Epílogo

El 19 de diciembre de 2014 fue el lanzamiento oficial del Plan Integral de Bajos de Mena. Hernán Ortega –quien en ese momento dejó de ser el Coordinador Ministerial para convertirse en Director Ejecutivo– llegó al Parque Juan Pablo II acompañado del Ministro del Interior, Rodrigo Peñailillo, y del Intendente de Santiago, Claudio Orrego. Frente a las cámaras firmaron dos convenios: uno con Carabineros de Chile para construir una comisaría, y otro con Bomberos para construir un cuartel. Ambas instituciones deberían estar funcionando antes de que termine el 2015.
Sobre el futuro de la Segunda Oportunidad en Bajos de Mena ya se tomó una decisión: la demolición no va a continuar. A cambio, se va a iniciar un proyecto de recuperación en el resto de los condominios a través de ampliaciones 2×1. Esto quiere decir que sólo la mitad de los habitantes va a poder dejar la población, mientras los demás se van a quedar viviendo en departamentos del doble de tamaño. En abril se realizará un censo para determinar quién se queda y quién se va. Los adultos mayores y las familias numerosas van a ser la prioridad.
Aunque hay comunidades que están de acuerdo con la solución, las dirigentes de Así Queremos Vivir no la comparten: “Esto sólo va a crear un conflicto social, no pueden darle la oportunidad de salir sólo a la mitad de las personas”, acusa Viviana Fuentes. Planea dar la pelea. Desde fines de marzo el enfoque de las asambleas vecinales va a ser levantar a la gente para pedir que se siga con las demoliciones.
Entre diciembre y marzo, los habitantes de once de los 22 edificios de la etapa dos del programa Segunda Oportunidad dejaron Francisco Coloane y Cerro Morado. A pesar de que se lo había prometido a sus vecinos y a sí misma, Sandra no salió el 15 de diciembre junto con su block. No tenía la documentación al día ni la plata suficiente. Tampoco había encontrado una casa. Junto con ella, otras tres familias del 01306 se vieron obligadas a permanecer en el edificio vacío. “Fue difícil, yo lo único que quería era irme y otra vez más las cosas no resultaron. Fue una angustia no saber hasta cuándo nos íbamos a tener que quedar”, recuerda.
Su suerte no cambió hasta principios de marzo, cuando apareció la posibilidad de irse a vivir a Puerto Montt. Aunque no era parte del plan original, tomó la oportunidad sin darle más vueltas. Hoy vive en una parcela, su marido encontró un trabajo en una imprenta y ella, eterna comerciante, cambió de rubro: ahora vende artículos de aseo y detergente. Su hijo mayor, Carlos, no se fue con ella, pero todavía no pierde la esperanza de convencerlo. En esta nueva etapa, quiere que su familia vuelva a estar unida.

Lee los otros capítulos de esta crónica:

Parchar las grietas  

La espera en ruinas

 El campo de batalla

El éxodo

 El programa del plan piloto

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