La decisión de demoler o no los condiminios es una discusión política que se ha dilatado, mientras los habitantes deben seguir con sus rutinas en condiciones precarias.

 El campo de batalla

Siempre parte en el tercer piso. El cableado de la luz eléctrica, en contacto con el techo sin aislación, se sobrecalienta hasta que el fuego devora primero ese departamento y, como es inevitable en un edificio, sigue con sus vecinos. En 2014 hubo seis incendios en las villas Pedro Lira, Francisco Coloane y el Caleuche, cinco de ellos por corto circuito. Han muerto siete personas, todos niños.
Esta vez los bomberos llegaron a tiempo a Pedro Lira, donde arden seis departamentos. Dos quedaron completamente destruidos –tan negros como cuando la última llama de un brasero no deja más que cenizas y hollín– pero al menos no hay muertos que llorar.
Encaramados en los restos de techo, seis jóvenes ayudan a los bomberos a apagar el fuego, mientras una cascada corre desde el tercer piso, inundándolo todo. Un centenar de vecinos –los que viven en el bloc y los curiosos– observan nerviosos desde la plaza.
—Estos hueones del gobierno van a esperar que todos nos muramos quemados para hacer algo —reclama una mujer.

La villa Pedro Lira fue construida por García Popelaire Hnos. Ltda., la misma empresa que construyó la Francisco Coloane. Las naves se disponen de la misma manera, los departamentos miden lo mismo. Pero nadie la va a demoler. Los vecinos se preguntan por qué.

Siete niños murieron en incendios durante 2014, producto del cableado negligente en contacto con el material combustible de los techos y paredes de los departamentos.

Junto con los bomberos también llega Germán Codina, el alcalde de Puente Alto, militante de Renovación Nacional, escoltado por una decena de funcionarios que conversan con los residentes y tranquilizan a los afectados.

—Oiga, jefe, ahora sí que tenemos que irnos —una vecina interpela al alcalde.
—Ustedes tienen que pedir la demolición, chiquillas. Cuando vean a gente del Gobierno, gente de la Intendencia, tienen que pedir la demolición. No pueden seguir viviendo así. Yo como alcalde he hecho todo para continuar con la demolición, pero este gobierno la paró. Por eso ustedes tienen que seguir pidiéndola, es muy importante.

Los argumentos a favor de demoler fueron asociados a la derecha, mientras que la oposición a demoler fue asociada a la izquierda, desviando la discusión de su objetivo esencial: la calidad de vida de los habitantes.

2013, el año en que empezaron las demoliciones, no fue un año cualquiera, hubo elecciones: candidatos de todos los colores se pasearon por las calles-laberinto de Bajos de Mena dando a conocer los planes que tenían para el último rincón de Puente Alto.
Pero en materia electoral, en los condominios en altura existen únicamente dos tipos de votantes: a favor de la demolición o en contra.
—Mire, yo no soy de derecha. Pero el Piñera ha sido un siete con nosotros, el Ossandón también y el alcalde, Germán Codina, de verdad está interesado en que salgamos de aquí —afirma Rosa Ortega, dirigenta de San Miguel, una de las 15 villas en altura que no están consideradas para la demolición —En cambio, los que se oponen a la destrucción de los edificios, de seguro son concertacionistas—agrega.

La lucha de panfletos y palomas de ambos bandos se trasladó a las juntas de vecinos e incluso a la misma asociación Así queremos vivir, donde dos de las 17 villas en altura decidieron abandonar la cruzada por la demolición. “En algún momento estuvimos todas organizadas, pero cuando intervienen los macucos de la política dividen a la gente y al pueblo para sus propios intereses. Y eso nos pasó acá. Efectivamente, muchos dirigentes, por la ignorancia o por la inconsecuencia, hoy no están”, asegura Pilar Aravena.

El desacuerdo entre los vecinos ante la opción de demoler o no, sumado a los que están divididos entre dejar el lugar o quedarse, dificulta la opción de encontrar soluciones.

Carlos Montes, senador por el Partido Socialista y presidente de la Comisión de Vivienda del Senado, no oculta que está en contra de la demolición. Él es partidario de reparar los departamentos que están en buen estado y entregárselos a una nueva familia:
—Es imposible demoler todos los condominios sociales de Bajos de Mena, nunca nadie ha pensado en hacer eso. Pero aquí se ha formado un Partido Por la Demolición que no es muy constructivo. Para romper con el concepto de “demoler o no demoler” el Gobierno tiene que dar señales claras, pero se ha demorado mucho.
Manuel José Ossadón, en cambio, culpa al expresidente por el fracaso del plan:
—Piñera pudo haber creado perfectamente una política habitacional a largo plazo, sabiendo que iba a perder el gobierno. Pero no entienden el problema. Lo que le interesa a la mayoría es decir en el discurso del 21 de mayo cuántas viviendas se construyeron, y esto es plata que no va a esa estadística.

Las dirigentes son las responsables de explicar a sus vecinos las razones políticas por las que se ha dilatado la decisión de demoler o no, lo que implica que también son quienes reciben todos los reclamos.

Mientras los políticos discuten, quienes se llevan la peor parte son las dirigentes. Ellas son la cara visible de cualquier promesa y las que tienen que darles explicaciones a los vecinos cuando las cosas parecen atrasarse para siempre. Esto es especialmente delicado en las villas que no son parte del piloto.

“Uno trata de darle la mayor información a la gente, pero de repente no tenís qué cosa nueva informarle”, dice la dirigente Jacqueline Contreras.

Jaqueline Contreras, dirigente de la San Miguel 6, cuenta que la han llamado desde mentirosa hasta estar coludida con los políticos. Trata de no tomárselo como algo personal, porque, dice, muchas veces las acusaciones vienen de la desesperación:
—Nosotras, como estamos en reuniones, sabemos y tenemos claro. Uno trata de darle la mayor información a la gente, pero de repente no tenís qué cosa nueva informarle. ¿Me entendís? Todos dicen pero cuándo, pero cuándo, y uno les explica que tienen que terminar con el programa, con el plan piloto en Francisco Coloane y Cerro Morado, y ahí recién vamos a ir a la pelea firme para que nos toque a nosotros.
Sin embargo, mantiene la esperanza. La experiencia de Francisco Coloane y Cerro Morado le ha servido para observar de cerca y aprender de los errores del piloto. Si algún día a San Miguel le toca la Segunda Oportunidad, ya tiene lista las carpetas de todos sus vecinos para llegar y salir lo antes posible. Pero eso, sólo si algún día le toca.

Lee los otros capítulos de esta crónica:

Parchar las grietas  

La espera en ruinas

El éxodo

Epílogo

El programa del plan piloto

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