En la primera sala espera Evelyn, la otra Evelyn, que dice estar tan honrada de recibir a su Ministra tocaya. Se tapa lo que la bata ligerísima del hospital no le cubre, y custodia la incubadora en donde su guagua prematura está encerrada. “¡Pero por Dios! ¡Qué chiquitita! ¡Qué lindura! Cuéntame: ¿de cuántas semanas nació?” Y así sigue la Ministra hasta que, pasados dos minutos, es tan cercana a la madre, que mete la mano dentro de la incubadora y toma el piecito de Araceli. Lo toma y el calcetín, demasiado grande, se sale y deja en evidencia un pie diminuto, del mismo tamaño que el pulgar de la ministra. “¡Uy, se le salió el calcetincito!”, dice Evelyn esforzándose por volver a ponerlo en su lugar. “Ministra, por favor, voltee a la cámara”. Voltea. Le pregunta a la mamá lo que le pregunta a todas.

Beso. Sonrisa. Foto y se va.

En la sala donde las mamás practican el método canguro dos mujeres cargan en su pecho desnudo a sus bebés pequeñísimos: en eso consiste la técnica, que aparentemente disminuye el impacto de estar fuera del útero. Evelyn habla con la más joven.

—Que alguien me pase un lápiz, por favor ­—pide Evelyn­—. Dame tu número. Yo te voy llamar, ¿ya? No te preocupes, yo te voy a llamar apenas resuelva tu duda.

El recorrido sigue: una habitación en donde una pareja la espera, y Evelyn pide cargar a la guagua.

Foto.

En otra sala con dos mamás a punto de ser dadas de alta, Evelyn escucha las preguntas de una, mientras Jessica Mualim le expone los mil y un beneficios del nuevo postnatal a la otra.

Foto.

Se topa con un grupo de médicos practicantes y les habla de su hija: que los entiende, que Antonia estudia medicina y ella sabe lo agotador que es.

Foto con los practicantes.

Al final del recorrido, un doctor le regala un libro de cuentos e ilustraciones para niños recién nacidos, y Evelyn vuelve a hablar de sus hijos: “Yo tuve especial cuidado con mis tres hijos de inculcarle la lectura desde chicos. Una persona que lee es una persona que piensa más amplio, que vuela más alto”.

Beso. Sonrisa. Foto y se va.

—Oye, perdón, ¿me equivoqué o no me equivoqué? —pregunta la Ministra, apenas termina la conferencia de prensa.

Un periodista le responde:

—¿Estaba hablando del tipo de Hidroaysén, no?

—Sí, estoy casi segura de que ese gallo gana mucha plata a costa del medioambiente. Que no está ahí para parar proyectos sino para hacerse rico, que es muy distinto. Pero, les puedo… ¿les puedo confirmar a ver si lo ponen o no lo ponen? Es que no estoy segura. Porque si es verdad, no voy a dudar en decirlo.

Pero ya lo había dicho. A la Ministra, rápida de lengua como suele ser, le habían preguntado acerca de la toma del ex Congreso –del 21 de octubre– y ella se lanzó a decir que, además de toda la falta de respeto y de educación y de decencia y de todo, ahí había gente –refiriéndose a Luis Mariano Rendón, el líder de Acción Ecológica– que estaba “echándose plata a los bolsillos inventando que cuida al medioambiente”.

Esa era la segunda vez en el día que a uno de sus periodistas se le iban las manos a la cabeza. Antes de la conferencia de prensa, en otra de las actividades que Evelyn tenía programada dentro de su visita al Infocap, ya las palabras se le habían resbalado:

—Ven para acá. Tú y yo hagamos un compromiso: que esta sea la última vez que reincides. La responsabilidad es muy grande, ¿ah? Todos los ojos están puestos en ti.

—Sí, Ministra.

Y entonces, rapidísimo:

—Porque si no te voy a ir a matarte y te voy a cortarte en pedacitos, cabro ’e miéchica.

Muchas risas. Pero la bromita no iba para cualquiera: Evelyn estaba frente a 15 presos de la Penitenciaria de Santiago, que tras años de encierro, estaban haciendo un curso de capacitación laboral en el Infocap, “la universidad del trabajador”.