Sin embargo, la tarea esencial del Sence, la capacitación, está en pésimo estado. Cuando la Ministra Matthei llegó a la cartera, conformó una comisión revisora de las políticas de capacitación e intermediación laboral en Chile: la Comisión Larrañaga. Esta entregó su informe el 17 de noviembre y las conclusiones fueron negativas: no hay ninguna evidencia de que luego de las capacitaciones haya una mejora en el empleo o el salario de los capacitados; y además, un 27% de los 400 millones de dólares que destina el Fisco en capacitación va al quintil más rico. La promesa de Evelyn, claro, es utilizar este estudio para transformar el Sence: modernizarlo y aumentar la calidad de los cursos. Que cada uno de ellos ahora cueste un millón y medio de pesos, en vez de 250 mil, y que dure 500 horas y no 19, como hoy.

El compromiso de campaña no era sólo generar más empleos, sino mejores. Pese a que en su cuenta pública, realizada el 30 de noviembre, la Ministra dijo que un 75% de los empleos generados en su período era asalariado, la Fundación SOL sostiene que la totalidad de ese porcentaje corresponde empleos tercerizados, o sea, vía subcontratación o suministro de personal, lo que se traduce en menores sueldos y menos derechos de organización; además agregan que un 30% de los asalariados trabaja más de 11 horas diarias, antecedentes que hacen que Chile se ubique en la última posición entre los países de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE), si la medición de calidad del empleo se cruza con el nivel de ingresos.

“Entonces, o no existe una mirada muy fina respecto al problema del trabajo, o se está teniendo un doble discurso”, dice Alexander Páez.

Víctor Martínez, economista de la Secretaría General de la Presidencia (Segpres) respondió públicamente a las irregularidades denunciadas por la Fundación SOL, argumentando que los datos tenían preceptos ideologizados y metodologías confusas.

Respecto de la seguridad laboral, el senador Pedro Muñoz cree que hay demasiadas falencias. “Luego del rescate de los 33 mineros había consenso por parte del Ejecutivo de mejorar en esta materia. Pero los proyectos de ley se retrasaron y hoy sólo tenemos dos propuestas legales del gobierno en el Parlamento”. Una que reformará la Superintendencia de Seguridad Social y otra que mejorará la institucionalidad en materia de seguridad minera.

La Ministra Matthei es optimista: “En poco tiempo tendremos las mejores prácticas del mundo en materia de seguridad laboral”, prometió en su cuenta pública.

—Ministra, por favor ayúdeme. Ministra, usted no sabe por todo lo que yo he tenido que pasar. Llevo cinco meses desempleada, ¿sabe?…

—Ministra, yo le quiero pedir un favor especial: tome atención a la situación que vivimos nosotros los adultos mayores. Yo perdí mi trabajo y nadie quiere contratarme a esta edad…

—Ministra, ¿qué va a hacer con la gente que está en Dicom? Ya cargamos con una deuda y no tenemos chance de conseguir trabajo…

En la Feria Laboral número 35, en el Parque Bustamante, no cabe nadie más. Doscientas mil personas entran y salen buscando alguno de los 14 mil empleos que ofrecen las 94 empresas presentes. La gente, que a empujones se las arregla para llegar hasta la Ministra Matthei –que había ido a inaugurar el evento– hace que para ella cada paso sea una odisea. Todos le dan toquecitos en la espalda, le agarran el hombro. Todos desesperados, le hablan como si tuvieran la oportunidad para que se les cumpliera el deseo. Todos víctimas de un cálculo atrofiado: quién más, sino ella, la propia Ministra del Trabajo, podría conseguirles una pega.

Evelyn, a todos les responde igual, como si les diera un mantra, como si ahí, en esa frase, se concentrara la salvación:

—¿Se ha metido a la página be-ene-e-punto-ce-ele?

Hasta que un joven le dice:

—Ministra, ¿usted no cree que si acaso existiera una educación gratuita y de calidad no tendríamos que estar todos aquí?

Ella no responde.

Él sigue y repite lo mismo pero ahora más alto. El silencio de la Ministra lo envalentona en su hazaña. Muchos voltean a ver.

El Director del Instituto de Previsión Social (IPS), Juan Bennett, le dice al joven que por favor se ubique, que están en una Feria Laboral. Y toma a Evelyn del brazo para que no enganche, para que siga.

Pero ella se mantiene tranquila.

Evelyn avanza lo poco que puede, como si nada. Mira al joven y con un movimiento de cabeza muy sutil le pide que se acerque. Entonces le dice muy bajo, pero sabiendo –y queriendo– que los demás escuchen:

—¿Tú diste la PSU?

—Sí.

—¿Y, cuánto sacaste?

—…

—¿Cuánto sacaste?

—Como 400 puntos.

—Ah.

Y le corta la mirada, el habla, la dignidad.