El vestido corto, blanquísimo, de Evelyn Matthei, encandila. Ella, ahí, sentada sobre el cuero café oscuro del sofá de su oficina de Ministra del Trabajo, también. Evelyn le pide un café a su secretaria, y se disculpa por sacar de la cartera su “almuerzo”: dos toallas Nova que envuelven a un pedacito, la cuarta parte tal vez, de un sándwich de ave pimentón que había empezado a comerse en el auto camino al Ministerio.

—Desde que asumió como Ministra usted ha subido de 51 puntos a 70 en las encuestas, si sigue subiendo…

—No pasa nada. No estoy dispuesta a nada —se adelanta Evelyn.

—¿Por qué cambió de opinión? En la elección pasada usted dijo que le gustaría ser Presidenta.

—Hay tantos otros que se mueren de ganas. Que lo hagan ellos. Primero, a mí no me van a dar la pasada, y segundo, yo estoy feliz de que no lo hagan. Ya no quiero eso para mi vida. No. Estoy feliz con lo que estoy haciendo, pero quiero dedicarme a otras cosas. Ya son más de veinte años en la política. Ahora tengo otros proyectos.

—¿Ni siquiera aceptaría un puesto en el gabinete en caso de que el próximo gobierno sea de su coalición?

—Bueno, eso nunca se sabe. Pero tengo ganas de hacer otras cosas, de cambiar.

—¿Siente que está en la cúspide de su carrera política?

—Sí, probablemente en la cúspide y también en el final. Me gustaría cambiar totalmente de rubro cuando esto termine y dedicarme, por ejemplo, al tema de la educación. Me gustaría hacerlo en alguna escuela o en algún colegio para gente de clase media o escasos recursos. Quisiera fundarlo o irme a trabajar a uno, o tal vez como directora.

—¿En qué cree usted, Ministra?

—Creo en el progreso. En que Chile ha tenido un progreso in-cre-í-ble. Cuando era chica, yo vivía en la Gran Avenida, en el paradero 54 y veía niños a pata pelada en invierno. Y yo recuerdo las poblaciones callampas que eran hechas con restos. Y así vivía la gente, mucha gente. Entonces hemos progresado mucho. Pero a medida que hemos ido avanzando, la gente exige mayor equidad. Los grados de equidad que había hace 30 años atrás hoy no son permitidos. Entonces estamos en un punto de inflexión en el que, o somos capaces de hacer una sociedad más justa o podemos retroceder.

—¿Entonces cree que el hombre es perfectible?

—No, para nada. Creo que el hombre tiene una naturaleza que no cambia. Y esa tiene aspectos negativos y positivos. Lo que tiene que hacer un gobernante es saber cómo sacar lo mejor de la gente y premiar al que se esfuerza. Cómo lograr que la gente entienda que si uno se esfuerza puede salir adelante. Para eso es necesarias buenas políticas públicas y entender cómo la gente reacciona; dar los incentivos correctos. Los partidos políticos tienen que considerar la naturaleza humana.

—¿Qué se necesita para sobrevivir en la política sin que se vuelva tormentosa?

—Una convicción muy grande en lo que está haciendo. Tienes que actuar sobre la base de muchos estudios, de mucho conocimiento. Yo no puedo creer que haya gente hoy día que pueda ser comunista, cuando fracasó en todas partes, en todo el mundo. Al final es la convicción muy fuerte lo que te sostiene.

—Además, ¿hay que tener voluntad de poder, o no?

—Eso hay que tenerlo para todo. Hay que ser muy bueno en lo que uno hace, hay que tener sentido de hacer bien las cosas. Ser el mejor en lo que sea que uno haga.

—¿Y en una carrera política, lo mejor, lo más alto, no es llegar a ser Presidenta?

Evelyn calla un segundo. Piensa. Pero vuelve rápido y responde:

—No, no, no. Fíjate que no —dice y frunce la cara entera, mientras niega con la cabeza y vuelve a repetir que no, como convenciéndose a sí misma—. ¡Agghhh! Es que lo encuentro insoportable. No. ¡Imagínate! No tener un minuto para ti. Estar con todos los ojos las 24 horas del día. No sé, a lo mejor en otra época. Pero ya pasó el tiempo. Hoy prefiero otras cosas.

Sobre la autora y el trabajo: Stefania Doebbel es alumna de quinto año de Periodismo y esta crónica fue parte de su trabajo en el curso Taller de Crónica, dictado por el profesor Gonzalo Saavedra durante el segundo semestre de 2011. Este trabajo ganó el premio Periodismo de Excelencia Universitario de la Universidad Alberto Hurtado y está publicado en el libro El mejor periodismo chileno 2011.