ahí juegan las mejores 24 duplas de todo el mundo, es como el ranking ATP del tenis, súper competitivo. Lo que me falta es dedicarle más tiempo al voleibol, entrenar más la parte física y enfocarme para alcanzar mis objetivos. Si todavía no lo he podido hacer, ha sido por los estudios, pero como ya les dije, me queda poco. Y me la puedo”.

Sobre la autora: Natalia Correa Vargas es alumna de tercer año de Periodismo y escribió este artículo como colaboradora de Km Cero. El artículo fue editado por Valentina Araya, alumna de quinto año de periodismo, creadora y editora de la sección Punto de Partida como parte de su trabajo en el Taller de Edición en Prensa Escrita, impartido por el Profesor Enrique Núñez Mussa.